Por Gisela Avolio.
Editorial, Helga Fernández.
– ¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?
-En primer lugar, muchas gracias a los integrantes de “En el Margen, revista de psicoanálisis” especialmente, a Gisela Avolio -por la invitación a participar de esta entrevista-.
Freud nos transmitió que las preguntas por el origen son respondidas mediante las protofantasías que ofician de velo a lo imposible del punto de partida del sujeto.
El acontecimiento primero que propició el devenir de “los gozos y las sombras” del sujeto hunde sus raíces en lo real y queda novelado en un mito, en un saber que cubre lo no-sabido. La resonancia de lo visto y oído forja la urdimbre en la que se trama la no relación sexual de sujeto con los otros, con el Otro. Ni lo simbólico, ni lo imaginario cubren lo real. Hay cubrimento porque el objeto a (causa de deseo, plus de gozar) es irrepresentable. El recuerdo es encubridor porque el hecho primero está perdido. Escribimos, contamos una historia de “la primera vez” al mismo tiempo que el origen se hace punto de fuga. Concatenamos sucesos que intentamos inscribir en un pasado. En la práctica del psicoanálisis, como analizantes, la pulsión y su gramática articulan el fantasma y el deseo. Descubrir, descubrirse, hacerse descubrir: momentos del análisis que propician hacer de lo vivido (y de lo no vivido) causa de la invención de un deseo.
Aquí van algunos retazos que pueden oficiar de entusiasta encuentro con el Psicoanálisis:
En la Facultad de Psicología de la UBA, en las clases del Profesor Ostrov, en la cátedra de Introducción a la Psicología. También, en la cátedra Psicología Comprensiva, en la que se abordaron las nociones de la Psicología del Yo de H. Hartmann versus los conceptos de los primeros Seminarios de Lacan. Y, fundamentalmente,en la cátedra de Psicopatología cuya titular fue Beatriz Grunfeld y el ayudante de trabajos prácticos, César Abudara. La lectura de algunos Historiales Clínicos (Dora, el Hombre de las Ratas, el Caso Schreber) y el abordaje de la Psiquiatría Clásica despertaron mi entusiasmo por la letra freudiana y la psicopatología.
En la Residencia de Psicología del HIGA “Oscar Alende” de Mar del Plata, se anudaron la práctica clínica en el ámbito público y el privilegio del encuentro con María Clara Areta como Instructora. Sus convicciones clínicas y éticas, su aguda lectura del hecho clínico en los detalles dela psicopatología de la vida cotidiana de “los pacientes de Hospital”, su rigurosa y entusiasta transmisión de la clínica psicoanalítica y del tratamiento posible de las psicosis (¡hace ya 30 años!), hicieron/hacen de su decir –en Mar del Plata – antecedencia.
En la Escuela Freudiana de Mar del Plata: en mi labor clínica cotidiana, encuentro los efectos del Psicoanálisis en extensión, en la formación en Psicoanálisis no sin los otros.
En el análisis personal y en las supervisiones, el Psicoanálisis se torna hallazgo y entusiasmo.
Desde la infancia, mis padres me llevaron asiduamente al teatro. También, canté en un Coro hasta el fin de mi adolescencia. La curiosidad por las “bambalinas”, por cómo se produce una escena (la Otra escena), por el efecto de resonancia de las voces y sonidos, constituyen el “patchwork” pulsional, en que el oficio del Psicoanálisis, me cubre y descubre.
-¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad?
-Me resulta muy difícil responder esta pregunta. Puedo intentar transmitir algunos interrogantes que me interpelan – en este momento – en la práctica del Psicoanálisis.
En el abordaje de los pacientes psicóticos en las instituciones públicas, encuentro que – a pesar de los efectos que la escucha psicoanalítica introdujo en el tratamiento de las psicosis -predominan tácita o explícitamente ideales sociales similares a los de la Psiquiatría de comienzos del siglo XIX. Me refiero a: la concepción del delirio como error de juicio y el intento de “tratarlo” mediante la reducción del error; la pregnancia de los prejuicios sociales por sobre las consideraciones clínicas (“vago”, “larva”, “delincuente”, etc); la insistente demanda (formulada por profesionales, familiares e instituciones intervinientes) de la “cura por productividad”. Es decir, la adaptación del paciente a algún dispositivo (taller, hospital de día, comunidad terapéutica) que – en algunas ocasiones – reproducen las condiciones de ingreso y permanencia en una fábrica (cumplimiento de horarios, de asistencia, etc). Entiéndase bien: esos dispositivos me parecen muy propiciatorios para alojar y trabajar con pacientes psicóticos. No comparto – y me preocupa – que el Ideal capitalista de productividad se filtre en la conducción de los tratamientos. Cito a Diego Sztulwark, en el artículo: “Política del síntoma”, en el blog “Lobo suelto”: El “neoliberalismo, es decir, una forma de capitalismo particularmente totalitario, en el sentido de que se interesa por los detalles mismos del modo de vivir. Lo neoliberal no designa un poder meramente exterior, sino la capacidad de organizar los afectos y de gobernar las estrategias existenciales. Llamamos neoliberalismo, entonces, al devenir micropolítico del capitalismo, a sus maneras de hacer vivir”. En este sentido, me parece que uno de los problemas clínicos de nuestra contemporaneidad es la reproducción de “lo neoliberal” en la política de las instituciones de Salud Pública.
En relación al tratamiento de los pacientes psicóticos, cito a M. Foucault, en el libro: “El poder psiquiátrico” (páginas 293/294): “El Hospital funciona como sistema disciplinar. La principal técnica de la disciplina asilar es no pensar en eso: “no piense en eso, piense en otra cosa, lea, trabaje, vaya al campo, cultive, no su jardín, sino el del Director, dedíquese a la carpintería, gánese la vida, pero no piense” en eso. No pensar en ESO, con toda la resonancia sexual que “eso” tiene. Entonces, cuando no se piensa en “eso”, cuando no se propicia trabajar las coordenadas clínicas que precipitaron la alucinación y el delirio, cuando se intenta resolver el padecimiento psicótico por la adaptación a la realidad o al Ideal capitalista, se forcluye todo tratamiento posible de las psicosis. En ese sentido, me parece que el Psicoanálisis aportó y sigue aportando un abordaje del tratamiento de las psicosis que se orienta “al revés” de la producción en serie; y que intenta trabajar los síntomas psicóticos como producto singular, para poder pensar en “eso”, en serio. Lo cual no excluye (todo lo contrario) el alivio del buen humor, del chiste, de la risa
Sylvia B. Moretti es psicoanalista. Miembro fundadora de la Escuela Freudiana de Mar del Plata. Fue Residente e Instructora de la Residencia de Psicología del HIGA “Oscar Alende” de Mar del Plata. Actualmente, se desempeña como psicóloga de planta permanente de dicho Hospital. Docente y supervisora de las Residencias de Psicología de Hospitales Públicos de Mar del Plata y Necochea. Dicta cursos en la EFmdp. Desempeña la práctica del psicoanálisis en consultorio privado.
Gisela Avolio, actualmente trabaja como analista, es miembro fundadora de la Escuela Freudiana de Mar del Plata, y miembro de Fondation Européenne pour la Psychanalyse. Fue Residente de Psicología en el Htal. Subzonal especializado Neuropsiquiátrico Dr. Taraborelli (Necochea, Bs. As.). Dicta clases en las actividades de la Efmdp, y allí coordina el dispositivo Práctica psicoanalítica con Niños y Adolescentes, desde 2010; actualmente es docente y supervisora de la Residencia de Psicología Clínica de los Hospitales Provinciales de Necochea y Mar del Plata. Y dicta clase anualmente en Centre IPSI de Barcelona. Desempeña la práctica del psicoanálisis en el ámbito privado.