Imagen (acrílico sobre tela): Sobre el porvenir, de Rocío Toledo. También arte de tapa del libro que aquí se reseña, La razón de los afectos. Populismo, feminismo, psicoanálisis. Con prólogo de Jacinta Gorriti. De Prometeo libros, 2021.
Con la llegada de un libro el orden del mundo se altera, se enquilomba. La articulación simbólica, anterior a la arribancia, queda interrogada más o menos. Por esto, a la nueva existencia le urge que le alfareen un huequito por el que entrar, enlazarse y habitar. Hacer espacio no va de suyo. Basta con recrear las consecuencias que ocasiona cuando nadie, en un gesto de donación, da acogida a lo que arriba. Donar la falta no es patrimonio de seres superiores, tampoco una circunstancia excepcional. Es cosa de todos los días y cuestión de cada uno. Un libro es un libro si otros {además del autor} propician su llegada. Si son cómplices y bienhechores del crimen de existir, y hacer existir.
Cuando alguien o algo nacen se suele decir: –¡Qué hermoso!, ¡excelente libro! Pero a este discurso se le superpone otro de valencia contraria: –¿Otra vez publica? Cómo escribe este pibe: lo envidio. Entre uno y otro discurso, nos la tenemos que ver con el deseo. Y porque nos la tenemos que ver con el deseo de quien escribió y porque el deseo suscita deseo se hace necesario bienvenir el libro, como un gesto de apertura y de invitación a la apertura. Como un rito de hospitalidad, que como todo rito es máquina de transformación de sincronía en diacronía y artefacto de pasaje de lo larvario a cierta concreción.
Voy a bienvenir el libro de Roque Farrán tomando de su trabajo articulaciones que tienen estatuto de interpretación y, como toda verdadera interpretación, de intervención. Para el caso, de intervención en la actualidad de nuestra cultura y en los lectores que se dejen a la lectura. También, me autorizo a llamarlas intervenciones en consecuencia con que, según mi parecer, éste es un libro de filosofía clínica.
Estas intervenciones, en mi cartografía de La razón de los afectos, provocan accidentes geográficos en la continuidad imaginaria de la letra: acantilados, quebradas, cuencas. Rompen la planicie de la página, la agujerean. Pero fundamentalmente leen el devenir de los conceptos y sus afecciones {la incidencia que tuvieron y tienen, efectiva y concreta en el mundo} y proponen otra lectura que vuelve a poner en marcha la sucesión, en función de lo que hace falta. No se instalan en la nostalgia del pasado, ni en una moralina del presente, ni en el fatalismo del futuro. Descifran el síntoma como lo que no anda y lo recifran como tratamiento que invoca el porvenir. Crean un concepto-phármakon desde otro concepto-phármakon. Curan lo que no está en estado de augurarnos una vida ligada al deseo, también como se curan los mates(1) {estacionando la cosa al tiempo}.
El trabajo de Roque Farrán no sólo anuda pasado, presente y futuro, también hila lo intempestivo. Lo intempestivo como masa (a)morfa, que con a de objeto a, es embajador del tiempo del deseo: de lo que habremos sido para lo que estamos llegando a ser. Porque, como sopla el nombre del arte de tapa de Rocío Toledo, este libro es un libro Sobre el porvenir.
El título y subtítulo del libro, además, adelantan “la fórmula magistral” del autor, para nuestra contemporaneidad: La razón de los afectos. Populismo, feminismo, psicoanálisis. Me imagino estas tres últimas palabras escritas en la pared del barrio(2). Los grafitti también son una intervención {una intervención urbana, un brebaje de palabras performativas del y para el pueblo}.
Interpretaciones/intervenciones:
I) El autor lee que en nuestra actualidad proliferan las disputas libradas por el narcisismo de las pequeñas diferencias (quién escribe el mejor librito, quién tiene más difusión, quién más adhesión en términos de reconocimiento social). Lo que disminuye nuestra capacidad de obrar, nos distrae con espejitos de colores e inhibe la producción intelectual. Ante esto señala que el verdadero enfrentamiento es con el Ideal, que más que el otro especular es el que en verdad pone palos en la rueda del discurrir del trabajo. Para continuar, lo que Farrán propone es obrar con lo que hay. Hacer todo lo que se puede con lo que se tiene. Acomodar los melones con el camión en marcha. Y componer aunque las piezas no encajen, sin creérsela por esto. En síntesis, una composición ni devaluada ni sobreevaluada por la medida fálica.
II) Roque lee la pérdida de orientación por lo real en la que vivimos. Lo que ocasiona, entre otros fenómenos sintomáticos, no encontrar o no ir a dar con el análisis oportuno y necesario. Hablamos y escribimos desorientados respecto de lo medular. Hablamos y escribimos sobre lo tangencial, sobre lo que hace bulla. Es más, solemos decir cualquier cosa sin que una entre en contradicción con la otra, sin que, justamente, lo real objete, por ejemplo, la creencia en las falsas noticias. Ante esto, lo que el autor propone es la sistematicidad para pensar en y desde la coyuntura con rigor, pero una que no tiene por qué implicar la rigidez de los conceptos ni el mundo inefable de la teoría. Por el contrario, supone un ejercicio matemático, algebraico de la letra –por la precisión quirúrgica requerida–, enlazada a la afectividad del pensamiento, de modo que éste no redunde en una paja mental ni en una impostura; para que simbólico muerda lo real y no lo duplique, y, para que el decir sea performativo.
III) También lee que los lazos están rotos, resquebrajados, entre nosotros y entre los discursos o prácticas. En la actualidad se incita a la conexión en proporción a la desestimación de los enlaces, dice. Frente a lo que propone anudar las prácticas a partir de una composibilidad no totalitaria, no-toda, pero tampoco complaciente de la dispersión actual. Para esto, sugiere reunirnos en un campo intelectual donde se propicie el trabajo con lo dispar y se favorezca pensar un discurso con otro {sin que ninguno valga más}. En consecuencia, también propone la invención de nuevos conceptos que atraviesen las disciplinas, el uso de una lengua impura y un género de escritura degenerado o transgénero.
En ocasión de esta coincidencia intelectual y ética con la propuesta de Roque, urge reconocernos entre la multitud, de lejos, de cerca, pero reconocernos como personas que claman por la construcción de una nueva subjetividad, menos cruenta y canalla. Apostando a que desde esta forma de contacto surjan formas del lazo, quizá, menos sustantivas que las propias de la institución pero más efectivas para reconstruir la trama de la vida.
IV) Roque lee que el psicoanálisis está haciendo síntoma por todos lados, que lo desborda el populismo, el feminismo, el decolonialismo. Sucede, dice, que sus instituciones no dejan entrar lo actual. Agrego: no soportan la práctica de lo singular-plural, la viven como una amenaza de disolución, de desvío, incluso como traición frente a lo que se erige como un psicoanálisis verdadero y puro. En las instituciones de psicoanálisis, al menos en la mayoría, sigue reinando una subjetividad perimida que hace mal a las personas que la componen, a la formación de analistas y al psicoanálisis mismo. Frente a esto entiendo, junto con Roque, que para que el psicoanálisis prosiga es necesaria una reunión de analistas con practicantes de otros oficios, no conformada a partir de la identificación al rasgo del líder(3), conformada desde el nombre propio y el objeto causa, a reinvencionar cada vez y en la que no haya tutores, oficiantes de misa o bien interpretantes de la palabra de Lacan. Tal vez, una reunión que se enlace y se desenlace de acuerdo a lo que haga falta y que vaya a contrapelo de una monarquía de una o algunas transferencias, de una transferencia petrificada, obligada, predeterminada por las jerarquías que deriva en los fenómenos de casta.
V) Dejé para el final la intervención que embellece ética y, entonces, estéticamente el texto. También escribiría en la pared de la esquina, con convicción, lo que de ella puede extraerse como sintagma: El Padre no existe.
Roque lee, como otros y otras, la declinación del Nombre-del-Padre, pero no entiende este suceso {por llamarlo de algún modo} como algo necesariamente negativo o como una catástrofe simbólica, frente a la que habría que rasgarse la vestiduras. La entiende como el efecto de la singularización-pluralización de los nombres-del-padre y, a su vez, como la posibilidad de singulares y plurales invenciones, necesarias para hacernos responsables de nuestra existencia, sin delegarla al Otro.
Por otra parte, y este decir también corre por mi cuenta, pero una vez más en consonancia con el trabajo de Roque: si el psicoanálisis trajo la falta al mundo y, entonces, obró en intensión y en extensión para que nada ni nadie ocupen el lugar de El Padre como excepción, por qué horrorizarse ante la declinación de El Padre como figura de autoridad erigida en el centro de la civilización, la familia u otra institución. Cómo no registrar que esta caída es, de algún modo, una batalla simbólica ganada y, por tanto, la incorporación de una falta que hace función en las generaciones a las que tocó su efecto. Y, cómo no reconocer que las generaciones que pasaron por esta transición lo vivencian o lo juzgan de manera negativa, incluso bajo cierta melancolía porque, aunque ellas hayan colaborado en traer tal cambio al mundo, no tienen por qué contar con éste haciendo función en sí.
De la incorporación de un nuevo modo de la falta se desprende una de las muchas y todavía no articuladas consecuencias de la misma, dicha en este libro, por ejemplo, cuando Farrán incluye lo que aprende de su hija y, además, lo posiciona en el mismo orden de valor que lo aprendido de un Badiou o un Spinoza. Diciéndonos, con esto y en acto, que la transmisión no es jerárquica, piramidal o del Padre a los hijos, sino transversal y recíproca. También que la razón de los afectos puede devenir de los libros tanto como de la experiencia de la vida. Y, además, que puede surgir de boca de un filósofx o de una nena.
Pero, que El Padre no exista, que sea un mito o una institución forzada por la violencia, no nos hace pobres huerfanitos. En todo caso siempre lo fuimos sin habernos querido enterar y pagando un costo alto por vivir bajo su tutela. Si la prohibición mosaica de representar a Dios en una imagen fue un progreso en la espiritualidad, que hoy sea ilegítimo que en el lazo social UNO(4) represente a El Padre es un progreso del mismo orden. Uno que nos hace más responsables de nosotros mismos y más responsables, incluso, de construirnos en tanto padres y de construir a nuestros padres en tanto tales. También, más responsable de nuestra relación con el semejante, a quien reconocemos tan solo e inerme como uno mismo. Lacan decía que nuestros padres son parientes del discurso, gracias a esta lectura de la declinación del Nombre-del-Padre, podría decirse que hijos, padres, amigxs, conocidxs y desconocidxs somos hermanos y hermanas de la carencia.
Por último, quisiera aclarar y creo que por estar en medio de tal transición todavía es necesario hacerlo, que esta lectura no implica en modo alguno desconocer la necesidad de la función paterna como tercera o cuarta, según cómo y desde qué lógica se cuente. Sí distinguir que cuando no tocan fondo, cuando el abismo no hace límite, algunos seres hablantes sacan un padre de la galera y lo colocan en el lugar del agujero. Invencionan el cuidado ahí donde había una necesidad. Mientras que otros, sacan un tirano de la bolsa de mierda del mundo para que decrete que los agujeros no existen o no deberían existir(5). Repudiando toda falla, falta o carencia y con éstas a nosotros como sujetos del inconsciente.
(1) Una expresión que escuché y aprendí de Victoria Larrosa.
(2) Lo que el libro propone se banca ese registro, esa modulación.
(3) Líder que generalmente es varón -hay que decirlo-, porque la política del psicoanálisis tampoco está libre, todavía, del patriarcado. No porque ahí donde lidere un hombre hay necesariamente patriarcado, sino porque es llamativo que en instituciones compuestas por casi el 90% de mujeres, quien más pese a la hora de decidir lo que no se vota ni pasa por votación sea un hombre (o algunos hombres). Y porque ese modo de funcionamiento sostiene, con independencia de los géneros, la monarquía de ciertas transferencias y la jerarquía piramidal y etaria.
(4) Pero el Padre tiene tantos nombres que no hay Uno que le convenga, salvo el Nombre de Nombre de Nombre. No hay Nombre que sea su Nombre-Propio, salvo el Nombre el Nombre como ex-sistencia, escribe Lacan en el prefacio de El despertar de la primavera, de Wedekind.
(5) Porque los padres, cada una de las mujeres, los otros, la antecendencia y el porvenir también son políticos {lo mismo que decir que hay que seguir inventándolos, ahí, donde nos topamos con el agujero del que surge toda nominación}.
Roque Farrán. Nació en Córdoba en 1977. Publicó los libros Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Prometeo, 2014), Nodal. Método, estado, sujeto (La cebra/Palinodia, 2016), Nodaléctica. Un ejercicio de pensamiento materialista (La cebra, 2018), El uso de los saberes. Filosofía, psicoanálisis, política (Borde perdido, 2018; El diván negro, 2020), Leer, meditar, escribir. La práctica de la filosofía en pandemia (La cebra, 2020), Escribir, escuchar, transmitir. La práctica de la filosofía en pandemia y después (Doble Ciencia, 2020), La razón de los afectos. Populismo, feminismo, psicoanálisis (Prometeo, 2020); editó junto a E. Biset Ontologías política (Imago mundi, 2011), Teoría política. Perspectivas actuales en Argentina (Teseo, 2016), Estado. Perspectivas posfundacionales (Prometeo, 2017), Métodos. Aproximaciones a un campo problemático (Prometeo, 2018). Es Investigador Adjunto del Conicet, Doctor en filosofía y Licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de Córdoba, fue miembro del Comité Editorial de la Revistas Nombres, y lo es actualmente de Diferencias y Litura. Es miembro investigador del Programa de Estudios en Teoría Política (CIECS-Conicet) y dirige el grupo de Pensamiento Materialista en dicho Programa.
Helga Fernández. Nació en Buenos Aires en 1974. Psicoanalista. Ejerce la práctica hace 23 años. Supervisa, da clases y mantiene conversaciones de formación en hospitales de la Provincia de Bs. As. y de C.A.B.A. Co-autora de: Melancolía, perversión, psicosis. Comunidades y vecindades estructurales. Ed. Kliné/Ed. Oscar Masotta; El hilo en el laberinto I y II. Lectura del Seminario De un Otro al otro, Ediciones Kliné – Ediciones Oscar Masotta, Bs. As 2016; La carta del inconsciente. Ediciones Kliné – Ediciones Oscar Masotta. Buenos Aires, Buenos Aires, 2007; Feminismos, de Leticia Martín y otras. Letras del Sur, 2017, y, Acuerdo en el desacuerdo. Qeja, 2019. Identificación, nombre propio y síntoma: Una lectura del seminario IX. Ediciones Kliné, 2020. Ser sin orillas. Ensayo sobre Ofelia, de M. Trigo y AAVV. En el margen, 2020. De próxima publicación, Escrituras Clínicas. Archivida, 2021. Autora de para un psicoanálisis profano. Archivida, 2020. Escribió artículos en diferentes revistas: LALANGUE; Lapsus Calami; N-1; La Mosca; En el margen, entre otras. Formó parte de la Escuela Freudiana de la Argentina durante 20 años, como A.M.E hasta 2020. Participa de la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis y en grupos de Convergencia. Directora editoral Revista En el Margen. Co-directora y co-editora de Archida, Libros que escuchan.