Por Gisela Avolio.
Editorial, Helga Fernández.
-¿ Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?
-El psicoanálisis lo descubro en la infancia, sin saberlo, tenía 6 años, no la estaba pasando bien y mis padres, afortunadamente, deciden mandarme a una analista. A través del juego, la palabra, el silencio, la pregunta, encontré un otro lugar posible.
A los 19 años cursando la carrera de arquitectura, luego de escuchar una clase dictada por un docente sobre Aristóteles y Freud, una catarata de preguntas me invadió, sabiendo que la angustia era una señal y que existía un lugar posible de ser soportada comencé otro análisis. Paralelamente, armé un grupo de estudio que duró varios años coordinado por quien en ese momento era mí analista, estudiábamos Freud, no lo
había leído pero ya tenía experiencia de su descubrimiento.
A los 25 años decido entrar a la Escuela Freudiana de la Argentina y tomó dimensión el hecho de que el psicoanálisis es un discurso que se interroga a sí mismo, y no es sin otros. Comienzo otro análisis que continúo hasta la actualidad.
El deseo del analista que hay en mí hizo posible que comenzara a atender pacientes primero en un centro de salud, pasando por prepagas hasta comenzar a recibir derivaciones privadas, todo esto de la mano de la presentación de trabajos en Jornadas y Congresos.
Sin el análisis, la supervisión y formar parte de la Efa, no es, ni hubiera sido posible.
–¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra
contemporaneidad?
-Considero que lo que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad es la posibilidad de resistencia para que la palabra no pierda su valor. Si la palabra pierde su valor dejamos de existir. Frente a la alienación y al malestar en la cultura que nos atraviesa tengo la convicción de que en última instancia, pero es mejor que sea en la primera, la única salida es el inconsciente, aunque nos haga enterar de aquello de lo cual no queremos saber nada. Sin la convicción en el inconsciente, por parte del analista, se pierde la posibilidad de creer ahí para que la palabra del analizante tome valor de acto y la dimensión que conlleva haga a la posibilidad de existencia, de experiencia y convicción. Esto va más allá de lo contemporáneo.
En ciertos sectores se ha mercantilizado y marketinizado tanto en nombre del psicoanálisis que podemos leer libros o publicaciones en diarios realizadas por personas que se hacen llamar psicoanalistas pero que transmiten moral, saber universitario y estandarización al estilo del programa televisivo de los años `80 “la salud de nuestros hijos” o “Ser padres hoy” y eso no es psicoanálisis, porque el psicoanálisis no estandariza, ni moraliza, ni es la acumulación de saber, ni de títulos, ni hace mercado, se encarga y trabaja con los medios de producción de un saber, un saber inconsciente. Hay una zona de la Sociedad del Saber que avanza sobre el psicoanálisis e impone lógicas que no son psicoanalíticas: la mercantilización y el sentido común.
El psicoanálisis instituye un lugar de falta, que hace a la ética de lo que llamamos deseo y eso es un gran aporte.
Gisela Avolio, actualmente trabaja como analista, es miembro fundadora de la Escuela Freudiana de Mar del Plata, y miembro de Fondation Européenne pour la Psychanalyse. Fue Residente de Psicología en el Htal. Subzonal especializado Neuropsiquiátrico Dr. Taraborelli (Necochea, Bs. As.). Dicta clases en las actividades de la Efmdp, y allí coordina el dispositivo Práctica psicoanalítica con Niños y Adolescentes, desde 2010; actualmente es docente y supervisora de la Residencia de Psicología Clínica de los Hospitales Provinciales de Necochea y Mar del Plata. Y dicta clase anualmente en Centre IPSI de Barcelona. Desempeña la práctica del psicoanálisis en el ámbito privado.