Por Gisela Avolio.
Editorial, Helga Fernández.
-¿Cómo y cuando descubrió el psicoanálisis?
-Lo descubrí al inicio de la carrera de Psicología en la UBA. Fue en 1968, año pleno de movimientos sociales y políticos en Argentina, Latinoamérica, Francia y EEUU. En esa época se estudiaba a Marx, Freud, Lacan y otros en grupos de estudio, pero también en la Universidad. Después de graduarme en el 74, al poco tiempo atendí mi primera paciente. Aún no me había psicoanalizado aunque estaba haciendo psicoterapias de orientación psicoanalítica, y tuve mi primera experiencia con una paciente que sufría de un síntoma: amenorrea. Apliqué el método freudiano y ella pudo levantar el síntoma después de algunas interpretaciones. Nunca sabré bien porqué: si fue el amor de transferencia (y por ende un efecto de sugestión), o esas interpretaciones, es decir, un efecto propiamente analítico lo que permitió la remisión del síntoma. Lo cierto es que ese acontecimiento me hizo pensar que lo que estaba aprendiendo resultaba eficaz, y que tal vez, yo no lo hacía del todo mal. Mi deseo de saber más sobre el psicoanálisis se multiplicó, y hoy sigo más convencido que nunca a pesar de mis resistencias, que también las tuve.
Luego emigré a Barcelona y aquí llevé a cabo dos análisis personales. Del primero he rescatado fundamentalmente la importancia de tener en cuenta todo lo que dice el analizante, desde el inicio al fin de la sesión. Todos los detalles son importantes, y como es sabido, es en el aprèz coup del acto que algo se revela. También aprendí la importancia de sostener el setting, las condiciones del pacto analítico, sin lo cual un análisis no se puede efectuar.
Del segundo, la importancia del silencio del analista para que el analizante haga su trabajo de elaboración, y la fecundidad del tiempo libre, no breve, pero libre y del corte de la sesión. Los dos análisis me permitieron sostener mi deseo, algo que ya me había transmitido mi padre.
Mi experiencia con niños, adolescentes, adultos con sujetos de las tres estructuras clínicas, me ha reafirmado en la importancia que hay que darle a los sueños. Pero sobre todo me ha permitido entender que todo lo que se dice en sesión es retórico. Se habla de cualquier cosa…para hablar de la relación transferencial con el analista, ya sea de modo metafórico o metonímico. Y el resorte de la eficacia terapéutica del análisis está en la intervención en la transferencia.
–¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad?
-Mucho. Simplemente con rescatar lo que Freud demostró mediante sus casos, es decir, que el sujeto está en conflicto consigo mismo, que está dividido, que hay ideas asociadas a un goce pulsional que reprime para no admitir en su conciencia porque le resultan insoportables, y que eso suele retornar en forma de inhibición, síntoma o angustia, ya es mucho. Si a eso le añadimos lo que se ha avanzado respecto de las psicosis, y en particular en este último caso a partir de la forclusión del Nombre-del- padre y de la clínica de las suplencias, el aporte ha sido enorme. Incluso en cuanto a las perversiones se ha podido clarificar lo que define su estructura y aquello que puede ser objeto de un análisis si el sujeto se presta a ello.
Los avances de las neurociencias y de las terapias cognitivo-conductuales, a pesar de todo, no pueden dar cuenta del funcionamiento de lo inconsciente, y en particular lo
que tiene que ver con el goce, es decir, el más allá del principio del placer.
En cuanto a los cambios que se están produciendo en las democracias occidentales, a partir del desarrollo de los derechos humanos, en relación a la violencia contra las mujeres y los niños, contra el colectivo LGBTI, y contra los inmigrantes, los psicoanalistas se están ocupando de ello, además de posicionarse en general contra la represión social de la que son objeto.
Los aportes de Lacan respecto de la sexuación han permitido descentrar la dupla imaginaria hombre fálico – mujer castrada, con las que el movimiento feminista pretende desautorizar al psicoanálisis, al identificar nuestra teoría y nuestra práctica como estando al servicio del patriarcado. En la medida en que somos seres hablantes, tanto los hombres como las mujeres estamos sometidos a la castración simbólica desde el inicio de nuestra vida, aunque eso se acabe de efectivizar al final del complejo de Edipo, cuando el sujeto ha de tomar o no el patronímico que le ha sido dado o un rasgo paterno. En cuanto a la feminidad, es decir, aquello que causa el deseo, también es algo que concierne a los dos sexos, aun cuando en el caso de las mujeres, ellas disfruten de un goce suplementario, no fálico.
Diversas investigaciones se ocupan hoy en día de las diferentes elecciones de género y de objeto sexual a partir del encuentro con el deseo sexual del padre real, y de cómo cada sujeto intenta articular su identidad y su goce, sabiendo que todas ellas son formas de intentar responder al hecho de que no haya inscripción del rapport sexual en lo inconsciente.
Marcelo Edwards. Psicólogo y Psicoanalista. Miembro de la Fundación Europea para el Psicoanálisis, en Barcelona.
Avolio, actualmente trabaja como analista, es miembro fundadora de la Escuela Freudiana de Mar del Plata, y miembro de Fondation Européenne pour la Psychanalyse. Fue Residente de Psicología en el Htal. Subzonal especializado Neuropsiquiátrico Dr. Taraborelli (Necochea, Bs. As.). Dicta clases en las actividades de la Efmdp, y allí coordina el dispositivo Práctica psicoanalítica con Niños y Adolescentes, desde 2010; actualmente es docente y supervisora de la Residencia de Psicología Clínica de los Hospitales Provinciales de Necochea y Mar del Plata. Y dicta clase anualmente en Centre IPSI de Barcelona. Desempeña la práctica del psicoanálisis en el ámbito privado.