Esta carta forma parte de la sección El malestar en la cyberlización, a cargo de Helga Fernández. Está escrita y entramada en relación a cada una de las cartas publicadas hasta ahora en esta revista.
Cuidado editorial: Patricia Martinez, Amanda Nicosia
Ciudad de Buenos Aires, 26 de Julio de 2021
Caminante, no hay camino
se hace camino al andar
A. Machado
Queridx amigx:
¿Hacia dónde nos conduce esta experiencia, la de la práctica del psicoanálisis soportada por los medios materiales producidos por el tecnocapitalismo: celular, p.c, o el simple y casi en extinción teléfono de línea? El intercambio de cartas producido en esta sección ha sido un inter y entre-cambio que deja en el aire su gesta por cernirla, cuestionarla, prestarle un soporte en las letras que se entrecruzan. Leer el malestar en gestación ciberlyzante te impulsa a pensar y a escribir cartas, como balsas en un naufragio, esperando llegar al otro lado.
¿Se resiste el psicoanálisis? Se resisten los psicoanalistas? O la resistencia que genera el psicoanálisis da cuenta, mediante su existencia, que este continua? ¿Qué lugar ocupan los aparatos tecnológicos, ahora insertos en el dispositivo analítico, en la práctica en el consultorio “virtual” soportado por un esquizofreinismo digital -que induce a mundos desconectados por conexiones inmutables, mediados por un “otro objeto” que la ciencia formalizada incrusta en el campo de nuestra percepción-? ¿Es que acaso algunos los han adoptado para que permanezcan por su propia relación con la tecnología? ¿O por comodidad acaso?! ¿Qué ética se dirime sin la presencia de los cuerpos? Aquellos trazantes de huellas. Esos pasos en la arena, que cartografían al sujeto como efecto del lenguaje. ¿Es que ese lenguaje es ahora otro? El A barrado ha mutado su geografía. Siempre vasta y singular, hoy deletrea lo que se pueda leer en un mundo ciberlyzado, para aquellos que en él habitan, porque hay quienes se mantienen al margen. ¿Se puede decir hoy como ayer decía Lacan, que el sujeto es aquel que puede borrar sus huellas y que entonces es capaz de reinscribirlas en otro lugar que el primero?
Tiene su importancia al efecto de intentar responder ciertas preguntas, situar una diferencia entre el tiempo automatizado y veloz que es generado en el ciberespacio, con el tiempo subjetivo que experimenta a aquel porque al fin y al cabo, es con ese tiempo que podemos introducir una diferencia:
Llamamos ciberespacio al universo global de las relaciones posibles en el seno de un espacio rizomático que conecta virtualmente cualquier terminal humano con cualquier otro terminal humano, a través de máquinas digitales. El ciberespacio es un rizoma neurotelemático, es decir, una red no jerárquica y no lineal, que enlaza mentes humanas y dispositivos electrónicos. Éste se caracteriza por una expansibilidad ilimitada. El cibertiempo, al contrario, no es ilimitadamente extensible, porque guarda relación con la intensidad de la experiencia que el organismo consciente dedica a elaborar informaciones que proceden del ciberespacio. La esfera objetiva del ciberespacio se expande a la velocidad de la replicación digital, pero el núcleo subjetivo del cibertiempo evoluciona a ritmo lento, al ritmo de la corporeidad, del goce y del sufrimiento. (1)
Hay una materialidad distinta a la presencia de los cuerpos que no es de esperarse que no genere una experiencia en la que se inscribe una marca de la materia en el tiempo. El tiempo de lo inconsciente, tiene su propia lógica, el de la no contradicción, un tiempo no sujeto a las nociones de pasado, presente y futuro. Se presenta una temporalidad retroactiva, en la cual el que escucha determina al que habla. ¿Es que en algo se subvierte esta noción subvertida del tiempo soportada en lo tecnológico en el momento de la escucha?
En El fin de las certidumbres, tal como nombró llya Prigogine a uno de sus libros, asistimos a la caída de cualquier sistema predecible, reversible. Un principio se desprende de la trayectoria de los cuerpos, con su batería de átomos, en el espacio: la flecha del tiempo es irreversible. Un nuevo real nos mece. Surge un empuje a reabsorberlo en un todo, en un intento fallido de alivianar la angustia surgida de la incertidumbre,de la falta de garantías y la dificultad de alguna instrumentación simbólica. Y no sólo, sino que el poder se consolida mediante el control telemático de los habitantes de los centros urbanos y no urbanos, por lo cual se intenta borrar lo que de la incertidumbre deja un vacío sin horizontes definidos. El inconsciente no busca, encuentra en la materialidad de la palabra, una formación en la que adviene discurso. Existe “Un” tiempo que no es atemporal –sino clamaría su infinitud- es intemporal. El tiempo hoy, nos revela de manera inusual tal finitud, su terrible presentificación en la cotidianeidad, de la muerte por Covid.
La repetición en el psicoanálisis, lo es en tanto lo que se repite difiere de lo repetido. Cada vez, es otra vez. Es la función de asociación libre, única regla que rige al analizante. Hoy, la incertidumbre redimensionada a consecuencia de la pandemia, nos mueve a articular, a orientar una ubicuidad del hombre respecto a lo real. Un real, que no se alcance en la inmersión en un código digital, inerte a la sensibilidad, predigitado, algoritmizado. Sino que pueda hablar de él.
Es propio del psicoanálisis, al ofrecer en el “hable, lo escucho”, la posibilidad de habitar un lugar, un dónde estamos y no quiénes somos, un vía no buscada sino hallada en el transcurso del análisis, que por experiencia desamarra de cualquier Otro que funcione como garante. Y darle existencia a la incertidumbre, a recrear un lenguaje que morigere los efectos de la mediación anticipada, pre-envasada del tecnocapitalismo que intenta arrasar con la experiencia propia.
El aislamiento por la pandemia que ahora no es obligatorio en la Ciudad de Buenos Aires -pero que muchos siguen observando- se presentifica de modo siniestro subrayado en esta época en tanto los rastros del deseo del Otro, faltan. La angustia revela la falta de la falta. El no-todo, la imposibilidad de decirlo todo, abre sus puertas a la contingencia en el presente del decir que hoy tiene otro marco. La incertidumbre se liga a lo siniestro, y en este punto, el desvanecimiento del deseo se acopla a una opacidad enajenada.
El determinismo actualiza lo traumático vía la pandemia. ¿Podrá ser leído con el soporte de una tecnología ajena a los cuerpos? Ya señalado por Freud y retomado por Lacan, toda demanda es en fin humana. Y los dispositivos tecnológicos son al fin y al cabo humanos y vivimos atravesados más o menos por ellos.
La experiencia del psicoanálisis en el tiempo es lo suficientemente vasta para que esto pueda ocurrir, siempre y cuando no se transforme en un experimento, sino que un tipo de objetos, los gadgets, soportes materiales de la posibilidad de hablar y ser escuchado, no interfieran a priori en la asociación libre. Ya que estos se caracterizan por funcionar, por generar una ilusión de dominio continuo y de un automatismo ininterrumpido, a contrapelo de lo que no anda como nos los da a leer el síntoma en el dispositivo analítico.
Retomando la materialidad de los dispositivos tecnológicos, estos afectarán o no, en el sentido de tocar y también de afecto, a cada sujeto de modo singular.
Lo éxtimo se actualiza. Lo exterior se torna aún más exterior y lo más íntimo menos íntimo. Bordear la letra, aproximación a lo real, es un “pase” en el análisis, vía abierta a la lógica de lo inconsciente. Una letra que bordee lo litoral al cartografiar el surgimiento de un sujeto, intermitente, a través de una voz otra en transferencia que haga de caja de resonancia. ¿Se puede resonar sin la presencia del instrumento?
Experiencias: “escucho mi voz en el teléfono más que cuando iba a tu consultorio”, “me parece raro hablar y verme al mismo tiempo”, “hablar desde mi cuarto con mis cosas me confronta más con lo que digo”, “prefiero parar ahora y que sea presencial como antes, como siempre”, según el caso una oportunidad para resistirse o no (sin olvidar que la resistencia está del lado del analista) pero que podrá ser retomado y hallar sus nuevas vías.
Escuchar una voz en el teléfono, sin un campo de la mirada que incluya al otro, es también una experiencia nueva para aquel que escucha. Verse al escuchar en el caso de video, también. En una misma pantalla, el que escucha y el que habla. ¿Hay operaciones posibles, pensables, en relación a esta nueva modalidad de analizar? ¿O somos inmunes a esta afectación, o estamos más allá de ella? ¿Produce algún efecto verse al tiempo que se ve en lo que se escucha? Porque símil a un análisis en presencia, el pasaje al diván no es un tiempo cualquiera. La mirada, no puede sustraerse avant un devenir en la escucha y de lo que allí emerge. ¿O es que no podemos no cesar de no pensar ciertas cosas sin apartarnos de “lo dado”?
Esta escritura atravesada por varios “no” me hace redimensionar el juicio de atribución y el de existencia, tal como nos lo enseña Freud. El otorgar una cualidad a lo que nos está aconteciendo, es afirmar su existencia. Esto no ocurre sin resistencias. Ni sin activar nuevos usos de antaños dispositivos. Una subjetividad, cuyo gesto devenga silencio en torno a su irreductibilidad al lenguaje.
Avanzar en análisis da lugar a la falta, no en su morbidez, tal como nos lo indica Lacan en su Seminario La Ética del psicoanálisis, sino en la operación que barra al Sujeto. El paso en la espiritualidad de la humanidad vacila ante un real que nos conmueve, tal vez para ahondar las huellas de un exilio del que nadie es ajeno. El del lenguaje que se precipita en alienación y separación. Las letosas, en este impasse devienen enigmas, o deberían devenir en tanto así propicien la existencia de la pregunta. Aquella en la que no coincide la imagen punto a punto con lo visto o la voz no se transforma en un automatismo, inerte reproducción de un aparato.
El no dejar de pensar, como sea, como se pueda, en la no presencia de los cuerpos en el análisis y sus efectos, es aquello que redimensiona la ética del psicoanálisis.
Que la singularidad de un análisis no se pierda en el lapso de una virtualidad que intenta sobredeterminar al mundo físico, tangible, cualquiera sea su modo de existencia. Un estar advertidos, no es tan simple como decirlo, requiere un trabajo propio, un saberse determinado per se.
¿Una agorafobia , encuentra en el análisis in absentia una posibilidad de intervención, o se petrifica en aquello que lo avala? Eso es a lo que los analistas debemos estar atentos. No acomodarnos, sino desacomodar. Ese es nuestro horizonte. A veces acomodar, para que algo pueda anudarse no sin el cálculo vacilado de las condiciones materiales del dispositivo. La esquizofrenia, por caso resiste al análisis mediado por dispositivos que hacen proliferar lo imaginario. Dos, en una pantalla plana. La introducción de la terceridad, se ve al menos dificultada. El él mismo se ausenta entre conexiones puntuales y repetitivas. La imagen digital no es la imagen especular, claro que como la dimensión imaginaria está presente en cada sujeto aquella puede convertirse en ésta, de acuerdo a la estructura de cada quien. (2)
Un corte significante -en un medio de letosas, neologismo de Lacan que hinca en el extrañamiento del sujeto adosado a la producción de objetos tecnológicos por la ciencia moderna- a-letosar, sensibilizar, encarnar la humanidad perdida del Das-Ding. La verdad olvidada deviene síntoma, en cruz lo real, que no depende del analista, pero al que tiene por objeto enfrentarse. La cifra, que hace del síntoma lo que no cesa de escribir lo real. He ahí nuestro enigma porvenir en cada “vuelta” capaz de mojarse los pies en desciframientos que salpiquen a EL Malestar en la Cyberlización.
Aclara mientras amanece, y el frío metálico pierde entre las nubes bajas su razón.
Hasta el próximo intercambio.
G.O
(1) Franco Berardi, Bifo, La fábrica de la infelicidad, Nuevas formas de trabajo y movimiento global. https://www.traficantes.net/libros/la-f%C3%A1brica-de-la-infelicidad
(2) https://enelmargen.com/2021/02/10/el-malestar-en-la-cyberlizacion-carta-5-por-helga-fernandez/
Gabriela Odena, psicoanalista