Cuando una publicación es conversación. Entrevista a Helga Fernández. Por Yanina Juarez y Facundo Soares.

Estamos de acuerdo con lo que expresa ese juego de palabras que se dio por la boca de Lacan: poubellication, que condensa en francés poubelle (cubo o tacho de basura) y publication (publicación), pero también lo estamos con el valor residual de toda publicación. Como de todo resto puede surgir lo que haga causa a veces una publicación también puede dar lugar a una conversación. Es el caso del libro de Leticia Martín, Feminismos (Letras del sur, 2017) y una secuela reciente, otro libro que surgió a partir del mismo: Acuerdo con el desacuerdo (Qeja ediciones, 2019). Dos textos que mantienen una conversación entre sí sostenida en el tiempo y que siguen produciendo conversación, o al decir de dos de las autoras del último libro, Flora Vronsky y Helga Fernández: construcción de sentido y significación.

Días después de que Qeja ediciones publicara Acuerdo con el desacuerdo, Luciano Sáliche escribió una nota para Infobae Cultura sobre este modo de conversación, al que llamó interpelación, para lo que entrevistó a las cuatro autoras —dos que ya mencionamos y también a Natali Incaminato y a Ingrid Sarchman—.

Nosotros, después de leer los dos libros y la nota de Luciano nos quedamos con ganas de más, por eso decidimos seguir conversando, en este caso con Helga Fernández. La idea de esta conversación nos rondaba días antes, pero terminamos de decidirlo después de haber leído otra nota que se publicó el mismo día en Página 12 donde Diego Conno, Diego Singer y Roque Farrán, hablando entre cosas sobre cómo orientarnos en un mundo teñido del efecto de la post-verdad, rescatan el valor de los maestros y los amigos, es decir de los otros, nuestros otros, como los que nos ayudan a guiarnos en ese magma de discursos a la vez confuso y monótono. De acuerdo a los tres autores, con lo que acordamos, los otros son, en tanto otros significativos, los que podrían producir ese disloque propio de la verdad y su modificación en nosotros, además de orientarnos en lo qué es y no es importante. Por eso, acá, nuestra conversación con Helga con quien seguimos reflexionando sobre  psicoanálisis y  feminismo.

 

Facundo Soares y Yanina Juarez: Como psicoanalista, ¿qué te lleva a participar en un debate sobre feminismo y a que ese debate sea difundido en medios masivos de comunicación?

Helga Fernández: Me parece que quienes ocupamos el lugar de analistas y nos formamos en este discurso cuando hablamos más allá de ese lugar tenemos que hacerlo refiriéndonos, orientándonos y autorizándonos en ese lugar. Lacan decía que hablaba en nombre de un objeto, el objeto a, creo que se refería a eso, a que por haber estado en ese lugar hablamos y lo hacemos, o tendríamos que hacerlo, estrictamente desde ahí, no como sociólogos o politólogos o antropólogos porque esa no es la experiencia que nos atañe. Lo que no significa que no podamos o no debamos participar en los debates que se están dando en la sociedad, por el contrario, como el inconsciente no es un hecho individual sino colectivo, como es una falsa dicotomía la del consultorio versus lo social, y como el psicoanálisis produce efectos estamos autorizados y debemos asumir tal responsabilidad. El psicoanálisis tiene qué aportar a otros discursos y los psicoanalistas tenemos mucho que seguir aprehendiendo de esos otros discursos.

Pienso que hay dos momentos del trabajo que implica dar razones de nuestra práctica, uno es el de trabajar con el modo de hablar del psicoanálisis mismo, con sus términos y con los otros que son compañeros de ese discurso, pero también hay otro momento o  forma del trabajo que supone tomar el desafío de hablar de psicoanálisis en una lengua coloquial, profana, en una lengua en la que nos hagamos entender y podamos entender a otros que hablan desde otros discursos. Creo que esto mismo hizo Freud en sus célebres Conferencias y Nuevas Conferencias. Los otros del psicoanálisis no podemos ser sólo nosotros y nosotros también tenemos que darnos la oportunidad de ser otros para otros que para este nosotros —perdón el modo intrincado de decirlo—.

Un momento o modo de trabajo no puede ser sin el otro, yo no podría dar una nota o escribir un artículo si no siguiera formándome en la Escuela freudiana de la Argentina, en donde encuentro a personas de las que aprendo y con las que comparto el trabajo, sin esos otros, mi referiencia en el discurso, y sin ese modo de formación de escuela para mí no hay posibilidad, al menos en la que yo pueda autorizarme, para hacer uno u otro trabajo.

Así como algunos analistas somos dueños de ciertas resistencias a la hora de pensar desde el discurso del psicoanálisis, es decir desde la experiencia del análisis, cuestiones imperantes de lo social creo que también algunas personas que jamás han leído psicoanálisis, o que lo han leído de un modo enciclopédico o que lo han leído pero no en carne y hueso, lo que es lo mismo que decir que nunca jamás pasaron con su cuerpo por esa praxis, afirman, por ejemplo, que el psicoanálisis es consecuente con el patriarcado o que el psicoanálisis es machista. No se trata de una miopía intelectual, se trata de que no han pasado por lo que el psicoanálisis es: una experiencia. Tal vez algunos psicoanalistas o quienes se hacen llamar así sí sean favorecedores del patriarcado o hasta lo practiquen en su práctica pero esto no hace en sí mismo que el psicoanálisis lo sea. El psicoanálisis no está muerto, no está estanco, no es una momia o un cuerpo embalsamado, déjenme decir que es un ¨bicho vivo¨ que encuentra otras formas, dentro de sus invariantes estructurales, de decirse y decir en la medida que quienes lo hablamos, siempre y cuando las personas sigan analizándose, trabajemos con él. Así como el Movimiento feminista se ve llevado a encontrar condiciones para decirse cada vez más específicamente en función de los modos del patriarcado actual, en el psicoanálisis tenemos que encontrar modos de decir más ajustados en función de nuestra contemporaneidad y esto no es sin hablar con esos otros que no somos sólo nosotros. Tenemos la responsabilidad de encontrar el modo de decir, ajustado al modo en que se está diciendo, por ejemplo, por qué el psicoanálisis no es una práctica de lo que se llama patriarcado y por qué no supone una oposición en sí al Movimiento feminista. Somos nosotros, los analistas, quienes tenemos que decirlo porque somos nosotros quienes sí pasamos por la experiencia del análisis, en todas sus formas, o eso se supone. Es nuestra responsabilidad así como no lo es hacer sociología.

Prefiero tomar el riesgo de hablar y no hacerlo atinadamente que a callar mientras leo aseveraciones que menosprecian el discurso del psicoanálisis.

Facundo Soares y Yanina Juarez: ¿A qué te referís cuando decís en Acuerdo con el desacuerdo que el Movimiento feminista es un movimiento de minorías?

Helga Fernández: Con minoría no me refiero a una porción numérica sino a lo que impide a un movimiento coincidir consigo mismo, ser todo y deslizarse así hacia el totalitarismo o hacia lo mismo que pretende cambiar.

Facundo Soares y Yanina Juarez: ¿En tu práctica cotidiana escuchas que el debate sobre el feminismo esté presente en los análisis?

Sí, decía que otro índice del estado de ese debate creo que está presente en las consecuencias que ocasiona. No se trata de un debate que se restrinja a los medios de comunicación o a la esfera pública sino que lleva a  mujeres y hombres, cis y trans,  a pensar o poner en cuestión escenas, momentos, actitudes, posiciones de otros y de sí mismas. Considero que todo aquello que lleve a la posibilidad de resignificación, que suponga un trabajo revisionista o creador de experiencia –en el sentido de pensar lo que pasó o lo que nos pasó- aporta a la vida de la sociedad y también a la vida de cada quien. Nos confronta con nosotros mismos como otro. Esta consecuencia del debate me lleva a afirmar que su estado supone cierta autenticidad, necesidad y efectividad del mismo. Se trata de una consecuencia que escucho no sólo como ciudadana, amiga o madre sino también en lo que se dice en un análisis. Las acciones del Movimiento feminista, dentro de las que incluyo fundamentalmente el debate que sabe dar y darse, suelen ser puntos de partida o de empalme de otros caminos tomados por el decir en un análisis que vehiculizan un trabajo personal pero no por eso menos social y político. Muchas veces aparece como tema del que se habla en un análisis y las mujeres y los hombres encuentran lo singular del asunto en esos significantes que andan dando vueltas y que se comparten, singularidad que a partir de ahí hace y teje de otro modo lo colectivo.

Facundo Soares y Yanina Juarez: ¿Crees que en algún momento el Movimiento feminista por fin va a ganar la lucha?

Hay que seguir laburando de manera constante y decidida. El o los discursos que propician el lugar de lo femenino están en obra continuamente.  No soy de las que creen que el mundo vaya a volverse amable, pacífico y acogedor de lo que los psicoanalistas llamamos la falta.  Lo que permite al mundo seguir viviendo sin que unos nos aniquilarnos a otros y de un modo que haya lugar a lo que llamaba a lo femenino es una especie e interjuego entre los discursos que no lo permiten  y  los que sí le hacen lugar. No creo que el rechazo a lo femenino deje alguna vez de existir sino que los discursos que sí le hacen lugar encontrarán el modo específico, necesario para esa época histórica y sus modos de presentación del rechazo, no sólo para leerlo sino para crear condiciones también discursivas que alojen lo femenino.  Los modos de presentación del patriarcado y su consiguiente machismo  se  metamorfosean  de acuerdo a las características particulares  de la época de la que forman parte. La “dificultad”, lejos de acotarse, cada vez encuentra mayor especificidad.  Las resistencias hacia lo femenino son por estructura y no se circunscriben a una determinada sociedad,  por lo que no creo que ningún debate por más eficaz  y auténtico que sea de lugar a un progreso absoluto o total, sí a cierto progreso o apertura necesarios y urgentes, vitales en el sentido fuerte de la palabra.

Hay que seguir construyendo discurso, cada quien en su ámbito, en su experiencia, para crear condiciones, en mi caso como analista, en las personas y por consecuencia de ese trabajo también en los discursos imperantes de nuestra época para que lo que hay de femenino en mujeres y hombres, cis y trans, sea alojado en lo subjetivo de cada quien. Nos toca, es nuestro tiempo, que es ahora.

Facundo Soares y Yanina Juarez: También en Acuerdo con el desacuerdo hablas de los femenino como lo que objeta lo universal, ¿además de la manera de la que hiciste uso ahí podría desarrollarlo de otra manera?

La palabra objeto tiene un origen etimológico que puede aportar una lectura y también aportar una distinción en al menos dos acepciones de la palabra de las que hacemos uso  muchas veces sin distinguirlas.

Cuando una mujer desnudaba un seno se decía objectus pecturum, lo que quiere decir palabra a palabra desvelamiento de la mama. Objectus es precisamente la acción del objetar.

Pascal Quignard cuenta en uno de sus libros que Tácito relató esta vieja acción o modo de intervención de las mujeres, más antigua que la de esas chicas que en el marco de la manifestación de los chalecos amarillos también dieron a ver su pecho a la policía: objectus pecturum. Tácito dice que estando en Germania fue testigo de que cuando los hombres cedían y perdían pies en la batalla ellas los conjuraban mostrando esta parte de sus cuerpos a sus maridos y a sus hijos. Según el antropólogo Gudeman, de esta forma las mujeres hacían saber que preferían que las entregaran a la muerte pero nunca a la esclavitud. Lo cierto es que no hay explicación o interpretación certera para esto o está perdida. Tal vez podamos decir entonces que esta acción era y es el modo en que las mujeres sacándose el vestido parcialmente, recortan una parte del cuerpo y que el corte mismo, como el objeto a,  confronta a la lógica macho y su universo de discurso objetándolo. Objectus viene de ob-jicere, poner delante (de algo)’, ‘oponer’, ‘proponer’. El pecho exhibido oponiéndose, por ejemplo, a la brutalidad de un modo del patriarcado. Como si se dijera, sin palabras, con el cuerpo, hay el no-todo, aunque se pretende eliminarlo. Che, vos gorra, cana, police, que reprimís para que el Todo se sostenga, mirá, es irrefutable, no-todo entra ahí, mal que te pese. Una intervención que sobrepasa tanto las condiciones políticas de esa actualidad  como el intento de una formulación en palabras. No es sin las palabras pero más bien esa intervención parece mostrar el límite del lenguaje,  incluso. No se trata de La mujer, sino de mujeres que se desnudan como dando a ver, en silencio, el enigma del cuerpo femenino, a la vez mostrando y escondiendo otra desnudez, invisible, más radical, inasequible, fuente de toda singularidad.

Facundo Soares: Tal vez en la  potencia de esa acción puede encontrarse un modo de lo que en el ebook llamas la fuerza de lo femenino.

Yanina Juarez: ¿Podés ampliar un poco lo que está dicho en la entrevista de Infobae y en Acuerdo con el desacuerdo sobre la diferencia entre capitalismo y el patriarcado?

Helga Fernández: Cuando en Acuerdo con el desacuerdo digo que se hace indispensable descifrar esa alianza,  inmediatamente antes digo que es necesario, por sí mismo y como condición a ese trabajo, establecer la diferencia entre el patriarcado y la función del padre.

Por un lado están los roles sociales del padre, por el otro el padre como función en el psicoanálisis. Unos y otro se ubican sobre dos planos diferentes, pero están enlazados a lo largo de la historia en tanto la función del padre es estructural. Me parece nocivo hablar del fin del padre en tanto función, sí entiendo, en la medida en que me dejo interrogar, que las nuevas forma de paternidad hacen a la necesidad de decir esta función de un modo más especifico y acorde pero no creo  que lo que esté dado a la lectura sea la extinción de su función y, además, la consideración de esta supuesta extinción como un progreso en la espiritualidad. Decía, y lo retomo igual porque me ayuda a decir lo que de otro forma no me sale, que si pensáramos en el hecho  mítico de que alguna vez en la historia de la humanidad no existió el padre como función tendríamos que imaginar que tuvo que haberse inventado. ¿Quién habrá inventado esa función? ¿Cómo? Tal vez haya nacido ante el testimonio acerca de su necesidad. Como sea, la inermidad es el inicio de todas las funciones humanas  y también su propio límite. Con suerte, alguna vez y cada vez, personas que apenas pudieron y pueden con ellas -como todos- decidieron y deciden que seamos sus hijos. Por causa de esa transmisión nosotros hemos hecho o haremos lo propio. Personas que tienen que llevar en sí esa falta y ese registro de lo inerme para poder leer, cuando alguien llora, que no puede solo, que requiere de su auxilio, asisten. Es desde esa falta y con esa falta, que cuenta como condición vital, con la que pueden acudir y sostener a un recién llegado o a un niño los llamados adultos. Quizá los grandes inventos, esos que se hicieron con la materia del lenguaje, se construyeron a fuerza de ética.

Considero que no hay retroceder en la conquista de la función del padre como no hay que retroceder ante la conquista del fuego aunque a veces, en el colmamiento de lo que ya no sería su función, nos haga arder en su hoguera. En estos días en los que se mata a miles de personas, entre ellas a personas que cuidaban pibes y también se matan pibes a quienes no les queda más que dormir entre las tumbas de sus padres como única protección posible da vergüenza escribir acá y descansar al terminar el día. Pareciera ser que hay quienes no escuchan el estruendo de las bombas. No escuchan la denuncia de una mujer diciendo que necesita ayuda porque su marido la caga a palos. Pareciera ser que hay quienes no escuchan el llanto de la humanidad. ¿Es que están o estamos demasiado lejos para escuchar, es que en nosotros o en muchos no está en función la función del padre, la que nos lleva a acudir ante un pedido de auxilio, que hace del grito un pedido de ayuda?

El padre como función, sea quien sea que la cumpla, hombre, mujer, trans, cis,  es también la posibilidad de una terceridad,  lo que permite pensar, diferenciar, distinguir, dar lugar a lo otro, a lo femenino, a lo que objeta el universal, a otra cosa que lo único o exclusivo o a la excepción.  Por esto es que si  tuvimos suerte y la posición necesaria de que en nosotros funcione la función del padre -porque además de haber tenido quien la ejerza la hemos sabido tomar- podemos tener más de Un padre, podemos contar con padres, personas o aspectos de las personas o incluso oficios o actividades que nos funcionen en esa función de terceridad, de legalidad y de sostén. Si tenemos la suerte y la posición de esa función del padre podríamos objetar a nuestro padre, distinguir qué en él estuvo a la altura de un padre y qué en él no nos hizo de esa función, qué de nuestra madre hizo de entrada de esa función y qué no. Y si nos analizamos y transcurrimos en nuestra vida  con cierta posición ética podemos ir más allá del padre, sin prescindir de él.

El padre en una familia puede ser una sombra, un banquero, un asesino, o lo que sea, pero en la estructura, como función, el padre no es un objeto real, tampoco únicamente un objeto ideal, el padre es una metáfora y por consiguiente esa materialidad con la que hacemos metáfora o con la que salimos de la dualidad, de la lucha por el puro prestigio, de la especularidad, de yo u otro. La función del padre transmite la ley o una legalidad bajo la que él también está, mientras que el poder del patriarcado es la ley que hace cumplir La ley pero permanece exceptuado de la misma.

Retroceder en la conquista del progreso en la espiritualidad de la función del padre sería de algún modo imposible si queremos seguir llamándonos humanos, sería algo así como volvernos alarido y salir de la palabra. A la vez sería proporcional a la supeditación de la brutalidad del padre-amo o del patriarcado. Sin la función del padre estaríamos desnudos, sin herramientas, ante el poder arbitrario y caprichoso del patriarcado.  Por eso mismo es necesario distinguir cada vez más el patriarcado de la función del padre. El patriarcado o el abuso de la función del padre supone, por consiguiente, el no cumplimiento de esa función.

El patriarcado puede hablar en nombre del bien del otro pero en su exceso de intervención como en su ideología que reza que toda intervención del Estado supone un paternalismo que habría que erradicar, al punto que tal Estado en nombre del poder totalitario del patriarcado aseguraría que no es responsable de proveer salud pública  o educación o de intervenir ante sujetos sociales que se encuentran indefensos, no dejan de ser un modo de Estado patriarcal a la máxima potencia. Este patriarcado, propio del neoliberalismo, desde su modo de totalitarismo asegura y exige, bajo diversos modos, que a nadie le tiene que faltar nada y que si le falta no debería faltarle y que si así fuera su falta sería una falta moral. Este modo de ejercer el Estado, que asegura que si algo falta por indispensable que sea, los ciudadanos deben soportarlo haciendo todavía, aún, un esfuerzo más, expresa a su modo ese mandato que adquirió estatuto de marca: Impossible es nothing. Un modo de ejercer el Estado que rechaza uno de los modos de la falta, lo imposible, y lo que ella aporta, la humanidad misma.

Este Estado patriarcal neoliberal hace alianza con el capitalismo creando una necesidad ante la que no acude para dejar libre paso o libre comercio a quienes venden el modo de cubrirla. Por ejemplo, a la misma idiosincrasia que inventó el bulling como un negocio más, que al reducir un problema subjetivo y extendido al del maltrato que un niño o adolescente puede ejercer para con otro, silencia la responsabilidad de las instituciones educativas, de los padres y, por supuesto, del Estado, en esa misma violencia, incluso del sujeto que la ejerce. Así, con una palabra que no dice nada, se explica, simplifica y estupidiza lo que al paso siguiente, a partir de esta acción rotuladora, vende seguros para bulling, medicación para bulling, tratamientos conductuales para bulling, capacitación en bulling, etc. Esa es la alianza concreta de un Estado patriarcal que no cumple la función del padre y el capitalismo neoliberal. Se trata del mismo capitalismo neoliberal que absorbe o reabsorbe la consigna de una protesta o acción feminista para transformarla en marca, es decir que un objeto mercantil que produce dinero y que por ende deja se ejercerse o practicarse para que pueda ser vendido y comprado.

El feminismo, por consiguiente, no sólo necesita cuestionar al capitalismo en su forma neoliberal, por ejemplo porque ordena que Todo tiene que ser posible y con ello deja afuera a las minorías, como a la posición femenina, sino también porque legisla que lo imposible no es nada, que lo imposible no existe, siendo que lo femenino es justamente esa objeción al Todo, en tanto viene a dar cuenta que no-todo es posible, que impossible is something.

 


Link ebook, Acuerdo con el desacuerdo, Qeja editorial, de  Ingrid Sarchman, Flora Vronsky,  Natalí Incaminato y Helga Fernández, con prólogo de Leticia Martín. Textos que no podían morir en la presentación de Feminismos  que se hizo el martes 11 de septiembre de 2018 en el Instituto Patria, gracias a la iniciativa de Mariano Abrevaya Dios, de la que surgió este nueo libro. https://www.qejaediciones.com/libros/acuerdo-en-el-desacuerdo-qeja

Link nota Infobae de Luciano Sáliche: https://www.infobae.com/cultura/2019/02/05/como-te-interpela-el-feminismo-4-miradas-criticas-para-un-acuerdo-en-el-desacuerdo/

Link nota Página 12, Ideología y ética, Diego Conno, Diego Singer y Roque Farrán. https://www.pagina12.com.ar/172990-ideologia-y-etica


img_8215-1Helga Fernández: Psicoanalista. A.M.E de la Escuela freudiana de la Argentina. A cargo del grupo de lectura: Lacan con Agamben, y viceversa. Supervisa, da clases y mantiene conversaciones de formación en hospitales de la Provincia de Bs. As. y de C.A.B.A. Autora de Tramoya. O la maquinaria de la voz novelada. Ed. Milena Cacelora. Buenos Aires, 2016. Co-autora de Melancolía, perversión, psicosis. Comunidades y vecindades estructurales. Ed. Kliné/Ed. Oscar Masotta; El hilo en el laberinto I y II. Lectura del Seminario De un Otro al otro, Ediciones Kliné – Ediciones Oscar Masotta, Bs. As 2016; La carta del inconsciente. Ediciones Kliné – Ediciones Oscar Masotta. Buenos Aires, Buenos Aires, 2007; Feminismos, de Leticia Martín y otras. Letras del Sur, 2017, y, Acuerdo en el desacuerdo. Qeja, 2019. Escribe para diversas revistas: LALANGUE; La Mosca; En el margen, entre otras. Editora para Bs. As. y columnista de Revista En el Margen. Participa de la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis y en grupos de Convergencia. Ver más: http://escuelafreudiana-arg.org/sitio/events/event/lacan-con-agamben-y-viceversa/

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