Gisela Avolio, responsable sección
Editorial Helga Fernández y Gerónimo Daffonchio
¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?
El psicoanálisis lo descubrí a partir de la lectura de Freud en un grupo de estudio a cargo de Raúl Sciaretta en el cual trabajamos durante un año Los Tres Ensayos para una teoría sexual, fue a mis 20 años. En ese entonces me encontraba cursando la Carrera de Psicología, en el país aún estaba la dictadura militar de 1976 y había militares como jefes de cátedra, teníamos que presentar el documento para entrar a la facultad y muchos sabíamos que los servicios de inteligencia estaban infiltrados entre nuestros compañeros. Se vivía un clima muy opresivo y las materias eran intransitables. El encuentro con ese texto de Freud y en particular el concepto de pulsión, la pulsión en tanto no tiene un objeto determinado, a esa edad y en ese contexto fue ver abrirse un mundo para mí, fue aire y curiosidad al mismo tiempo, que también se trasladó a otros campos. Otro texto fue el Historial del Presidente Schreber, me deslumbró y marcó, algo que se presentaba fuera de la razón como el delirio, podía tener una lógica y esa lógica la daba el psicoanálisis. Me marcó en que, de ahí en más y hasta la fecha, pienso que el psicoanálisis en lo que se refiere al deseo humano, da la lógica no superada por ningún otro discurso. Mi primer trabajo data de esa época y sobre ese texto. De ahí en más y por muchos años hice de uno a dos grupos de estudio por año, también con la lectura de Lacan.
Al mismo tiempo comenzaba mi análisis. Hacer la experiencia del inconsciente propio, en relación a ciertos síntomas que venían de la infancia, implicó otro modo, creo, el más efectivo de descubrir el psicoanálisis y sus consecuencias en mi vida.
¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad?
Esta pregunta, en este momento, me remite en primer lugar a la pandemia que estamos atravesando y nos atraviesa. La muerte como amenaza, el real del número de muertos cotidiano, la incertidumbre del porvenir, es decir, lo que pone al desnudo nuestra fragilidad estimula que algunos saquen lo peor de sí, para sí mismos y para los demás, en función de un Bien cada vez más abstracto, más kantiano, que anula el cuerpo y el lazo social, así como al otro en el que se constituye dicho lazo. El psicoanálisis permite ubicar lo tanático no sólo en los demás sino en uno, entonces ver claro donde nos enceguecemos nos permite ubicarnos mejor nosotros y con los otros y también a no esperar, lo que es fundamental, lo que no se puede esperar.
Esta situación se da a su vez en una época en donde parece que no hubiese tiempo, el neocapitalismo lleva a las personas a una carrera en la cual se pierden tras objetivos inalcanzables, consumos voraces, en los que las personas quedan consumidas, modos de segregación que remedan efectividad, cuando se trata de expulsión y las distintas compulsiones que dejan a la acción sin sujeto y así en un vacío, estos son algunos de los modos en que se manifiesta esta falta de tiempo, que podríamos decir es una falta de corte.
El psicoanálisis cuenta con la posibilidad de efectuar un corte, un punto a esta alienación, en la medida de lo posible, ya que se puede conectar con la alienación en la cual se constituye para cada quien el deseo y así una distancia con la alienación que implica el contexto y una distancia con marcas que implicaron un padecer. El corte, ese punto permite una orientación, que abre el tiempo.
Patricia Mora es A.M.E de la Escuela Freudiana de la Argentina. Inscripta en la Fundación del Campo Lacaniano. Publicaciones con otros analistas: El qué hacer del analista y La pulsión en el lazo social.