Gisela Avolio, responsable de la sección / Dirección editorial: Helga Fernández
¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?
No sé si podría situar un momento único de descubrimiento, creo que el psicoanálisis se va descubriendo, cada vez, un poco más, o en realidad hay distintos modos de encuentro con el psicoanálisis que funcionan como distintos modos de descubrimiento, que no dejan de ser un “darse cuenta” de lo que ya estaba ahí.
Siempre me interesaron las palabras, las historias y las lecturas. Siendo muy chica intentaba imaginar cómo eran las vidas de las personas a mi alrededor, en la playa, en un restaurante, o donde sea que estuviera, me intrigaba saber cómo eran esas vidas ajenas, sus relaciones, sus personalidades, sus pesares y sufrimientos. Siempre me impactó pensar cuántos mundos me circundaban, cuantas historias desconocidas, cuánto no sabía o no podía saber. Lo que sí sabía era que escuchaba distinto, en esa época sentía que ese rasgo que me diferenciaba era una suerte de “karma” que me dejaba sola. Rasgo que no pude poner en valor hasta mucho tiempo después, análisis personal mediante, dónde entendí retroactivamente mi apuesta a la palabra.
Me apasioné también en la adolescencia con los libros de Agatha Christie y Sherlock Holmes, entre otras lecturas, sobre todo aquellas que iban construyendo o reconstruyendo una historia, un caso, a partir de una serie de indicios y del preguntarse por lo que no encaja, por el sinsentido, es decir, para encontrar una causa.
Siendo adolescente y aun en el secundario me encontré con “La interpretación de los sueños”, quedé impactada: en el epígrafe y antes del final del texto, Freud cita un verso de Virgilio de La Eneida “Flectere si nequeo Superas, Acheronta moveboy” que se puede traducir como: “Si no puedo doblegar los Dioses de arriba (o los cielos), sacudiré el Aqueronte (o los infiernos)», por ese entonces estaba fanatizada con Silvio Rodriguez quien en uno de mis temas preferidos “La primera mentira” nombra a Virgilio y le pide que lo lleve al infierno, canción que me había llevado, por cierto, a leer sobre la Eneida y mitología griega. Entre el infierno y el misterio, Freud escribía de otro modo algo semejante a lo que encontraba en la música y la literatura, sobre todo en los libros de misterio. Entendí entonces que lo que me causaba era precisamente ese no saber. No saber que me llevaba a querer entender, a buscar conexiones lógicas, a esa “otra escena”, a ese saber no sabido causante de la repetición. Entendí que había que acudir al sueño y su interpretación para saber acerca de uno mismo, que el sueño es “nuestro confidente íntimo”, “es la intimidad misma” (Pascal Quinard). La idea de que la vida late al ritmo que marca la repetición impulsada por el inconsciente me resultaba inquietante a la vez que fascinante.
Un poco por consejo de una profesora de filosofía y otro, bastante supongo, por los sentimientos de soledad en mi infancia y mis preguntas constantes queriendo entender, hice la carrera de Lic. en Psicopedagogía en la U.N.L.Z porque quería atender niños.
Cuando rendí Psicoanálisis, el profesor de la cátedra Benjamín Falicoff, me invitó a trabajar con él en otra cátedra “Dinámica de grupo e instituciones”, como así también en un dispositivo que había creado y al que llamó “Laboratorio de dinámica de grupos e instituciones”. Ofertábamos un espacio de escucha para aquellos que quisieran venir a hablar tanto dentro del ámbito universitario como por fuera, en escuelas secundarias estatales y en villas del Conurbano y de la Ciudad de Bs As. Trabajo en el afuera que fue posible por un convenio firmado entre la U.N.L.Z y Poder Ciudadano, una organización apartidaria recientemente constituida por ese entonces. Desde una escucha psicoanalítica realizamos distintas intervenciones en grupos o en equipos de trabajo, en Secretarías, Cátedras, así como también en distintas villas y escuelas estatales.
Entendí la fuerza de la palabra y lo fundamental de la escucha, como así también la importancia de la oferta y la creación de dispositivos para que ese acontecer sea posible. Entendí también la importancia del psicoanálisis en la articulación de lo singular con lo social y su valor en lo que puede aportar e influir en la sociedad y en la cultura.
Eso hizo que entrara de lleno en el psicoanálisis y ahí estoy “aún”. A B. Falicoff le debo también su patada de empuje a lo que considero fue mi primer análisis “en serio”.
Como seguía concernida por tratar de entender qué les pasaba a esos niños por los que me consultaban más allá de sus problemas de aprendizaje, participaba de diversos grupos de estudio de psicoanálisis y supervisaba con psicoanalistas, decidiendo posteriormente hacer la carrera de Psicología. Evidentemente se trataba entonces de una interrogación que llevaba dentro.
¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a la contemporaneidad?
En cierta forma empecé a responder esta pregunta en la anterior. Pienso que lo que el psicoanálisis sigue teniendo para aportar es otro modo de leer, leerse y leer al otro, otro modo de entender e intervenir respecto del malestar en la cultura, tanto en lo singular como extensivamente en lo colectivo. Muestras visibles, o escuchables, de esa intervención es el uso de términos del psicoanálisis en el lenguaje común. En una época donde el discurso que impera hace que prime la pobreza de simbolización, la destrucción del lazo, el aplanamiento del tiempo o la promesa de su infinitud, el psicoanálisis como discurso y lazo social, apuesta. Apuesta a la palabra, a lo humanizante que es la relación con la palabra. Apuesta a la emergencia de ese saber no sabido, inconsciente singular e intransferible que da cuenta del sujeto en su división, apuesta a que el sujeto “descubra”, se dé cuenta de qué marca es prisionero, que pueda cernirla, encontrar la posibilidad de salir de su sofoco y así vivir un poco más liviano, que pueda historizarse, articularse como historia, que tenga recursos para simbolizar. Apuesta al encuentro con esa intimidad, a que pueda estar consigo mismo y también con otros. Los cambios sociales y políticos entonces nos atañen directamente al presentar nuevas configuraciones de subjetividad que son las que tenemos que poder pensar, no solo a partir de nuestro trabajo como analistas, sino también en relación con otros que también laboran sobre lo epocal y lo social, para que el psicoanálisis pueda decir algo más. Es fundamental hacer lugar a la subjetividad de la época porque de lo contrario corremos el riesgo de hacer del psicoanálisis una experiencia intelectual alejada de la realidad. Schumann decía que “mientras se está componiendo hay que nutrirse de la poesía y salir a pasear a menudo”. Es nuestro que- hacer como analistas seguir componiendo, seguir nutriéndonos de los aportes de otros discursos, de la poesía y el arte en todas sus manifestaciones, y salir, salir del discurso cerrado, caminar, errar, toparse con lo nuevo, revisar conceptos, cuestionarlos, y volver para seguir componiendo. Nos toca seguir repensando, investigando, escribiendo y reinventando el psicoanálisis, de acuerdo a las circunstancias de nuestra época, incorporando su lenguaje, sus problemas, para así poder dar cuenta tanto de ellos como de su vigencia , sin olvidar cuales siguen siendo sus fundamentos. Nos toca seguir.
Marisa Rosso. Psicoanalista. Ejerce la práctica del psicoanálisis en el ámbito privado con niños, adolescentes y adultos. Supervisa y dicta grupos de estudio. Fue miembro de la Escuela Freudiana de la Argentina desde el año 2004 hasta fines del 2021.
Coordinó diversos grupos de trabajo y de investigación. “La función del amor”, “Posición femenina, posición del analista. Consentimiento y semblant”, “Subjetividad y lazo social:incidencia del discurso capitalista en las nuevas manifestaciones del malestar en la cultura”,”Del arte al psicoanálisis. Avatares del sujeto: goce, creación, Sublimación”, entre otros.
Supervisora y enseñante en el Hospital Interzonal General de Agudos “Luisa C. de Gandulfo” durante los años 2017/2019.
Forma parte de la delegación editorial de En el margen. Revista de psicoanálisis. Está cargo, en la misma revista, de una Sección cuyos textos se escriben en correlación al trabajo de lectura e investigación relativo a la articulación entre el sínthome, la música y la voz: La clave musical.
Texto al cuidado de Ricardo Pereyra
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