Por Helga Fernández, con Gabriela Odena, Patricia Martínez y Gerónino Daffonchio.
Cuidado editorial: Ricardo Pereyra, Mariana Castielli y Amanda Nicosia.
Este texto fue producido a partir del trabajo de la delegación editorial. No hubiera sido posible sin la posición y el decir de cada unx de los que practicamos la función del editor en esta revista, mucho menos sin la discusión y la conversación que tuvo lugar entre nosotros como colectivo. De modo que estas líneas son una simple y torpe rúbrica de lo acontecido in situ.
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Nos damos cita para trabajar la cita. En tanto delegación editorial, ¿la cita nos compete o a acaso nos concierne?
Se está solo en relación a los otros. Cuando se dice que escribir escribir se escribe solo, se dice que se escribe con otros. No es una contradicción, es la división que produce el significante. Solo y con otros no son estados antagónicos, es una pluralidad hecha de dos fuerzas que devienen juntas. ¿A quién se le ocurre considerar que al afirmar que es de día se está negando la existencia de la noche? Es de día puesto que cada tanto es de noche.
Un texto es una “cámara de ecos”, un intertexto. No hay escrito tabula rasa, se escribe con escritos precedentes y estos, a su vez, son el punto de partida de otros por llegar. Igual que el origen, el autor primigenio está perdido.
En nuestra lengua “cita” y “cita” son homófonas:
1. f. Señalamiento, asignación de día, hora y lugar para verse y hablarse dos o más personas. El analista me dio una cita para mañana.
2. f. Mención de palabras dichas o escritas por alguien con las que se intenta dar autoridad o justificar lo que se está diciendo. Este libro está repleto de citas en latín.
La homofonía introduce, desde la función de la letra, la diferencia, y la fonía acerca una y otra palabra. Cada vez que citamos, es probable que nos demos cita, que nos reunamos en una “cita textual” con aquellos y aquellas que mencionamos con su escritura o decir. En este sentido, la cita puede efectuarse como una práctica de la amistad. ¿O acaso la misma no conforma un tejido de encuentros?
La cita crea, establece y enriquece campos de discurso, dado que auspicia y propicia el desplazamiento de la transferencia hacia determinados autores y colectivos, que, así, se entrecruzan en nuevos nexos y que gestan nuevos movimientos. Porque la cita, si da cita, siembra, irradia y multiplica.
Pero, ¿toda cita articula un lazo? No.
Un posible inventario de citas. Cita de autoridad. Cita ofrenda. Cita por seguridad. Cita que abre o cierra el paso. Cita que anticipa y prepara lo que se dirá. Cita de compañía. Cita obligada. Cita de reconocimiento. Cita de conversación. Cita que erra o equivoca. Cita de contraste. Cita que impide decir. Cita evitada. Cita forzada.
Estos y otros modos de la práctica de la cita traen a cuento su relación con los momentos de la formación del analista. Para el caso y recordando que el analista se autoriza de él mismo y algunos otros, la cita puede sobrevenir como rúbrica del colectivo en cuestión. Pero también como obstáculo en o para la autorización e, incluso, como apoyo ortopédico ante vicisitudes de enunciación.
La cita, entonces, es un modo de expresión de la polifonía que compone un texto, en tanto una voz llama, conversa o discute en y con otras. Pero también existe un modo de la cita que ubica al texto citado como autoridad bajo la que se ampara el escribiente ante la orfandad de la hoja en blanco. Tal vez esta última forma suponga una práctica de la cita que, en las antípodas de su función de lazo, sea (a)social, puesto que no reuniría ni a quien escribe con lo que escribe ni a quien escribe con los otros, y diluiría, a aquel y éstos, en la omnipotencia del Otro. Más fácil y directo: al citar ejercemos un poder que sirve al Otro o practica el lazo con el otro.
La cita conversa, excita, incita, solicita, a veces concita y otras resucita lo que parecía superado: al padre muerto (para matarlo otra vez).
Las citas trazan líneas que se esparcen y otras que se excluyen. ¿A quién citamos, con quién o quiénes nos damos cita? ¿Con quiénes nos reunimos y con quiénes no?
Citamos a nuestros pares, a quienes nos enseñan y a quienes ya no están pero nos habitan.
Citamos por afinidad.
Citamos para afiliarnos o por temor a ser desafiliados.
Citar es reconocer o desconocer. Ambos gestos a la vez, también.
Lo que se cita no deja de ser propio, tampoco ajeno.
Algunas citas toman un carácter tan apremiante que derivan en la citación o en la re-citación.
El que cita no roba. Y el que roba no cita.
A veces la cita es la materialización de la alegría de la coincidencia; otras, un hallazgo.
Si todo impreso es político, cada cita también lo es. La cita propicia o no ciertos acontecimientos, bajo un determinado momento histórico, en la materialidad de la publicación y en el público lector.
Si la glosa de un sueño indica su posición enunciativa, la cita podría indicar la enunciación de un texto.
Una cita es un gesto público.
Octavio Paz, en uno de los libros más bellos del mundo(1), escribe que el hombre es un mono gramático. Un animal que cree en Dios. Una bestia que babea sentido. Un ser que con la gramática viste su condición simiesca y llama a esa mascarada: poesía, cultura, religión, filosofía, psicoanálisis. Un chango monstruoso que se viste de abogado, de catedrático, de sacerdote; un cínico chimpancé que cuando le conviene permanece en los árboles y cuando no, baja al púlpito. Un escolástico, sentimental, voraz y chismoso que a veces confunde la gramática con el contagio, el sentido con el calor tribal y, necesariamente, la sintaxis con la teología. Un monstruo que, por lo general, termina crucificado sobre una letra, desollado sobre el signo de su elección y desfallecido con una sonrisa beatífica y una mirada atroz que cualquiera, hasta el menos gramático de los monos, sabría reconocer. Al desfalleciente lo rodean de inmediato los semimonos; los semigramáticos –policías, sacerdotes, fieles y buenos alumnos– que al citarlo rezan: alabado sea Dios, alabado sea Dios, alabado sea Dios. Porque cada uno de los monos, sin excepción, los gramáticos y los semi gramáticos, solemos confundir, también, la práctica de la cita con el rezo.(2)
1- Octavio Paz, El mono gramático. Editorial Austral.
2- Las cursivas del párrafo denotan el parafraseo del texto en cuestión.
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Helga Fernández. Psicoanalista. Ejerce la práctica hace 23 años. Supervisa, da clases y mantiene conversaciones de formación en hospitales de la Provincia de Bs. As. y de C.A.B.A. Co-autora de: Melancolía, perversión, psicosis. Comunidades y vecindades estructurales. Ed. Kliné/Ed. Oscar Masotta; El hilo en el laberinto I y II. Lectura del Seminario De un Otro al otro, Ediciones Kliné – Ediciones Oscar Masotta, Bs. As 2016; La carta del inconsciente. Ediciones Kliné – Ediciones Oscar Masotta. Buenos Aires, Buenos Aires, 2007; Feminismos,de Leticia Martín y otras. Letras del Sur, 2017, y, Acuerdo en el desacuerdo. Qeja, 2019. Identificación, nombre propio y síntoma: Una lectura del seminario IX. Ediciones Kliné, 2020. Ser sin orillas. Ensayo sobre Ofelia, de M. Trigo y AAVV. En el margen, 2020. Escrituras Cl{ínicas, junto a V. Larrosa, H. Medina, F. Montañez. Archivida 2021. Autora de para un psicoanálisis profano. Archivida, 2020. Escribió artículos en diferentes revistas: LALANGUE; Lapsus Calami; N-1; La Mosca; En el margen, entre otras. Directora editoral de Revista En el Margen. Participa de la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis y en grupos de Convergencia. Formó parte de la Escuela Freudiana de la Argentina durante 20 años, hasta 2020 como A.M.E.