Editorial, Helga Fernández.
Paspartú surge del entre dos. De una voz que invita ofreciendo un sitio para el esbozo de una mirada. Un “passe- partout” que evoca algo fuera del sentido, otra lengua, no sólo la del francés sino que nos arrima a otra escena, a la obra del quehacer artístico. Otro lugar donde interesarnos por su composición, su montaje, su fuerza. Se trata de dejarnos llevar por lo que la obra de arte nos enseña.
“Passe-partout” es un cartón de tela o de papel donde se montan los dibujos, pinturas, fotos cuya función es separar la imagen del marco despejándola y dándole perspectiva. “Passe-partout” es una invitación, en el sentido también de pasaje: “para todo aquel que quiera pasar”. Un pase a través del arte. Una abertura que hace superficie. Un borde que dibuja una orilla. Es un intervalo que rodea un escrito, o una imagen, dándole un borde a la palabra. Como el expresionista parisino Georges Rouault anticipara con sus cuadros contorneados de colores intensos, cual si fueran vidrieras, donde al decir de Lacan, la imagen encuentra su status con ese trazo que enmarca y capta lo esencial del asunto.


Paspartú es la propuesta a una aventura. Es recrear algo así como esa Vuelta al mundo que Julio Verne nos propone en una ficción que entrama dos personajes, el inglés Phileas Froag y su acompañante francés Jean Passepartout. Lo primero que asoma puede resultar ambicioso si pensamos que se trata de dar la vuelta al mundo en 80 días, de lo que de entrada nos disculpamos. La alusión a esta novela es por la lógica que nos ofrece, para dar una vuelta se necesita de otro, y la vuelta que nos proponemos es por el mundo del arte.
La estructura de esta sección será de recorte y retornamiento, se trata del detalle, de la cita, del surco que el artista desbroza en el camino al psicoanalista. Pero también de buscar, investigar, seguir la pista de cómo el discurso analítico incide y participa en el campo del arte.
Un espacio abierto al arte, es sostener un hors champ. Un afuera para que haya posibilidad de discurso, cernir un imposible, que llamamos real o enigma. Porque es el artista el que nos enseña que si hay tela es porque hay agujero.
No sabemos cómo empezó el arte del mismo modo que ignoramos cuál fue el comienzo del lenguaje. ¿Tal vez porque lenguaje y arte comparten esa incógnita en que se sostiene la hiancia en el origen que no nos permite precisar un génesis sino mítico?
Adentrarnos en el arte es interesarnos por el lenguaje, por aquello que en el sujeto es causa y efecto. Humus del que el ser hablante está hecho en su hiato ontológico que lo efectúa como sui generis. La palabra hiende lo real originando un imaginario posible. El significante corta y arma una superficie mental donde realidad y ficción se conjugan En el Margen.
Cuando a Lacan le preguntan si las artes, tales como la pintura, la música son expresiones pre- verbales. No sólo afirma lo verbal que ellas entrañan sino que las ubica como hiper-verbales. Incluso, nos dice, un verbal a la segunda potencia. ¿Qué guiño nos estará haciendo al colocar el arte en lo verbal, haciendo funcionar la operación de potenciación, en el sentido matemático del término? ¿Un verbal al cuadrado que podría escribirse así: verbal²,tratándose del verbo, del hacer, y por tanto de la pulsión?
La falsa creencia de que ciertas expresiones porque no pasan por la talking cure nos llevan a suponer que habría en esa producción algo por fuera de lo simbólico, lejos de esto, Lacan nos demuestra como la pintura o una escultura, en sentido amplio, una obra de arte, es una abertura efecto del lenguaje donde es posible encontrar una continuidad que nos lleve de la inconsistencia de un detalle a la consistencia de una composición donde algo se desliza, pasa. Ese algo que es el objeto a y que sólo es posible de desplegar en relación a un sujeto. Por eso escribimos $ ◊ a. Es posible seguir el hilo de eso que ha irrumpido, seguir la línea imaginaria que nos llevará al tejido de identificaciones que constituyen los filamentos que componen el cuadro.
Porque lo que llamamos cuadro no es solo lo que el artista “da a ver” sino que en el asunto de la mirada, el cuadro somos nosotros. Si el arte es un verbal a la potencia, es en tanto lo simbólico opera potenciando la función del a. “El arte es un saber hacer donde lo simbólico está en el principio mismo del hacer” el hombre antes de sapiens fue homo habilis e incluso homo faber. ¿Será el arte un saber hacer con el lenguaje?
Tanto Freud como Lacan con infinito respeto se abstuvieron de hacer un psicoanálisis del artista. Empresa escabrosa, resbaladiza, peligrosa. Ni tampoco una crítica de su obra. Recordemos las palabras de Freud en El “Moisés” de Migue Angel: “Ante estas creaciones magistrales del artista dice cada uno algo distinto, y nadie algo que resuelva el enigma planteado al admirador ingenuo”. No pretendía dilucidar qué proporcionaba a la creación artística su valor sino que intentaba encontrar su función. Como cuando estudia “Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci”. Parte de un cuadro para a través de su composición, que entiende como composición verbal, arribar a la función del recuerdo encubridor que Lacan nombra: recuerdo pantalla. Lacan lee a Freud y lejos de considerar un error de traducción la cita en alemán que Freud toma de Herfeld que traduce por Buitre lo que los eruditos dicen es un Milano, hace de este error un lapsus. Lacan lee en el trabajo de Freud, lee ahí un efecto de transmisión. Nos está diciendo no hay origen, no hay original. Para Freud la letra Mut (buitre), la diosa egipcia Mut, con cabeza de buitre de los estudios de Harapolo, la fijación con la madre, la sexualidad y la creatividad del artista del renacimiento dan un valor fonemático a Mut (buitre) que la palabra Milano no tiene y por eso le interesa. Sigue el hilo ficcional para mostrarnos que en ese vacío del origen la lengua hace ornamentación.



Lacan insiste en que retornemos a Freud “una enseñanza digna de ese nombre se producirá únicamente por la vía por la que la verdad más escondida se manifiesta en las revoluciones de la cultura”. Y en esta vía, las producciones culturales y artísticas, “es la única formación que podemos pretender trasmitir a aquellos que nos siguen. Se llama: un “estilo”. Estilo que surge del cincel, de un pincel o de una pluma.
Porque más que en sus cualidades formales y técnicas es la atracción en tanto enigma que la obra produce. Lo que lo causa, ejerciendo, nos dice, una poderosa acción. Encontrando un impulso para tratar de aprehender lo que ellas producen como efecto. Si admiramos una obra de arte no sólo es por el placer, el goce estético, que nos procuran, sino porque nos sentimos subyugados por ella, aunque no sepamos porqué. Por eso, nos pide clemencia, ya que hablar de una obra de arte implicará desplegar la subjetividad en el punto donde nos ha sujetado.
Como diría el historiador de arte E. Gombrich, “La historia del arte no es una historia del progreso de los perfeccionamientos técnicos, sino una historia del cambio de ideas…Existen cada vez más evidencias de que bajo ciertas condiciones, los artistas primitivos pudieron producir obras tan concretas en su interpretación como la mejor ejecutada por un maestro occidental”.
El cambio de idea, la ruptura de lo unívoco que produce la obra, nos sujeta, nos sorprende, nos seduce, también nos angustia cual Gradiva que encanta con su paso.
¿Quieren ver? dice el artista, pues aquí tienes, ve esto! Pitazo al ojo, que es un silbido, una advertencia, un aviso velado que se le da a alguien.
Es en el fondo de mi ojo donde se pinta el cuadro. El cuadro se pinta en mi ojo pero yo estoy en el cuadro. Provocación que el artista produce.
«El artista es el que interviene en las costumbres, no es de si la pintura o escultura es bella para nuestro criterio, sino de si opera, si ejerce eficacia en la gente de su propia tribu… No se espera de ellos sino de que apliquen su saber hacer en la ejecución de la obra. La obra interviene y es obra de la mentalidad”continúa diciendo E. Gombrich.
El artista opera en esa esquizia entre el ver y la mirada donde se soporta lo invisible. Invisibilidad radical para todo ojo. Donde la mirada es movimiento, turbación, eso inasible en el campo geometral de lo visible y a la vez, invisibilidad porque implica un punto que es un agujero reflejo de la pupila, donde detrás está la mirada. En la medida en que la mirada establece una relación con el deseo, en el cuadro, siempre estará marcado el lugar de una pantalla.
Se tratará de encontrar en esa tela la composición, las líneas de fuerza, de fuga donde la imagen no puede sino bosquejarse.
Gracias a Helga Fernández por la invitación a esta excursión donde intentaremos desplegar el esquiziArte.

Próxima EsQuiZia en Paspartú: Dalí y El mito trágico del “Angelus de Millet”.
Silvana Tagliaferro: Psicoanalista. Licenciada y Profesora en Psicología de la UNLP. Desde el cuarto año de la carrera comenzó su formación psicoanalítica. Integrante de la Cátedra de Clínica de Adultos y Adolescentes de la UNLP de 1998- 2004. Trabajo en Clínicas Neuropsiquiátricas durante 8 años. En el 2004 fundó junto con otros colegas la Escuela Freud- Lacan de La Plata. Ha participado en la Comisión Directiva fundadora y en el cargo de Presidente de la Escuela durante la gestión 2011-2013. Despliega su práctica clínica en La Plata y en Bs. As. Supervisora de la Residencia de Psicología de PRIM Moreno, del HIGA Hospital San Martín de La Plata, Hospital Alejandro Korn de Romero. Ha presentado trabajos en diversas revistas del ámbito psicoanalítico y participado en los Congresos de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano y en la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis. Desarrolla en el espacio de seminario en la EFLA y en varios grupos de convergencia su investigación clínica.