Dos preguntas a Martín Trigo.

Por Gisela Avolio.

Editorial, Helga Fernández.


-¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?

-Al recoger el guante personal a que nos incita esta primera pregunta ambas se relacionan.

Hace algún tiempo en una reunión con ex compañeros del secundario, las conversaciones se plagaban de anécdotas y reflexiones. Uno de ellos, abogado, nos interpeló a quienes estábamos a su alrededor con la copa de vino perforada en las manos:

¿Alguna vez tendremos conciencia de las consecuencias que tuvo para nosotros vivir la adolescencia en tiempos de la dictadura?

Me sorprendió. Habían llegado a mi cuerpo sus palabras.

Resignifiqué de aquellas épocas que  mi profundo interés por hablar y pensar con mis amigos  las zonas de dolor de lo que es habitual en el conflicto adolescente, tramitaban también los efectos de ese silencio porteño que  gritaba en cada esquina la soledad de una ciudad aturdida.

Recordé cuánto me aliviaba escuchar y ser escuchado en bares impregnados de aromas y sonidos de café, cerveza y tabaco negro. Lo mortífero se desarmaba  entre aquellas palabras que nos encontraban y nos reunían mejor para disfrutar lo posible y aun así sentir la singular libertad de reír y de descubrir un mundo propio. Un mundo engendrado en  las resonancias de nuestro impetuoso deseo que le robaba la vida a la sociedad del dolor.

Intento captar si aquella contemporaneidad plasmó en mí la convicción de que enlazarse por la palabra deshace lo opaco  y mortificante de la existencia.

Pocos años después fui  a buscar en la carrera de psicología las herramientas para hacer algo con el padecimiento del otro y el propio.

Analizándome desde entonces, viví en cada tramo de esa experiencia que la fuerza del deseo me hacía ir con entusiasmo a encontrar buscando, y que lo que no andaba, no era una dificultad sino una razón. Y ocurrió aquello que Freud había anticipado. Simplemente apestado, eran los textos de psicoanálisis los que leía en la carrera. Me sorprendía que siempre siguiera un poco más. No me detenía en lo solicitado para los exámenes. Es más, aun habiéndolo hecho, no recuerdo haber estudiado para otras materias. La materia era esa curiosidad que se producía entre el psicoanálisis y mi futuro.

Ya psicólogo ingresé como analista en una institución que se proponía escuchar a quienes el terrorismo de estado había forzado a enfrentar un siniestro Real inasimilable, traumático, lesionando sus vidas para siempre. Ahí el psicoanálisis me ofreció en  mi primer supervisor su insolencia socrática como orientadora en el vital valor equívoco de la palabra.

Al poco tiempo, otra vez el daño injertado desde el estado social de las cosas  se presentaba en mi ejercicio. El Hospital Público me albergó y me propuso el encuentro con colegas que transmitían sin claudicar la autorización a la que Lacan nos convoca.

El Centro Ameghino primero y el Centro 1 después, fueron la casa a habitar con analistas con quienes nos hacíamos responsables de una respuesta. El acto analítico nos empujaba a dar razones. En esa investigación se enhebraron espacios de seminario y discusión clínica donde la trasmisión de algunos maestros fue la vía de llegada a la EFBA.

Encontrar otra vez la puerta abierta de la facultad, en la Universidad Pública, anota luego otra marca, en una función docente que cada tanto se hace enseñante.

Se pueden relevar las trazas de cómo cada analista descubrió el psicoanálisis.

No así el cuándo, dado que bordea una imposible ubicación cronológica.

Son más las veces que sin cesar, el psicoanálisis en sus efectos, nos descubre a nosotros.

-¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad?

-Sin dudas entiendo al psicoanálisis como una praxis afectada por su contemporaneidad. En tanto praxis su acto se precipita en las superficies que constituyen los imaginarios y la lógica de discurso de cada época. Siempre que puedan situarse, los efectos de la experiencia analítica perforan y vacían la arrogante fuerza del discurso capitalista.

Donde la ciencia realiza una escritura posible de lo Real, su desvío a la religión del mercado patentiza una deshumanización que desborda cualquier presagio. Se puede leer que la práctica del análisis así como la inserción de los psicoanalistas en los diferentes espacios donde es posible una intervención, reubican al sujeto dividido en el lugar de la verdad desalojando al amo. Condición necesaria para que vía el acto analítico el sujeto encuentre su causa en una travesía singular.

Pasar lo que se intenta acallar como anomalía  a la cualidad de un síntoma promotor de la emergencia del sujeto, es un aporte que implica una rectificación en el lazo.

Lo originario del psicoanálisis retorna en cada práctica que propone alojar la fuerza vital de la palabra y hacer lugar al arte del que cada quien sea capaz. En tiempos de sacralización de la tecnología, hacer hablar sus consecuencias, es restituir la dignidad humana más allá de la religión, más allá de la técnica, más allá del placer como padecimiento. En el enigma del deseo y en el obrar con lo que falta, un entramado de semejantes hace caer la imprudencia del solitario individuo  contemporáneo.

Otros lenguajes, estéticos, artísticos, políticos e insurgentes, develan junto al discurso del psicoanálisis, que el otro es más una oportunidad que una amenaza.


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Martín Trigo es Psicoanalista. Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Institución en la que dicta habitualmente seminarios y en la que integra carteles sobre temas del psicoanálisis hace ya varios años. Ha publicado diversos textos y participado frecuentemente en la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis  y en diferentes dispositivos de trabajo y congresos de la Convergencia. Psicólogo de Planta del Centro de Salud Mental N°1 (CABA), se desempeña como Supervisor de Concurrentes y Residentes,  es Director de Cursos de Posgrado y del Espacio de Investigación en Psicoanálisis de esa Institución, desde donde dirige la Revista Ensayos. En la UBA, Facultad de Psicología,  es Coordinador General de la Práctica Profesional “La clínica en la Emergencia” y es colaborador Docente en Cursos de Posgrado y en Seminarios de la Maestría en Psicoanálisis.


0064cabb-d1f4-48e7-b20a-602c27c884c1-2Gisela Avolio, actualmente trabaja como analista, es miembro fundadora de la Escuela Freudiana de Mar del Plata, y miembro de Fondation Européenne pour la Psychanalyse. Fue Residente de Psicología en el Htal. Subzonal especializado Neuropsiquiátrico Dr. Taraborelli (Necochea, Bs. As.). Dicta clases en las actividades de la Efmdp, y allí coordina el dispositivo Práctica psicoanalítica con Niños y Adolescentes, desde 2010; actualmente es docente y supervisora de la Residencia de Psicología Clínica de los Hospitales Provinciales de Necochea y Mar del Plata. Y dicta clase anualmente en Centre IPSI de Barcelona. Desempeña la práctica del psicoanálisis en el ámbito privado.


 

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