Foto, Isabel Muñoz.
Cuidado editorial, delegación.
Antes de comenzar, quisiera compartir la etimología del verbo insistir, la que paradójicamente hallé después de escribir estas palabras e incluso de dar con el título de la Sección, pero que, para mi sorpresa, se encuentra en sintonía y tiene que ver con lo que aquí intento decir.
Brevemente, diré que insistir viene del latin in-sistere, lo cual significa tomar posición, clavarse en un lugar, detenerse, estar en pie o parado en un sitio. Ponerse sobre y mantenerse. Apoyarse. De allí mismo término surgen también los verbos persistir, resistir, subsistir, existir.
Insistir implica además repetir una o varias veces algo. De modo que insistencia y repetición van de la mano. Está la repetición de la insistencia, de lo que insiste a pesar de uno, de eso que hace marca, que sirve de sostén y apoyo, donde hacer pie y no hundirse, pero también está la insistencia de la repetición, la repetición en sí misma, como fuerza necesaria y creadora. Ya que en ese una y otra vez, propio de la repetición, es imposible repetir lo mismo, por más que se lo intente, no hay repetición sin diferencia y, por eso mismo, sin la posibilidad de la invención, de lo nuevo.
Esta Sección surgió o fue tomando forma a partir de la lectura de ciertas insistencias, intentando escuchar lo que allí asoma, muchas veces imperceptiblemente. En un inicio, pensé en las mujeres y en las violencias padecidas a lo largo de la historia, y aún hoy. Porque basta mirar a nuestro alrededor para observar que la violencia es parte de nuestra cotidianeidad. Puede que aparezca disfrazada, camuflada o incluso naturalizada, pero no por eso deja de ser violencia. Puede que esta sea un intento de acallar, de eliminar aquello que insiste, ya que justamente porque insiste molesta, o puede que también, sea una de las formas que toma la insistencia. Si bien la pulsión de muerte es constitutiva del ser hablante, y por esto mismo la violencia forma parte de la cultura, qué forma toma esa violencia en una sociedad y cómo interviene la pulsión de muerte en cada sujeto es algo de lo cual podemos hacernos preguntas. Y deberíamos, para no quedar a merced de los caprichos de una época, ni ser arrasados por las hegemonías de turno. Está la época, con sus desmesuras y sus condicionamientos, pero también está el sujeto. Ese mismo que la ciencia forcluye y que el discurso del psicoanálisis recoge. El sujeto surge allí, en esas fisuras, en esos quiebres. En eso que no cierra. Entre vacilaciones e intermitencias. Aparece y se desvanece. Pero, para que advenga, es necesario que se produzcan ciertas condiciones de emergencia. No se da sólo. Es necesario que alguien esté ahí, a la espera, atento, permeable. Que haga de guarida y cobijo para la emergencia del sujeto.
Mujeres, vuelvo a ellas. Nadie sabe qué es ser mujer. En todo caso, lo que se dice de eso no es más que el resultado de una construcción social, histórica, política, económica. En esa construcción confluyen todo tipo de intereses, a partir de los cuales se determinan lugares, funciones, modos de ser, formas de vida y también violencias, de las más variadas. Todo esto existe y opera, es imposible negarlo, es como querer negar los avances de la ciencia o de la tecnología. No se trata de eso. Sino de hacer con eso.
Hablo de las mujeres, en plural, ya que es necesario que eso exista, que se arme ese las, pero no siempre, ni todo el tiempo. Sin el las, no se hubieran ganado derechos, ni podido llevar adelante tantas luchas. Pero se necesita también del cada una. Que en ese las, que no hace todo pero reúne, puedan resistir y emerger las singularidades. Nadie dice que esto sea sencillo, pero entre lo singular y lo colectivo hay una tensión inconciliable, que es necesario sostener.
Esta Sección, de alguna manera, intenta alojar esa tensión. Rastrear aquello que sucede entre la época y el ser hablante. Buscar las marcas que la historia va forjando, va introduciendo en la vida de cada uno y de qué modo cada cual va haciendo con eso, va dejando su huella, al armar su propia historia. Ser mujer tiene tantas aristas, como cualquier otra cosa que se pretenda o se desee ser. La sororidad, eso que escuchamos a menudo, en definitiva, no es más que esto, poder estar con otras siendo otra. Somos parte de un entramado, de un tejido, que se teje con el otro. Y en ese ir y venir de las agujas, está el sujeto, que pulsa, que insiste. Y es a esa insistencia, que esta sección busca hacerle un lugar. A eso que no cede, ni se deja engañar.
Leticia Gambina. Psicoanalista. En el año 2004 se recibió de Licenciada en Psicología en la UBA. Del 2005 al 2009 realizó la Residencia de Salud Mental en el Hospital General de Agudos Dr. T. Álvarez. Actualmente trabaja como analista en su consultorio particular y forma parte de un programa de violencia familiar y sexual dentro del Ministerio de Justicia y DDHH desde el año 2009. Participa de grupos de trabajo en la Escuela Freudiana de la Argentina desde el año 2015.
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