DOS PREGUNTAS A RICARDO PEREYRA

Gisela Avolio, responsable sección

Editorial Helga Fernández y Gabriela Odena

– ¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?

Llegué por la lectura. Diversos autores a modo de postas me fueron conduciendo hacia él.  Hasta que di con Zizek y con su catarata argumentativa que me resultó deslumbrante. De psicoanálisis específicamente había leído sólo “La interpretación de los sueños”, desde entonces me propuse ir directamente a otros textos.

Me encontré en el psicoanálisis, como a modo de revelación.  Un horizonte que se expandía, que ponía las palabras adecuadas e inesperadas para, en principio, reconocer las oscuras causas de mi malestar inexplicado hasta entonces; palabras que en algunos casos daban razón a intuiciones tempranas y también tempranamente desestimadas por la acción efectiva de sentidos forzadamente abrochados. Ese era el malestar.

Quise ir a Lacan y entonces consulté a un muy querido amigo, psicoanalista, Esteban Garvie, para que me orientara en cómo abordarlo, qué leer. Y mi amigo hizo algo mejor: me indicó que fuera a la EFA. Le hice caso y allí fui y allí sigo.

Y ese fue el otro punto decisivo; llegué a la escuela como un verdadero “sapo de otro pozo”, y esa sensación tuve por mucho tiempo; pero si perseveré fue porque allí jamás me hicieron sentir como ese sapo extranjero que operaba en mi fantasma. Y no sólo eso; allí me ofrecieron hospitalidad, me dieron un lugar; aquello fue algo verdaderamente sorpresivo y que nunca olvido. Pero bueno, el psicoanálisis es con eso. Es la teoría, es la praxis, es el análisis personal que inicié al poco tiempo, y es ese “con otros” que no es declamatorio. Es algo que se vive y se experimenta.

– ¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad?

Mucho de algo esencial como lo es airear la biósfera discursiva. El psicoanálisis, hasta donde yo conozco, es lo único que puede horadar lo opresivo del sentido común imperante. Por eso que exista, que viva y que se propague, beneficia al conjunto de la sociedad, incluyendo aun a quienes no estén interesados en él. De algún modo es ecológico siendo disruptivo. Se trata de la trama de los discursos. Para decirlo de un modo gráfico: el discurso social corriente juega con veinte naipes sosteniendo la idea de que el mazo está completo. El psicoanálisis juega con muchos naipes más, pero en la inteligencia de que el mazo nunca estará completo; que lo que hay efectivamente, es la falta.

Asumiendo esto, la posición ética del jugador, necesariamente cambia. Porque esa falta, además, no implica a la resignación como punto de llegada, sino que, por el contrario, es por la falta que hacemos algo; es lo que permite el movimiento. Y esto abre a una dimensión política.

El psicoanálisis no es un discurso político, pero politiza; es un efecto que viene por añadidura, y también por eso puede incomodar. Es que sin un manual de doctrina, por la misma lógica de su discurso, repele cualquier totalitarismo.

Ricardo Gabriel Pereyra

Participante de la EFA. Escritor. Editor de “En el Margen”.

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