Imagen de portada, John Tenniel. Parte de las primeras ilustraciones de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll.
Cuidado editorial, Amanda Nicosia y Agostina Taruschio
Desde hace algunos años la práctica del psicoanálisis en la guardia de un hospital en la que recibimos niñxs y jóvenes en estado de urgencia -esa alteración súbita de la temporalidad en la que el parlêtre radicalmente no dispone de la espera- me ha llevado a considerar que la dimensión del tiempo se encuentra en la médula de la experiencia analítica.
Los niñxs con su jugar también lo hicieron, al enseñarme a través del playing, de ese «jugando» winnicottiano, ese gerundio con el que se acentúa la implicación del jugador en una temporalidad que le concierne, a través de una actividad que tiene la chance de transformar en campo de juego hasta el peor de los desiertos.
Atravesada por este asunto, reanudo su articulación a la hospitalidad -trabajada junto a otros en el hospital(1)- en esta época infausta.
Época en la que, mientras seguimos asolados por una peste global, que si bien reducida aún no está domeñada, irrumpe la ferocidad de una nueva guerra que amenaza expandirse en un mundo inter-hiperconectado, en el que la civilización ha devenido, podríamos decir, civiglobalización.
Lo acuciante de este momento -en el que pareciera justificarse en las intervenciones relativas a la «salud mental» el primado de los protocolos estandarizados como remedio universal prȇt ả porter para abordar el sufrimiento del parlêtre– me ha llevado a reabrir la interpelación acerca del necesario resguardo de la hospitalidad de la práctica en su articulación con la dimensión del tiempo, a través de replantear la ineludible pregunta acerca del modo de responder a la urgencia subjetiva. Los invito a dialogar con el texto.
Hospitalidad de la práctica del psicoanálisis, fabricar tiempo.
Un acto de hospitalidad no puede sino ser poético.
Jacques Derrida
“Urgente! Que Salud mental vaya al Hall de guardia”, exige una voz apremiada. Exclama: “trajeron en ambulancia, desde una escuela, a un chico con excitación psicomotriz”. Una psi sale corriendo a su encuentro, se asombra al encontrarse con un niño de no muchos años dando puntapiés, gritos y haciendo fuerza para desprenderse de los gruesos brazos que trataban de inmovilizarlo. La psi pide que esos sujetadores de carne se desprendan mientras que dirige al niño unas tomas de arte marcial invitándolo al combate.
La intensidad libidinal que se desprende de este fragmento nos instala en el corazón de la urgencia, en lo que en cada una de ellas se presenta (en el sentido de no representación): una alteración súbita de la dimensión temporal. Irrumpe lo intempestivo, lo vertiginoso, el borramiento de la espera. Desgarro de la trama del tiempo que sacude la escena en la que hasta ese momento el parlêtre se sostenía o creía sostenerse.
Tal como advertía un atribulado Hamlet, quien manifiestamente tocado en cuerpo e imagen, después del encuentro con el imposible requerimiento del fantasma paterno -que sin dirigirse a él como su legítimo heredero lo insta a vengar su muerte a manos del tío usurpador dejando indemne a la madre cómplice- proclama con desesperación que el tiempo está fuera de quicio y que el mundo -su lugar en el mundo cómo escena- tambalea(2).
Como sucedió para ese niño, a quien llamaremos Ariel, que se encontraba en el transcurrir de su vida cotidiana en la escuela, a su modo quizás alborotado, quizá más inhibido, cuando «algo» irrumpió desalojándolo de esa escena, arrojado al mundo puro donde lo real se precipita(3), con un cuerpo súbitamente afectado, transformándose en extraño para sus otros, quienes en esa desesperación reclaman atención.
¿Qué es ese «algo» que irrumpe trastocando la dimensión temporal, desvaneciendo el borde que disyunta mundo y escena, obliterando el espacio en encierro sin salida, impidiendo pasar a otra cosa?
¿Cómo alojar ese desalojo brutal, intempestivo de la escena? ¿Cómo se reintroduce la dimensión del tiempo, en función de quicio, soporte de la escena sin la cual no hay efecto sujeto?
Encontré en La hospitalidad(4), texto leído una y otra vez enhebrando esas preguntas mientras se abrían otras, que en hebreo «fabricar tiempo» es equivalente a «invitar«, tal como lo extrae un afortunado hallazgo de Anne Dufourmantelle, con el que formula una interpelación que nos concierne:
«¿Cuál es esta extraña inteligencia de la lengua que certifica que para producir tiempo es preciso ser dos, o más bien es preciso que exista lo otro, una efracción de lo otro original?»(5)(6).
Esta valiosa precisión que aporta Dufuormantelle, entramada a la potencia de la producción de Derrida, permite acercarnos a situar que la hospitalidad como práctica de recibir al que llega -huésped por estructura in/oportuno- encuentra su basamento en la fabricación de tiempo, el que surge de la existencia de lo otro, lo extranjero, en el otro. Así lo testimonia la derivación etimológica de la palabra huésped derivada en latín, desde muy antiguo, de un compuesto de dos raíces indoeuropeas una de las cuales hospes significa el extranjero invitado, y la otra hostis el extranjero invasor, por tanto enemigo, hostil.
Asombra también encontrar que de hospitare, que en esa lengua significa recibir como invitado, deriva la palabra hospital.
Esta raíz vehiculiza entonces una interpelación: ¿qué hospitalidad se practica en el hospital?
En este punto es esencial situar que la hospitalidad derridiana se diferencia radicalmente de la hospitalidad que deriva del griego filoxenia, que significa la cualidad de acoger y agasajar con amabilidad y generosidad a los invitados o a los extraños.
Para Derrida la hospitalidad no es una cualidad de alguien que tiene algo para dar sino un acto a producir desde la propia privación, acto que no duda en llamar poético, porque implica una invención cada vez. Acto que se produce apoyado en lo extraño, lo extranjero, de nosotros en el otro, para lo cual inventa un neologismo la hostipitalidad(7).
Dufourmantelle radicaliza ese acto situando su corazón en la fabricación del tiempo que se apoya en la efracción de lo otro original en el encuentro con el otro.
¿De qué modo el encuentro con lo otro original, fabrica tiempo subjetivo?
Con esta brújula leí que Sylvie Le Poulichet en el precioso texto La obra del tiempo en psicoanálisis(8), con su elaboración del Seminario de La ética, articula que la experiencia precoz de los gritos introduce de manera privilegiada el cuerpo en la dimensión propia del tiempo humano a través de lo que Freud denomina, en el Proyecto de psicología… el «complejo del prójimo»(9).
Sitúa que dado el irremediable Hilflosigkeit, desvalimiento original y nunca superado de la cría humana, ésta va a requerir para su supervivencia del auxilio ajeno, a través de un otro experimentado que advierta ese estado, y a través de una actividad mnemónica, podríamos decir simbólica, conjuga una red de impresiones referidas al cuerpo del niño, por la cual los gritos del semejante despertarán el recuerdo del gritar propio y con ello de vivencias propias de dolor.
Este proceso, subraya Freud, representa tan solo la primera parte del complejo perceptivo, pues simultáneamente la percepción inviste aquello que quedará irreductiblemente inasimilable como una parte diversa, nueva y no comparable a otra cosa, que sigue siendo de algún modo extraña, y que se impone por un aparato constante que se mantiene reunido como Cosa (das Ding)(10).
Ese Ding como Fremde, extranjero e incluso a veces hostil, nos advierte Lacan, funciona como primer exterior irreductible en el corazón de lo familiar alrededor del cual gravitan las cadenas significantes y se organiza todo el andar del sujeto(11). Un andar en el que intentará reducir esta distancia entre el otro semejante y lo extraño, y ensayará reabsorber esa distancia por medio de la repetición de las experiencias. Pero cuanto más repite para encontrar lo idéntico más profundiza la diferencia y engendra nuevas huellas de experiencias y no la inmediata adecuación con lo semejante.
Esta inadecuación fabrica resto, producido por el fracaso de la reproducción de lo mismo, y ese resto adquiere estatuto de objeto causa del deseo.
La eficacia de la repetición(12), como resorte de la actividad lúdica, radica en la re-producción de esa inadecuación, que objeta el plegamiento de la extraño sobre la semejante(13).
En esta distancia abierta entre lo mismo y lo otro surge, según propone Le Poulichet, la dimensión propia del tiempo humano, movimiento del deseo que encuentra su fundamento en esa relación con lo que permanece absolutamente afuera y con lo que aún no se da como semejante.
La apertura de esa distancia irreductible impide toda coincidencia de sujeto consigo mismo y lo precipita hacia delante, a dar el no/paso (pas) del aún no (pas encore). En este no/paso irá al encuentro de lo que él no es(14). En esa espera se halla la dimensión del por-venir que concierne a la experiencia del análisis. El porvenir se da como lo que viene del otro, de eso que es enteramente sorprendente.
Cuando Ariel llega, el niño se había perdido ante la mirada del Otro y se había transformado para sus otros en un extraño, un extranjero, en el seno mismo de lo que había sido familiar, hasta ese momento en que el plegamiento de lo extraño sobre lo semejante efectúa el surgimiento de lo que ha permanecido no familiar, unheimilch, menos inhabituable que inhabitante, especifica Lacan(15), que desgarra la trama del tiempo.
Quien lo recibe en la guardia aloja, desde su propio desamparo(16), el desamparo de esa extranjeridad, no para intentar su imposible asimilación, sino que con su apuesta lúdica va al reencuentro de lo que él no es: ni una excitación psicomotriz, ni una tortuga ninja, ni un titán en el ring, sino que juega a serlo porque no lo es. Como dicen los niñxs “dale que yo era…”.
Desde esa perspectiva no importa cuál sea el personaje elegido, sino que en esa intervención se apuesta a reabrir la distancia entre lo semejante y lo extraño, esa no coincidencia. En esa espera de lo que aún no, se resituó un borde temporalizador instituyente del límite entre mundo y escena.
Ese límite, que la práctica del psicoanálisis apuesta a localizar y sentir, es el que Lacan nos invita a palpar en el canto de Paul Eluard(17):
… la noche de amor toca con el día,
Boca abierta ligada a la boca cerrada.
En esta dirección se orienta la hospitalidad de la práctica, que se pone en acto desde la posición necesariamente lúdica del analista, en tanto la experiencia del análisis tiene su basamento en la estructura del juego(18). Ahí donde el poeta encuentra las huellas de su hacer(19).
(1) Me refiero a “Infancias, ficciones, hospitalidad”, ciclo de exploraciones académicas e intervenciones estéticas que tuvo lugar en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez a lo largo del 2017 bajo la coordinación de Debora Chevink.
(2) W. Shakespeare. Tragedias. Hamlet. Espasa, Madrid. Acto I, Escena V.
(3) Seminario La angustia. Jacques Lacan. Ediciones Paidós, pág.129
(4) La hospitalidad. Jacques Derrida, Anne Dufourmantelle. Ediciones de la Flor. 2014
(5) ibid, pág. 78
(6) N. de E.: El destacado es de la autora del texto.
(7) ibid, pág.49
(8) La obra del tiempo en psicoanálisis. Sylvie Lepoulichet. Ed. Amorrortu, pág. 28.
(9) Proyecto de psicología para neurólogos. Sigmund Freud. Ed. Amorrortu, pág. 362.
(10) ibid, pag. 377
(11) Seminario La ética del psicoanálisis. Jacques Lacan. Ediciones Paidós, pág. 68.
(12) Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Jacques Lacan. Ediciones Paidós, págs. 58 y 69.
(13) La obra del tiempo en psicoanálisis. Sylvie Lepoulichet. Ed. Amorrortu, pág. 30
(14) ibid. pág. 31. Juego de palabras intraducible basado en la multivocidad del pas: no (adverbio de negación) y también paso (sustantivo) (N. de la T.).
(15) Seminario La angustia. Jacques Lacan. Ediciones Paidós, pág.87.
(16) Derrida subraya que sólo a partir del sin-abrigo, del sin-lugar-propio puede abrirse genuinamente la hospitalidad. La hospitalidad. Jacques Derrida, Anne Dufourmantelle. Ediciones de la Flor. 2014
(17) Seminario La ética del psicoanálisis. Jacques Lacan. Ediciones Paidós, pág.189
(18) Seminario Problemas cruciales del psicoanálisis. Jaques Lacan. Inédito. Clase del 19-4-1965
(19) “El creador literario y el fantaseo”. Sigmund Freud. Ed.Amorrortu, Tomo IX.

Viviana Garaventa. Psicoanalista. Egresada de la Facultad de Medicina, UBA. Concluyó la Residencia en Salud mental infanto-juvenil en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, donde fue Jefa de Residentes. Integrante del equipo de Salud mental del Servicio de Urgencias de dicho Hospital desde 1992. Fue instructora de residentes en la Residencia de Psicología infanto-juvenil en el Hospital Gandulfo. Actualmente es Supervisora clínica del Equipo Infanto Juvenil y del Equipo de interconsulta del Hospital Ramos Mejía. Colaboradora docente de la Práctica profesional Clínica de la urgencia y de la Práctica profesional Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez de la Facultad de Psicología UBA. Participó ininterrumpidamente con presentación de trabajos en las Reuniones Lacanoamericanas desde 1999 hasta 2015. Publicó numerosos trabajos en la revista Psicoanálisis y el hospital.
Aclaración: De modo de preservar el secreto profesional y la identidad de los pacientes fueron modificados algunos datos.
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Lo que urge no deja lugar al tiempo de comprender. Gracias Viviana por expresarlo poeticamente.
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