Cartas de navegación. Escrituras clínicas, de Medina, Larrosa y Montañez. Por Elizabeth Barral.

El domingo 9 de junio de este año, en Parque Chas, desembarcó Cartas de Navegación. Escrituras Clínicas, de Horacio Medina, Victoria Larrosa y Fernando Montañez, editado por Ediciones Archivida  y realizado a mano y cabeza por Vagantes Fabulae

Fue recibido con palabras por Elizabeth Barral, Juan Besse y Helga Fernández. En el margen publicará cada uno de estos recibimientos, comenzando por éste: el de Elizabeth Barral.


                                                                           «Qué importa quién hable, alguien ha dicho qué importa quién hable. Habrá una marcha, formaré parte de ella, no seré yo, yo estaré aquí, me diré lejos, no seré yo, no diré nada, habrá una historia; alguien intentará contar una historia (…) Muévete primero, es necesario un cuerpo, me diré un cuerpo (…) a eso llamaré vivir, diré que soy yo, me pondré en pie, no pensaré más, estaré demasiado ocupado en mantenerme en pie (…) voy a desear, a desearme un cuerpo…»       

 

Este extracto de: Textos para nada de S. Beckett vino a mi memoria mientras recorría las páginas de este libro, Cartas de navegación. Una propuesta que pone en jaque cualquier intento de referenciarse en algún yo que se crea cierto, una propuesta que cuestiona la idea de sujeto como fundamento, que abre compuertas a un sujeto incierto. Una propuesta a resguardo de que un sujeto pueda ser identificado en un quién, que se personalice, que se pueda aspirar a un sí mismo, en fin, una ruptura de cualquier equivalencia entre sujeto y subjetividad.

No me fue fácil arribar a estas líneas que pudieran decir algo de Cartas de navegación. Y agradezco el obstáculo. Navegué, un poco a tientas, un poco a vela.

En primer lugar no tenía lectura del pensamiento de J.L. Nancy, salvo por aquel Título de la letra, que leíamos para leer a Lacan. Con las Cartas he podido arrimarme a ese pensamiento que me sorprendió gratamente.

Esto implicó un esfuerzo de desalojo de mis cánones de lectura, saberes pre-concebidos, diría que estoy bastante instalada en el pensamiento de Lacan, pero me gusta incomodarme, que un libro me desacomode, este libro me ayudó a “intrusarme”, a que algo me desaloje de estar cómodamente en casa. Intrusarse: dejarse habitar por lo intruso. Alojar al intruso sin que sea rápidamente naturalizado, así su llegada no acaba, al decir de Nancy.

El libro me abrió a nuevos territorios, desconocidos hasta su arribo, y acepté su desafío.

Nuevos territorios como el campo de la filosofía, Cartas de navegación sugiere: el campo de lo filosófico interpelando al de la clínica.

Un saber “otro” que descompleta el terreno en el que nos asentamos. Y remito a Foucault cuando dice: Filosofía es decir, esto también se puede pensar de otro modo.

El otro punto que me hizo interrogante fue el relativo a la segunda parte del título, Escrituras clínicas. En función de ello esperaba encontrar relatos clínicos, pero no, primer supuesto a deponer, ni relatos, ni casos, ni viñetas clínicas; esto debe tener su lógica, pensé, y confié al texto que me entregara sus razones. No hay “caso” clínico porque no hay quién, hay escrituras clínicas, y el quién se nombra: lo traumático, lo roto, lo desanudado, la esquirla, el abismo. Desentender la escucha de un quién personal. Escucha que se quiere trágica, no personal. Trágica como aquello que bascula una tensión sin resolver su intensidad. Lo intruso es el quién de las escrituras clínicas.

Las voces de este libro tampoco se identifican con cada uno de los autores y eso, ¿no va en el mismo sentido?

Cartas de navegación, fiel a una filiación deleziana-guatariana, cartografía un mapa clínico que no representa ni describe, traza el plano en las esquirlas de las esquirlas de las esquirlas. Mapa como producción y no como reproducción. Clínica que, al proponerse actual, ha de desalojarse del caso para arrimarse a las esquirlas, nos dice el texto.

En Del rigor en la ciencia, Borges narra el empeño de todos los habitantes de un reino por construir un mapa perfecto de su país. La compulsión representativa los llevó a extender tanto los límites de ese mapa que finalmente alcanzó las mismas dimensiones que el reino. En ese momento perdió su condición de mapa, se convirtió en calco y fue abandonado a las inclemencias del tiempo, por inservible. Dice Borges: Las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del Sol y los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos.

Ruinas del furor por calcar la realidad, por espejar el mundo.

Como lo sugiere la ironía de Borges, Cartas de navegación nos invita a no pretender ninguna totalidad a contentarnos con fragmentos, astillas de lo clínico. Al abandono del mapa del “caso” nos invitan estas escrituras. Escrituras clínicas a escala de lo singular. No hacer “caso”, no hacer caso clínico y no hacer caso, indisciplina de psyché, dice el texto: Lo clínico escucha sin hacer caso y produce sin generar mundo. 

Desinstalar aplicaciones: interrogar la idea de sujeto. Cartas de navegación es una vasta interrogación de la noción de sujeto, tomando como disparador el título del libro de Nancy, ¿Un sujeto? Título que interroga, como se interroga en estas páginas las distintas derivaciones de la palabra, del sentimiento y de la noción de sujeto. No sin jugar con expresiones lingüísticas que desmitifican el lugar del mismo, como ser: sujeto a stock, ¿pueden los sujetos ejercer el análisis? Desgastando de ese modo al supuesto sujeto. Casi como siguiendo el lema de Mallarmé que versa: Profiero la palabra para volverla a sumergir en su inanidad.  El sum cartesiano deviene salón de usos múltiplex. Descartes: luego existo.

Sujeto quiere decir supuesto en latín, sub-puesto, puesto por debajo y las líneas dibujadas por estas cartas navegan en las superficies, ninguna suposición de profundidad, de psicología profunda, y en la clínica no se apela a un sentido oculto a descifrar, éste se produce, se inventa.

Sujeto supuesto, una tautología, una vez que ese concepto se pone en vigencia pasa a formar parte de una instancia personológica. También para la clínica.

¿Podría ser el gesto de la escucha psicoanalítica, un contra gesto, una des-suposición?

Quedaría totalmente des-sustancializado, asemejándose así a una arribancia, y no a algo/alguien que existiese previamente. Se sostiene así la idea heideggeriana del sujeto como advenimiento y  desaparición, dice el texto y continúa:

Cuál sería el gesto eficaz de una clínica que, reteniendo al sujeto como aparición y no como categoría, nos permitiese una escucha des-sujetada.

Contra gesto.

La noción de sujeto no es unívoca, ni en la historia de la filosofía, ni en el psicoanálisis ni en la psicología, esto la hace síntoma de lo Uno. La equivocidad en la noción misma, hace a la ruptura de cualquier “mismidad”. 

La apuesta de este libro puede decirse así: Pensar sin sujeto, pensar sin supuestos. Deshacer los supuestos, ¿no es a eso a lo que conduce un análisis?

Vernos confrontados a los supuestos que sustentan nuestras elaboraciones teóricas y con los que abordamos la clínica, es un desafío.

¿Qué queda, qué resta si deshacemos el supuesto, a ese sujeto que funciona como soporte? Queda lo expuesto, asistimos a un movimiento que va del sujeto des-supuesto, a lo expuesto, de lo supuesto a lo expuesto. Del por debajo, a lo ex, al afuera. Subjectum no soporte sino mera exposición, existencia que va hacia fuera.

En la muesca que deja el subjectum, allí donde debería estar el sustrato de la esencia, allí aparece el acto existente de un cuerpo. Comparece un cuerpo, a eso Nancy lo llama singular, y eso adviene cada vez, en la forma de un existente, siempre expuesto.

Lo que va entonces al lugar del soporte es un cuerpo, soporte corpóreo que sustituye la presunción del sujeto de la representación.

Cuerpo expuesto al encuentro con otro, con otros. Exposición de unos a otros, esa exposición tiene el nombre de singularidad.

Ese singular adviene cada vez, no llega para quedarse por eso es un arribante. Cuerpos  arribantes, es decir, dispuestos a intrusarse, a meterse sin avisar.

Cartas de navegación me hizo conocer una palabra que me cautivó: Arribancia, lo que viene, lo que llega, lo que no cesa de estar arribando, se mantiene en el umbral, no acaba de llegar, gesto de lo no acabado, no terminado, sino de lo que acontece siendo, llegada de lo otro, de lo intruso.

Cartas de navegación para tocar la orilla, ese borde riesgo, sin soporte, con cuerpo, como arribante intruso en una tierra: hospitalidad.

¿Cómo sería entonces una clínica de la arribancia, o mejor una clínica que aloje lo arribante?

En primer lugar una observación sobre la manera en que se nombra clínica en este texto.

Se habla de la clínica pero también se la nombra como lo clínico, es decir, se la des-sustantiva, dejando de lado la idea de La, que conduciría a una especie de esencia de la clínica. No hay “la” clínica. También se la podría pluralizar, las clínicas: una por una, no colectizables. La en tanto concepto lleva a lo universal o único, al Todo. Por eso destaco que se hable de lo clínico. Dice el texto:

Toda escucha funda una manera clínica, la ejerza o no. Y dado que la clínica implica una profunda descategorización, la escucha no podría ser nunca de categorías sino de partículas, esto es: fragmentos de lo particular.

Cartas de navegación, ¿en qué sentido escrituras clínicas? 

Estas escrituras cartografían un territorio un poco ajeno, foráneo, alóctono, y qué es escritura sino ese desvío, esas líneas de fuga por donde arribar a nuevos puertos, o también extraviarse, de lo ya sabido, conocido, concebido y consabido.

Clínica de la invención, de la inadecuación.

Por último quiero destacar que el texto tiene frases muy logradas.

Cito una de ellas referida al sentido que no deja de pasar algo de lo sentido también, (el sentido) No es descubierto sino producido. Se inventa en el caldero de lo común, sin autogestión, al fuego, a la calidez, que impregna en su aroma la posibilidad flotante de  generar siempre algo nuevo, que cause asombro.(…) Allí donde la clínica rigidizada supone lo hecho, la escucha es de lo que se está haciendo, en gerundio. Lo que se deja capturar por el aroma eminente de lo que coce.

Dije que el texto tiene frases muy logradas, en las que se lee que allí hay escritura, ¿qué quiero decir con eso? Que logran hacer pasar algo, que tocan hondo, es decir, tocan la piel.


img_9702-1Elizabeth A. Barral. Psicoanalista. Miembro de Lacantera freudiana. Coordinó desde 2013 hasta 2019 el Taller Letra y Psicoanálisis en dicha institución. Integró el comité de redacción de la revista Espejos Rotos, revista de psicoanálisis. Viene trabajando en el entrecruzamiento psicoanálisis-literatura desde hace varios años. Ha escrito artículos sobre el tema entre los que se destacan, En busca del tiempo perdidoUna experiencia musical, un trabajo sobre Proust, publicado en el libro Esto lo estoy tocando mañana. Tachaduras. La regla del juego, sobre la escritura y Michel Leiris, publicado en La máquina des escribir, y La ética del fauno, sobre la función poética del lenguaje y los anagramas en Saussure, publicado en Espejos Rotos. Trabaja actualmente en un escrito sobre Joyce.


IMG_0210Victoria Larrosa. Lic. en Psicología, UBA. Doctoranda en Psicología. Practica la escucha clínica desde 1997. Trabajó en el Hospital José T. Borda entre 1997 y 2001. Es Jefa de Trabajos Prácticos en la Materia Problemas Antropológicos en Psicología, UBA.  Es docente en el Postgrado Vínculos, Familias y diversidad cultural del Instituto Universitario del Hospital Italiano. Fue docente en la Facultad de Psicología, UBA, de Teoría y Técnica de Grupos II y Psicología Institucional y en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) en Psicología Social e Institucional. Dio clases en la Universidad de Lanús. Es autora del libro Curandería, escucha performática, clínica y gualichera (Heckt, 2018); coautora en Instancias en común sin comunidad (La Cebra, 2018) y en Ensambles (EUDEBA, 2011); coeditora y autora de varios artículos en Revista Transversales 1 y 2 (2010, 2011). Investiga: escucha, sonoridad, sentido, dolor, escritura, entre el psicoanálisis, filosofía y estética.


IMG_0211Horacio Medina. Lic. en Psicología, UBA. Psicoanalista, práctica clínica desde 1996. Magíster y Especialista en Ciencias Sociales y Humanidades. Mención en Comunicación (UNQ). Psicólogo institucional en GCBA. Profesor Adjunto de la cátedra Problemas Antropológicos en Psicología (UBA). Docente de Extensión en UBA y UNLA. Docente de Posgrado en UNER sobre el pensamiento de J.L. Nancy. Realizó investigaciones en UBACyT en los campos interdisciplinarios de Psicología y Antropología. Docente de Maestría en Vínculos, Familias y diversidad cultural del Instituto Universitario del Hospital Italiano. Coordinador editorial y co-autor del libro Ensambles (2011). Participación como co-autor en los libros Incesto: un síntoma social, en Juventud, memoria y transmisión: Pensado junto a Walter Benjamín (NOVEDUC, 2012) y en Entreveros y afinidades 2 (La Hendija, 2017), publicación de artículos en revistas nacionales e internacionales. Participación en Jornadas y Congresos. Investigador en el cruce entre el psicoanálisis, teoría literaria y el pensamiento contemporáneo: trauma, historia reciente y narrativas biográficas.


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Fernando Montañez. Lic. en Psicología, UBA. Maestrando en la Maestría en Ciencias Sociales y Humanidades. Mención en Comunicación (UNQ). Profesor Adjunto a cargo de la materia  Problemas Antropológicos en Psicología (UBA), desde 2008. Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.  Práctica la clínica desde 1991. Fue concurrente en el Centro de Salud Mental Ameghino. Ha participado de investigaciones en UBACyT en el campo de psicología y antropología. Presenta habitualmente trabajos en encuentros profesionales, congresos y jornadas de psicoanálisis. Coautor del Ensambles (EUDEBA, 2011). Cartas de navegación, Escrituras Clínicas, es parte de su interés por el avance del psicoanálisis y de las preguntas que, suscitadas por la clínica, comparte con sus amigos.


 

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