EL HISTORIAL FREUDIANO. CATALINA. POR PATRICIA MARTINEZ.

Cuidado editorial: Gabriela Odena


Tales historiales clínicos deben ser juzgados como los de la psiquiatría,

pero presentan con respecto a estos la ventaja de descubrirnos la íntima

relación dada entre la historia de la enfermedad y los síntomas en los cuales

se exterioriza, relación que buscamos inútilmente en las biografías de otrapsicosis”

Epicrisis de Isabel de R. Sigmund Freud Historiales clínicos.

Es evidente que Freud deseaba que se le diga toda la verdad, como Lacan

subraya, pero también por eso mismo puede encontrar los límites y reconocer

a su pesar que solo puede decirse a medias”

Sara Glasman. “De la orthodoxa al síntoma” Conjetural número 36. Diciembre 2000

“En las vacaciones de 189… emprendí una excursión por la montaña, con el propósito de olvidar durante algún tiempo la Medicina, y especialmente las neurosis, propósito que casi había conseguido un día en que dejé el camino real para subir a una cima, famosa tanto por el panorama que dominaba como por la hostería en ella enclavada. Repuesto de la penosa ascensión por un apetitoso refrigerio, me hallaba sumido en la contemplación de la encantadora lejanía, cuando a mi espalda resonó la pregunta «El señor es médico, ¿verdad?», que al principio no creí fuera dirigida a mí, tan olvidado de mí mismo estaba”.

Así comienza este relato que Freud publica en La Histeria-Apartado 2-Historiales clínicos.

Luego de esta bucólica introducción en la cual Freud nos pinta el momento en que él estaba cuando es sorprendido por tan particular demanda, el relato se dirige a su interlocutora, una joven de diecisiete o dieciocho años, mesera en la posada, malhumorada y cuyo nombre es Catalina. Por su vestimenta deduce que no es una “criada”.

Es ella quién busca al médico que sabe que Freud es y le dice:

Lo he visto al inscribirse en el registro de visitantes y he pensado que podría dedicarme unos momentos. Estoy enferma de los nervios. El médico de L., al que fui a consultar hace algún tiempo, me recetó varias cosas, pero no me han servido de nada.

“De este modo me veía obligado a penetrar de nuevo en los dominios de la neurosis, pues apenas cabía suponer otro padecimiento en aquella robusta muchacha de rostro malhumorado. Interesándome el hecho de que las neurosis florecieran también a dos mil metros de altura, comencé a interrogarla, desarrollándose entre nosotros el siguiente diálogo, que transcribo sin modificar la peculiar manera de expresarse de mi interlocutora”

Bien podemos suponer que nada obligaba a Freud a responder a Catalina en tales circunstancias, salvo su deseo puesto de manifiesto en el interés que inmediatamente ubica.

Comienza entonces un diálogo, que Freud dice transcribir poniendo especial cuidado en la peculiar manera de expresarse de Catalina. Las palabras cuentan. La muchacha comienza con sus síntomas: dificultad para respirar, sensación de ahogo, la descripción le hace pensar en un ataque de angustia. A partir de ese momento Freud la anima a contar, qué le pasa, qué siente, en qué pensó

“… cuando me da eso no me encuentro a gusto en ningún lado y se me figura que detrás de mí hay alguien que me va a agarrar de repente” “veo siempre una cara muy horrorosa que me mira con ojos terribles. Esto es lo que más miedo me da.” “Este detalle ofrecía, quizá, el camino para llegar rápidamente al nódulo de la cuestión” Entonces Freud dice: para dilucidar el síntoma era necesario emprender un análisis en toda regla. Son los comienzos, trabaja aún con hipnosis, y con la teoría de los estados hipnoides de la conciencia, aunque decide con Catalina, por el lugar donde se encuentran y la informalidad del pedido aplicar solo el diálogo y guiado por su teoría del trauma sexual orienta a Catalina en esa dirección.

“Hace dos años, poco antes de comenzar a padecerlos, debió usted de ver u oír algo que la avergonzó mucho, algo que preferiría usted no haber visto. —¡Sí, por cierto! Sorprendí a mi tío con una muchacha: con mi prima Francisca. —¿Qué es lo que pasó? ¿Quiere usted contármelo? —A un médico se le puede decir todo.”

Y Catalina habla. El relato la lleva a la posada en la que estaban antes y al descubrimiento del tío en una escena de claro carácter sexual, ella y su primo menor van a mirar por la ventana al cuarto del tío y donde el niño renuncia ver, ella mira, ahí tuvo el primer ataque de angustia y luego vinieron los vómitos. Freud explica la sintomatología por su teoría de entonces de los estados hipnoides de conciencia. Sin embargo, hay un detalle que aún no cierra, el rostro horroroso que suele ver Catalina en esos momentos de malestar.

Las asociaciones avanzan y, Freud dice, lo llevan por caminos inesperados, el descubrimiento de los “amores” del tío con la Francisca reactivan recuerdos anteriores, donde es la propia Catalina el objeto de los requerimientos sexuales del tío, estos recuerdos anteriores se resignifican a partir del último episodio y son esos recuerdos contra los cuales se defiende Catalina.

Solo a partir de este camino retroactivo llega Freud a dilucidar el ataque de angustia y ubicar a qué estaba asociado ese rostro feroz con el cual la muchacha se atemorizaba.

No transcribimos el historial completo cuya lectura es de fácil acceso.

Epicrisis

Cuando Freud estaba terminando Estudios sobre la Histeria con vistas a su publicación le escribe a Fliess: Mi Psicología de la histeria será encabezada por estas altivas palabras: “Introite et hic dii sum”( Y han venido aquí)

Hoy, luego de trece historias clínicas publicadas en En el margen, aceptamos la invitación freudiana de ir hasta ahí, a los primeros historiales freudianos, lo que nos permite resignificar los pasos dados hasta aquí y encontrar otros modos de continuar.

¿Es Freud escritor de relatos? Basta con abrir cualquiera de sus historiales primeros para encontrar ahí algo que atrapa como un relato literario; Catalina es un ejemplo privilegiado por el tono que le imprime.

Surgen entonces varias preguntas orientadoras: ¿por qué Freud escribe del modo que lo hace aquello que nos quiere transmitir? ¿Es una cuestión de gusto personal, de su estilo o hay algo que el material a relatar determina por sí mismo?

Precisando aún más la pregunta: ¿Cuál es la relación existente, si es que existe, entre la estructura que tienen estos relatos de los primeros historiales freudianos con la teoría y con la clínica qué propone?

¿En qué este modo de transmisión difiere del relato literario y de las historias clínicas de la medicina?

“Fragmentos de mi diario en los que se habla de Cosmos”, así comienza Witold Gombrowicz a escribir la novela Cosmos y dirá: “1963−Trazo dos puntos de partida, dos anomalías muy distantes una de otra: a) un gorrión colgado; b) la asociación entre la boca de Katasia y la boca de Lena. Estos dos problemas exigen un sentido… buscar una Idea que explique, que imponga un orden.”

Si en la primera página de la novela aparece un gorrión colgado, es necesario que ese gorrión  en algún momento cobre sentido. Cada suceso es necesario para el conjunto de la obra. Así Gombrowicz dice escribir su novela.

¿Es acaso similar al proceder de Freud en el Historial de Catalina? Tomaremos la respuesta del mismo Freud en la carta que le escribe a Arnold Zweig el 12 de mayo de 1934: «(…) aquí estamos tratando sobre el problema que gira en torno de la libertad literaria contrapuesta a la realidad histórica. Sé que en tal sentido yo soy muy conservador… Sí en la historia o en la biografía se abre un abismo insondable, que venga el poeta y trate de adivinar de qué se trata…En la tierra de nadie le está permitido radicar las criaturas de su imaginación».

Freud está debatiendo con A. Zweig sobre el proyecto del escritor de trabajar sobre una biografía de Nietzche, y entonces también aborda el género de las biografías y lo separa de este modo de sus relatos clínicos: en la historia clínica son siempre acontecimientos psíquicos los que aquí suceden y carentes entonces de interés para los legos.

Poco tiempo después en otra carta a Zweig del 15 de julio de 1934 será aún más preciso: es imposible investigar y dilucidar la personalidad de un ser humano si no se conoce su constitución sexual.

Ni relato literario -pues carecemos de la libertad del poeta-, ni biografía, no se trata de relatar acontecimientos de una vida, sino acontecimientos psíquicos que no son ajenos a la constitución sexual.

Volvamos al historial, y al modo particular por dónde empieza: “En las vacaciones de 189… emprendí una excursión por la montaña…” . Comienza por ubicar su lugar, dónde estaba él. Estaba en los tiempos de descubrimiento del psicoanálisis.

Catalina consulta porque no encuentra respuestas para su padecer. Freud recoge el guante tal vez porque ambos persiguen explicarse algo, le propone entonces a la muchacha que, sinceramente y sin reservas, le cuente todo lo que recuerde.

En estos primeros historiales clínicos nosotros, sus lectores, nos encontramos en la aventura de conjeturar detrás de lo que es presentado como problema la trama que se esconde, son historias tejidas alrededor de una causalidad desconocida. Freud pone en acto al escribir estos historiales que solo los puede transmitir de una forma ajena al campo de la medicina.

Al principio Catalina solo puede ofrecer un material narrativo inconexo, escenas que no terminan de ensamblarse, hasta que las asociaciones nos conducen al punto dónde aquello que parecía inmotivado o extraño encuentra su causa, Freud nos invita a un recorrido que va del desconcierto a la revelación. Aún persigue ese último átomo de verdad que pretendía atrapar, antes de aceptar que la verdad no puede ser dicha sino a medias.

Freud en la Epicrisis del historial de Isabel de R., año 1895, escribe:

«No siempre he sido exclusivamente psicoterapeuta. Por el contrario, he practicado al principio, como otros neurólogos, el diagnóstico local y las reacciones eléctricas, y a mí mismo me causa singular impresión el comprobar que mis historiales clínicos carecen, por decirlo así, del severo sello científico, y presentan más bien un aspecto literario. Pero me consuelo pensando que este resultado depende por completo de la naturaleza del objeto y no de mis preferencias personales».

Hay algo que es propio a la naturaleza del objeto al que se enfrenta un “psicoterapeuta” que lo lleva a comunicar sus historiales clínicos sin el severo sello científico, es decir no podrían reducirse solo a la enumeración precisa de los síntomas, la presentación debe adoptar un aspecto más bien literario en tanto que la causa que determina los síntomas está entretejida en la narración de quién habla y también la historia de la construcción de la teoría del psicoanálisis, ya que es Freud quien se orienta ajustando la forma de escribir el historial, en relación a su enunciación y articulado con el enunciado que quiere producir.

El modelo médico científico natural de su época no le basta a Freud para lo que ahora tiene que decir.

Un historial médico, funciona como un caso particular de una categoría Universal. Es decir, si corroboro que cualquier Catalina tiene tos, fiebre y falta de olfato, puedo construir la hipótesis diagnóstica de Covid que habrá que verificar con un testeo. De este modo hay una verdad a priori que es anterior al caso particular y el caso solo confirma la validez de la categoría Universal de la cual da cuenta. Lo que se llama registro inductivista de la clínica que era bien conocido por el médico que Freud era. (1)

Siguiendo con nuestra Catalina moderna, todos esos síntomas “aparentemente” son de covid y el testeo da covid, queda confirmada la hipótesis.

Ahora bien, en el historial comenzamos por ubicar a Freud, esto que sucede ahí con su Catalina no es ajeno al modo en que él responde a la consulta, aunque aún no tenga conceptualizada la transferencia, entonces, ¿cómo verificar lo que ocurre si lo que ocurre no es comprobable por fuera de ese campo donde Freud está incluido? Es un modo de decir que hay ahí algo singular y en su carácter de singular no es posible extraer conclusiones generales sin que se pierda su singularidad.

Vemos que el médico que es Freud se ve confrontado a transmitir algo que no puede hacer pasar sino ubica la singularidad del síntoma, singularidad de la cual él no tiene ningún saber previo, pero no es sin él, sin su participación en el diálogo que eso se constituye; por otro lado,  el saber sobre el síntoma pasa del médico al paciente que relata. Por tanto,  podemos deducir que los historiales clínicos como bien nos anuncia Freud tienen esa forma de relato literario, de novela personal, porque se construyen con el relato que el paciente hace y es en ese relato que el síntoma adquiere su significación ( y no en el saber médico previamente constituido).

El que cuenta a quien lo escucha, realiza un trabajo de transponer en palabras la huella de lo que pasó y de su recuerdo. Entre lo sucedido, lo recordado y lo relatado hay un tiempo que transcurre.

Catalina cuenta su experiencia, el relato es siempre de algo ya ocurrido, y es ahí en el presente de la narración que se produce el efecto en el acto mismo de decirlo, al decir, lo vivido y lo recordado cobran un nuevo sentido, hay algo que alcanza una nueva forma en el presente de la narración.

Freud está de vacaciones descansando de sus obligaciones con las neurosis, Catalina lo busca, lo convoca, él acepta y de ese encuentro surge un nuevo ordenamiento de la historia de Catalina. Pero hay una cuestión más, porque entre lo que Freud escucha y el historial que escribe hay otro tiempo que también transcurre y otra transcripción que también se juega.

Entonces para Freud escribir el relato es ponerse a historiar aquello que él mismo ha vivido, lo que escuchó, qué le causó eso que escuchó, y lo que a posteriori selecciona para hacer pasar algo como relato. Freud es al menos dos,  aquel que está ahí concernido por el diálogo y aquel que de eso puede dar cuenta en un momento posterior-diríamos con Lacan.

1909, catorce años después de la escritura de los historiales sobre la histeria, Freud escribe:

“Es de lamentar que ninguna exposición de un psicoanálisis pueda reflejar las impresiones que uno recibe durante su ejecución, que el convencimiento definitivo nunca pueda agenciarse por la lectura, sino sólo por la vivencia”. Es una dificultad del psicoanálisis, su transmisión, ante la cual Freud no cede.

El historial clínico así enunciado no se constituye en un caso particular que se deriva de enunciados universales. Ni tampoco tendrá una función verificadora de un universal, más bien ocupará el lugar de una fisura, una ruptura, un agujero dirá Le Gaufey, para quién se trata de medir el paso dado de desenganche semiótico que está ahí en juego y que Freud nos da a leer.

La narrativa que da Freud a estos historiales primeros no es superflua ni producto como él mismo aclara de sus gustos personales, es parte de ese paso que está dando que lo aleja de la clínica médica y lo acerca a ese punto de invención de una nueva práctica.

Estos relatos ponen especial cuidado en conservar el modo de decir de quién relata, las palabras que elige, las que equivoca.

Cuando Freud escribe por ejemplo su monografía sobre la Cocaína, utiliza un lenguaje científico, denotativo, transitivo e instrumental, cuya finalidad es transmitir información clara y precisa, donde los rasgos del investigador quedan borrados.

En Estudios sobre la Histeria, el modo de narrar está determinado por los hechos anímicos que quiere presentar, hay algo nuevo que se le impone a su consideración, da un giro como señala Le Gaufey.

Freud inventa una escritura nueva, -podemos arriesgarnos a considerarla una variedad del género discursivo siguiendo a Batjin-, con la presentación del historial que comenzará con el síntoma como el objeto del saber clínico, pero su meta será el sujeto que lo padece. Los historiales freudianos se acercan a la ficción literaria al tiempo que se alejan de la rigurosidad y la asepsia científica. Dificultad que Freud no desconocía y de la cual nos dejó testimonio en su obra y en su correspondencia. 

¿Cómo, al fin de cuentas, hacer pasar en un relato algo que está y que falta al mismo tiempo? Algo que es claro y evidente in situ y al mismo tiempo difícil de poner en palabras.

Y más aún ¿por qué Freud nos escribió estos relatos a nosotros sus probables lectores?, ¿por qué estos relatos son tan importantes, a mi modo de entender, para leer a Freud y para pensar la clínica hoy?

Catalina es entonces nuestra vuelta al principio luego de haber publicado ya otras historias clínicas, nos obliga a recomenzar, a cuestionar, a indagar, no solo sobre el modo freudiano de presentación de historiales, sino sobre los motivos por los cuales aún hoy necesitamos los analistas relatar historias clínicas, hacer pie en aquello que ese caso nos enseñó del modo que sólo la clínica enseña y más aún, considero que es necesario y acuciante hablar de la clínica, de lo que hacemos, en un tiempo donde verificamos un fuerte avance del modo neurocientífico de pensar los síntomas, modo que reconduce al caso como particular de un universal que no da lugar al sujeto que habla y que anula entonces la singularidad.

 Nos proponemos retomar este trabajo que para Freud no cesó hasta el final de su vida, hasta el último artículo que dejó sin terminar, y que nos enseña que no hay saber cerrado.


Patricia Martínez. Psicoanalista.


(1) pueden seguir y ampliar estos desarrollos en El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica, de Michel Foucault.


Principal bibliografía consultada.

BAJTÍN M. M. (1982) El problema de los géneros discursivos, en Estética de la creación verbal, Siglo XXI Editores. Buenos Aires.

Ferrari, Héctor: Qué nos enseña Freud acerca del relato clínico psicoanalítico.

Le Gaufey, G. (2006) El caso inexistente. Una compilación clínica. México: Edelp.

Sigmund Freud: Estudios sobre la Histeria.

¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?

Introducción al psicoanálisis.

Esquemas del Psicoanálisis.

Análisis terminable e interminable.

Sigmund Freud, Arnold Zweig: Correspondencia 1927-1939

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