Por Gisela Avolio, responsable de la sección.
Edición: Ricardo Pereyra
¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?
Es difícil de precisar cuando descubrí el psicoanálisis; en cierto modo, podríamos decir que el psicoanálisis me descubrió a mí. Fue una experiencia en dos tiempos. Justamente, en ocasión de responder a esta invitación, recordé una anécdota: Cuando cursaba segundo año del colegio secundario, entró a mi división una compañera nueva. Era una chica callada, excesivamente callada. A mí me parecía que no la pasaba bien, que tenía que hablar, que algo tenia para decir. No sé de dónde provenía esa convicción que, tal vez, podríamos nombrar como: intuición. No sabía de la existencia del psicoanálisis pero me propuse “hacerla hablar”, creía que eso iba a aliviar un padecer que le suponía. Y efectivamente así fue, con mucha dificultad comenzó a hablar conmigo y a contarme de su sufrimiento. Años más tarde, cuando ya ejercía el psicoanálisis, esta compañera me decía, bromeando, que ella había sido mi primer paciente.
Agradezco la pregunta porque me remitió a aquel momento que, creo, fue inaugural. Hoy puedo leer retrospectivamente mi fuerte apuesta a la palabra; sin saber lo que hacía ni de qué se trataba, me dispuse a escucharla y ella habló.
Varios años más tarde ingrese a la facultad y por primera vez tuve contacto con el psicoanálisis. Fue una experiencia muy conmocionante, un torbellino de entusiasmo y algo de inquietud al encontrarme ante una dimensión desconocida. El inconsciente, esa “otra escena” como lo nombra Freud, ese saber no sabido, comandaba el juego…eso me abrió un camino sin retorno.
El psicoanálisis como práctica de “charlatanería” implica la apuesta a la palabra, apuesta a que, en ese ir diciendo “tonterías”, se produzca un decir, que algo de la verdad se diga. Como analistas sostenemos cada vez, con cada analizante, la apuesta al discurso del psicoanálisis. Y, aun, muchas veces, nos sorprendemos al ser testigos de sus efectos. Creo que es eso lo que no deja de entusiasmarme de esta práctica.
¿Qué cree que el psicoanálisis puede aportarle a la contemporaneidad?
Es una cuestión muy compleja. ¿Cómo entender la contemporaneidad? Podríamos decir, simplificando mucho, que está fuertemente anclada a un capitalismo salvaje. Las recetas del mercado se van radicalizando cada vez más, atentando así contra toda manifestación subjetiva. El empuje al “éxito” y la realización individual hacen estragos no sólo en el sujeto, también en el lazo social. Ya no es necesario matar para hacer callar, hay métodos más sutiles y sofisticados que la guerra para ejercer dominación.
Somos testigos de la devaluación que sufre la historia, la palabra y el tiempo. De la promesa de un goce ilimitado que se alcanzaría con los objetos de consumo. Se pretende “un mundo feliz” en el que todo “marche”. No hay lugar para el conflicto, ni para la angustia y si algo de esto surge se intenta acallar recurriendo a una medicalización compulsiva que deja al sujeto adormecido y aislado.
El psicoanálisis se encuentra en las antípodas del discurso de la época ya que apunta a la dignidad del sujeto. El psicoanálisis siempre fue resistido, seguramente por su dimensión subversiva. Es subversivo en tanto va por otra vía que el orden establecido, lo que se subvierte es el dominio de la conciencia.
Con la invención del inconsciente se producen consecuencias éticas. La ética del psicoanálisis es la ética del deseo, por esa vía se orienta la dirección de la cura. Síntoma, conflicto, angustia tienen lugar, son interrogados, no se culpabiliza a quien los padece… se hace algo con eso.
Como dice Lacan: “El psicoanálisis es un recurso práctico para vivir mejor”, de eso se trata. Tanto desde el lugar de analizante como desde el del analista he pasado y paso por esa experiencia. //
Liliana Aguirre
Miembro A.M.E de la Escuela Freudiana de Bs. As. Actualmente es Vicepresidente en dicha institución.
Ricardo Pereyra
Participante de la EFA desde 2006.Escritor.