Dos preguntas a Patricia Martínez.

Por Gisela Avolio.

Editorial, Helga Fernández.


-¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?

-Mi primer encuentro con Freud fue casual. Yo tenía casi 15 años y andaba detrás de un aro perdido, corriendo muebles y ahí estaba él, arrumbado y malherido detrás de un aparador.
En mi casa natal no había bibliotecas, los libros circulaban. Una vez leídos se compartían, jamás se estacionaban. Entre esos libros llegó la primera edición de las obras completas de Sigmund Freud al castellano, año 1948, en traducción de Lopez- Ballesteros y de Torres. Eran dos tomos en papel biblia, tapas de cuero con letras doradas. Detrás del mueble estaba el tomo I despatarrado, las hojas marcadas por la humedad y la tapa despegada. Me dediqué de inmediato a recuperarlo, y fue así que di con el tomo compañero que mi madre guardaba en un placard, y que justamente no había sufrido el destierro obligado, gracias a que no hallaba el compañero para regalarlo como corresponde, los dos tomos juntos.

Me apropié de inmediato de ambos tomos, y comencé a leer los índices. Naturalmente me detuve en el Tabú a la virginidad, aunque reconozco que no me resultó atractivo el artículo y tampoco lo entendí. Por entonces me había comprado con un primer sueldo de verano La guerra y la Paz, de Tolstoi, y me había armado un estante para los libros que decidí conservar rompiendo la tradición familiar.

Ahí estuvo durante un tiempo Freud junto a Tolstoi, hasta que un día volví a hojearlo. Esa vez me detuve en las Lecciones introductorias al Psicoanálisis y en un párrafo que de ahí en más me acompaña. En ese momento lo sabía de memoria, ahora casi. Hablaba del valor de las palabras.

«(…)en un principio las palabras formaban parte de la magia y conservan en la actualidad algo de su antiguo poder, por medio de palabras puede alguien hacer feliz a un semejante o llevarlo a la desesperación, no podremos desdeñar el valor de las palabras como medio de influenciación entre los hombres y su valor en la psicoterapia. (…)»

Al costado del párrafo, escrito con lápiz escolar yo anoté: Bien Sig!, y empecé con él un diálogo irrespetuoso e ignorante de su autoridad. Cuando poco tiempo después, ya para mis 19, decidí empezar un análisis, busqué alguien que trabajara con las palabras como mi amigo Sig, y ahí comenzó un viaje que continua hasta el día de hoy.

De ese encuentro conservo hasta ahora, el interés siempre renovado por el psicoanálisis y la manía de acomodar las bibliotecas poniendo los libros de manera tal que los autores no se sientan abrumados por quedarse en un estante, en vez de andar recorriendo el mundo.

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El libro de Freud que encontró Patricia.

-¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad?

-Agradezco la pregunta y la participación en este diálogo que proponen En el Margen, me ha resultado muy grato leer las respuestas que se han ido dando, ayudan a pensar.

Estoy actualmente leyendo El Saber del Psicoanalista, de Lacan y me tope con esté párrafo:

“…a saber, este nuevo estatuto del saber, es lo que debe traer aparejado
un tipo totalmente nuevo de discurso, que no es fácil de sostener, y que hasta
cierto punto aún no ha comenzado.”

Entiendo que no será el psicoanálisis, sino que somos los psicoanalistas los que tenemos en nuestras manos el presente y el futuro de este discurso que el
psicoanálisis es.

Sigo pensando y hoy más que nunca que el psicoanálisis, tal como decía el poeta: “es un arma cargada de futuro”.

Sigo pensando que la palabra es subversiva. Lo verifico cada día en la práctica que hago, no sólo en el consultorio sino a nivel institucional. La gente consulta porque no la pasa bien, porque el malestar invade, toma el cuerpo, impide trabajar, amar, pelear las vicisitudes de la vida tragados por el infortunio personal. Nuestra época nos empuja al individualismo, la segregación y las soledades en masa. Los lazos se vuelven líquidos y los síntomas se quieren acallar sin contemplaciones. El encuentro con un espacio para la palabra, con un tiempo para decir no sólo alivia el sufrimiento, hace la vida un poco más amable, aunque el malestar en la cultura sea incurable.

Lacan, en Vincennes, allá por el 69, dijo sobre su enseñanza: “no hago demasiado, pero si lo justo para hacerlos avergonzar” .Es una respuesta que continuo pensando, entiendo que hace a la ética del analista, si puede pensarse que para cada uno de nosotros y hasta cierto punto, aún algo no ha comenzado, y que el futuro dependerá, en tanto existan el malestar y el síntoma, de la respuesta que podamos sostener en la vía abierta por mi amigo Sig y la enseñanza recibida de Lacan.


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Patricia Martínez. Psicoanalista. Miembro de la Escuela Freudiana de la Argentina desde 1990. Adscripta a la Fundación del Campo Lacaniano. Desempeña la práctica del psicoanálisis en el ámbito privado y en el ámbito institucional se desempeña como coordinadora de equipos profesionales de salud mental en la Provincia de Buenos Aires y en el Sanatorio Finochetto. Directora del Grupo Maschwitz, desempeña tareas de atención y transmisión del psicoanálisis. Colabora con En el Margen, Revista de Psicoanálisis en la sección Historias Clínicas.


gisela avolio

Avolio, actualmente trabaja como analista, es miembro fundadora de la Escuela Freudiana de Mar del Plata, y miembro de Fondation Européenne pour la Psychanalyse. Fue Residente de Psicología en el Htal. Subzonal especializado Neuropsiquiátrico Dr. Taraborelli (Necochea, Bs. As.). Dicta clases en las actividades de la Efmdp, y allí coordina el dispositivo Práctica psicoanalítica con Niños y Adolescentes, desde 2010; actualmente es docente y supervisora de la Residencia de Psicología Clínica de los Hospitales Provinciales de Necochea y Mar del Plata. Y dicta clase anualmente en Centre IPSI de Barcelona. Desempeña la práctica del psicoanálisis en el ámbito privado.


 

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