RETAZOS. POR LETICIA GAMBINA

Editorial, Helga Fernández y Amanda Nicosia

Foto de Dana Cartannilica

Como quien escribe las aventuras de un viaje, paso a relatar mi travesía.

Siempre me resultó linda la idea de tirar una botella al mar con un mensaje adentro, de chica esperaba algún día encontrar una. No fue exactamente eso lo que hallé, pero sí encontré a lo largo de mi vida, personas, escritos, libros, palabras, donde pude reposar, por un rato al menos, con otros.

Todo comenzó con el feminismo, interpelada por él y luego de leer “Acuerdo en el desacuerdo”[1], intenté imaginar qué hubiera dicho, cuál hubiera sido mi respuesta. No trato de colarme en la fiesta, ni de auto invitarme, ni de salir en ninguna foto, sino que toda lectura invita a algo y llevada por eso, comencé a imaginar qué podría decir, siendo que el feminismo me interpela tanto como mujer, violentada como todas en algún momento de nuestras vidas, como profesional de la salud que trabaja en un programa de violencia de género y también como psicoanalista, como alguien que practica el psicoanálisis. Leyendo el libro, me quedo con la idea que allí se plantea, no hay solamente un feminismo, sino que es necesario hablar de los feminismos. Son tantos, como sujetos haya, por eso los desacuerdos. Pero, sin embargo, hay acuerdo en que la violencia hacia la mujer existe, y desde hace mucho tiempo, expresada de muy diversas maneras. Eso resulta evidente y creo que nadie se animaría a negarlo.

Hablar de los feminismos conduce necesariamente a repensar la violencia. Freud ya hablaba de ella en el malestar en la cultura, como inherente al ser humano, haciendo mención a la pulsión de muerte, esa tendencia destructiva hacia uno y hacia los otros. En este sentido no se trata solo de malos contra buenos, sino que la violencia es algo que nos constituye a todos.

No hay vida humana sin violencia. El nacer es violento y el hacerse luego un lugar también conlleva violencia. Pero esta también puede acabar con la vida. Se necesita de la violencia para salir del estupor, para actuar, para decir, para hablar, para apropiarse de eso que se llama vida, pero la violencia también paraliza, inhibe, silencia, mata.

Buscando para donde rumbear, retomé antiguas lecturas, “Las estructuras elementales de la violencia” de Rita Segato y “Pensar sin Estado” de Ignacio Lewkowicz, pero esta vez no me demoré mucho allí, seguí mi viaje.

Retorno entonces al psicoanálisis, a quien a veces se le pide que diga, que explique, como si pudiera responder a todo, generándose una falsa ilusión, se tapa la falta, de la cual el psicoanálisis nos ha enseñado mucho. Se ubica al psicoanalista como un experto, quien en nombre del psicoanálisis habla, olvidando que quien habla, dice más de él que del psicoanálisis.

Susana Bercovich, al escribir sobre los feminicidios de Ciudad Juárez, en México, dice que lo que sucede allí no es interpretable, lo que ocurre allí es en sí mismo una interpretación, es un saber cifrado. Entonces dirá que no se trata de explicar lo que ocurre, sino más bien al revés, los acontecimientos son los que nos explican, nos localizan, nos cuentan en dónde estamos[2].

Recuerdo la advertencia de Lacan de no comprender demasiado rápido. En situaciones de violencia de género podría pasar eso, uno podría verse tentado a explicar algo que es del orden del sujeto desde una mirada socio histórica, perdiéndose de vista al sujeto inmerso en ese entramado. Somos sujetos de una época, pero no somos la mera representación de la época. Muy por el contrario, cada sujeto escribe su época. 

Entonces, tomando a la violencia en la singularidad de cada caso, no se trataría de explicar porqué sucede, de interpretar aquello que acontece, ya que eso mismo es una interpretación del sujeto. Más allá de las condiciones históricas (sociales, económicas, políticas, etc.) que han hecho de la mujer el foco de muchas violencias, quedando relegadas, oprimidas, dominadas, en cada sujeto eso se escribe de manera diferente y cada sujeto cifra a su modo su propia verdad, en el cuerpo, en los síntomas, en los actos fallidos, en los sueños[3]. Allí algo se escribe. Se trata de un saber no sabido, de textos cifrados, de la escritura propia de cada sujeto, de la cual solo él puede decir algo. El análisis consistirá en leer aquello que allí insiste. En hacerle un lugar al sujeto. Alojarlo.

Vuelvo al feminismo, eso nos habita, o por lo menos nos toca a todos de alguna manera. Veo lo ganado, lo conseguido, lo logrado en las distintas luchas, donde fue necesario el movimiento de muchas mujeres. Es necesario tirar todos de la soga para un mismo lado, para que el otro lado caiga. Pienso en la marea verde, que les ha dado la fuerza a tantas para hablar, para denunciar. Me emociono al sentir esa fuerza, cualquiera que haya estado en la calle respirando lo que allí se respira habrá sentido seguramente esa fuerza en el cuerpo. Me emociono y abrazaría a cada joven que pone su voz y su cuerpo en esa lucha, porque “son las pibas las que hoy hablan”, tal vez porque mi adolescencia transcurrió en otro contexto, donde no hubo lugar para ello, más allá de las pequeñas luchas individuales que cada quien haya podido librar. Me emociono, pero a la vez, no soy alguien que pueda hacer masa fácilmente, ni levantar banderas con tanta convicción. Lo sé y me debato con eso.

Nutrida de lecturas y preguntas, como quien regresa de un viaje, vuelvo al consultorio, pensando en qué tiene el psicoanálisis para aportar o, mejor dicho, el analista puesto en función.

En relación a la violencia padecida por la mujer, hubo y hay todavía silencios históricos que sostienen dichas violencias y que los feminismos en sus distintas épocas han ido denunciando, visibilizando, gritando, pero eso no basta. Para dar lugar a las singularidades, es necesario que cada uno tome la palabra, diga, arme o construya su decir y no que otras voces, en este caso las del feminismo, hablen en “nombre de”.

Es necesario que el sujeto no quede sometido a ideales, sean los ideales que sean, incluso aquellos que pretenden liberarlo de ciertas ataduras, opresiones o sometimientos. Ni que el sujeto sienta tener que estar a la altura, por ejemplo, de lo que el feminismo pide, exige, pretende, como si hubiera algo o alguien a quien responder, que no sea más que al sujeto mismo.

Por eso considero importante rescatar al psicoanálisis como practica del decir. Y tomo las palabras de Susana Bercovich, quien refiere que el acto analítico es también “un acto político desde el momento en que la singularidad de una vida agujerea cualquier idea de totalidad, que se quiera imponer, tenga el tinte que tenga”[4]. Por suerte no hay totalidad, ni universal, que pueda abarcar al sujeto. No todo está dicho, ni podrá nunca decirse por nadie.

Es necesario el lugar del analista, resguardando el lugar de un vacío, por donde pueda circular el decir de un sujeto. Para que cada uno después pueda volver al ruedo y si es necesario rodar con otros.


[1]Sarchman I., Vronsky F., Fernández H., Incaminato N. (2019). Acuerdo en el desacuerdo.Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Qeja ediciones.

[2]Susana Bercovich habla de esto en su artículo llamado Misoginia y Ciudad Juárez. Sobre los efectos miméticos y contagiosos de las formas violentaspublicado en Vida, muerte y resistencia en Ciudad Juárez: Una aproximación desde la violencia, el género y la cultura. (2013)Salvador Cruz Sierra, coordinador. México, D. F. Juan Pablos Editor.

[3]Para Jean Allouch la operación del analista es la de una transliteración, pasar de un modo de escritura a otro modo de escritura.

[4]Bercovich, S. (2020). El diván en suspenso. e-dicciones Justine

Leticia Gambina. Psicoanalista. En el año 2004 se recibió de Licenciada en Psicología en la UBA. Del 2005 al 2009 realizó la Residencia de Salud Mental en el Hospital General de Agudos Dr. T. Álvarez. Actualmente trabaja como analista en su consultorio particular y forma parte de un programa de violencia familiar y sexual dentro del Ministerio de Justicia y DDHH desde el año 2009. Participa de grupos de trabajo en la Escuela Freudiana de la Argentina desde el año 2015.

3 comentarios en “RETAZOS. POR LETICIA GAMBINA

  1. Estimulante texto que nos invita a una aventura ineludible: dejarnos interlocuciónar por aquello que los feminismos hacen oír mas o menos ruidosa pero siempre necesariamente.
    Del texto de Leticia destaco lo que me parece está en la posición del analista en función no olvidar que :
    «Es necesario que el sujeto no quede sometido a ideales, sean los ideales que sean, incluso aquellos que pretenden liberarlo de ciertas ataduras, opresiones o sometimientos»

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