CORRESPONSALES DE URGENCIA. POR JOAQUÍN ALLARIA MENA

Hoy, en este contexto de confinamiento, aislamiento social obligatorio y amenaza de muerte a causa de un virus del que casi nada sabemos, vivimos con la sensación de que mucho de lo que fue dicho “antes de” está perimido o ahora, ya mismo, no es de  utilidad. Al desasosiego se le suma, por contraste, el requerimiento de representaciones que den cuenta de lo que pasa y nos pasa. Por estos días lo único que a algunos nos mantiene medianamente en paz es leer a quienes se animan a decir, aunque se equivoquen o sepan que lo que arriesgan es provisorio y hasta erróneo. Ante el espesor de la incertidumbre, se patentiza la necesidad de discurso, de ficción, de metáforas que nos ayuden a habitar un mundo que se parece mucho a un ultimátum.

En el margen inaugura, esta nueva sección. Nueva, no sólo porque es otra distinta a las que ya existen, también porque aquí no se hablará estrictamente de psicoanálisis. Esto último por dos razones:

Afirmamos fuerte que es necesario para la existencia, no sólo de las personas sino también de los discursos, entrar en contacto con lo otro. Más todavía, si lo otro también es lo que estamos atravesando.

De todos modos y pese a todo, continuamos dentro de la ética del decir. Una ética que lanza a la totalidad del Logos (el modo como Lacan mencionó a la comunidad en tanto soporte de la dimensión simbólica) otra cosa que datos,  y, a la vez que procura seguir diciendo, continúa tramando lo que urge.

Editorial, Helga Fernández y Gerónimo Daffonchio

 

El hartazgo no es con la cuarentena ni con la pandemia sino con el cuerpo, con la plena e insoportable conciencia sobre el cuerpo. Haberlo aprendido a vigilar permanentemente. ¿Esta temperatura que tengo, será fiebre? ¿De cuánto? ¿Qué es esta tos? ¿No será que esto perdió su sabor? No entiendo si esto tenía otro olor. ¿Así dolía la garganta reseca de la mañana o es nuevo? ¿Los mocos son los de la alergia? ¿Este dolor de espalda es el que era antes o ahora tiene algo distinto? Esto que me cayó mal, ¿será por lo último que comí o estará asociado a otra cosa?

Siempre nos interesó la sospecha, sí, pero una que nos lleve a otra parte, no que nos devuelva a un lugar idéntico: el sí mismo. Nuestro peor invento hecho pesadilla, sueño traumático. Yo, ¿tendré algo? ¿Esa persona, tendrá algo? Si nos reunimos, ¿tendremos algo? Preguntas sobre un cuerpo del que no sabemos nada. Nuestra propia imposibilidad vuelta espejo. Tenemos algo, sí: una vida constituida, en y gracias a la fragilidad. Eso que redescubrimos cada vez que estamos angustiadxs —y que ahora es invelable.

Vivimos remotos, a distancia. Teníamos el comando vital y lo perdimos. Volvimos a la infancia, nos fuimos al presente, volvimos al presente, nos vamos a la infancia. La urgencia no se murió / la urgencia no se murió / la urgencia vive en el pueblo… ya saben cómo sigue.

Pasados los síntomas quedarán los signos. No habrá cura total, viviremos plagados de textos. Con suerte esto acabará, y otres (que no seremos nosotres) habrán recobrado el bendito y necesario olvido de sí. Y ahí será otra la historia.

 

Joaquín Allaria Mena nació en Buenos Aires, en 1990. Estudió la Licenciatura en Psicología en la Universidad de Buenos Aires, donde también es docente. Maestrando en Estudios y Políticas de Género por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, trabaja en clínica, investigación y gestión de políticas de la escucha con perspectiva de derechos. En 2019 publicó la plaqueta de poemas Unidad básica por Ediciones Danke.

2 comentarios en “CORRESPONSALES DE URGENCIA. POR JOAQUÍN ALLARIA MENA

  1. Muy bueno lo escrito!
    Adjunto un comentario ya viejo, tal vez naif, de marzo en Uruguay:
    Despertar de un domingo de marzo, post 13 de marzo de 2020, comienzo del confinamiento voluntario en Uruguay
    Aún el despertar más tranquilo aparece con un sabor raro, desconocido, que me enfrenta a una familiaridad intrigante y a su vez amenazante. No puedo menos que acercarme al sentimiento de miedo.
    Este momento suele ser un tiempo efímero pero entrañable, de ocurrencias, donde las ideas que andaban por ahí, en un cierto limbo, pueden ser recuperadas con nueva luz después del dormir. La curiosidad también va amaneciendo. Y a su vez, cuántas veces el sueño reciente me obliga al despertar a restablecer mi edad cronológica, el lugar donde vivo, los amores que me acompañan. El viaje nocturno no tiene límites… También puede llevarme a decir apresuradamente “era un sueño”. ¡Qué maravilla poder levantarse y encontrarse con ese café que a esa hora usurpa el poder y parece recomponer nuestro lugar en el universo cotidiano!
    Pero este despertar ha sido distinto, ir recuperando la conciencia, la vigilia, y todos sus apremios me recordó las escenas de las películas de animación, la escena donde las plantas después del invierno, con las primeras tibiezas del sol de primavera empiezan a asomarse. La semilla se va convirtiendo en planta, despereza sus hojas para que se asomen al sol. Esta mañana no había tibieza, se fueron despertando recuerdos, noticias, imágenes, una realidad de la semana que no quiero recordar.
    Un desasosiego incómodo me va invadiendo, me debato entre el deseo de curosear y de desconocer, de no enterarme profundamente lo que parece estar sucediendo. Una parte de mí, piensa, razona. Pero otra se empecina en no entender: no sé si es real no quisiera que fuera real,… la confusión sería un buen habitante de mi conciencia… ¿Cómo respira este nuevo día…? Acudo al armado de este día para no pensar demasiado en el futuro. El día se irá colocado de esta manera. Hiperactividad, ansiedad, espera, artesanía manual y mental… el telón de fondo de una cotidianidad que habrá que ir tejiendo. Creo y descreo de esta nueva cotidianeidad: inventada, camuflada, irónicamente representada.

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  2. Interesante perspectiva la que plantea el autor, la del «cuerpo presente», que agobiante no cesa de acusiarnos y la producción de un tejido textual y el olvido, como horizonte por venir. Muy bueno

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