Testimonios. Por Leticia Gambina

Imagen: Arte Collage, Sheila Kruger, «Acho que pintei minha vida-as coisas acontecendo na minha vida- sem saber». Georgia O’keeffee

Cuidado editorial, Marisa Rosso

El mundo no es humano sólo porque está hecho por seres humanos, y no se vuelve humano sólo porque la voz humana resuene en él, sino sólo cuando se ha convertido en el objeto de discurso. Sin embargo, por mucho que nos afecten las cosas del mundo, por profundo que nos estimulen, sólo se tornan humanas para nosotros cuando podemos discutirlas con nuestros semejantes. Aquello que no pueda convertirse en objeto de discurso puede hallar una voz humana a través de la cual sonar en el mundo, pero esto no es con exactitud humano. Humanizamos aquello que está sucediendo en el mundo y en nosotros mismos con el mero hecho de hablar sobre ello y mientras lo hacemos aprendemos a ser humanos.

Hannah Arendt(1)

A partir de la lectura del libro “La palabra que aparece”, de Enrique Díaz Álvarez(2), me quedé pensando en los testimonios de mujeres víctimas de violencia. Testimonios que, por mi trabajo, vengo escuchando desde hace tiempo.

Recuerdo que en un comienzo evitaba ver películas o series relacionadas con el tema. Aunque actualmente sigo sin elegirlas, antes directamente no podía verlas, dado que una y otra vez, lo real se me aparecía en medio de las escenas, desgarrando el tejido ficcional. Como si luego de haberlo visto o escuchado en crudo, sin ningún velo, ni edición alguna, en esos cuerpos reales de mujeres golpeadas y en esas voces llenas de dolor, no pudiera salir de allí. Como si todo me remitiera o me llevara a eso. Necesité tiempo para que algo se pudiera inscribir. Para que lo visto y escuchado no se me apareciera y me siguiera a todos lados. Para que la ficción vuelva a ser ficción. Seguramente este escrito tenga que ver con ello y sea un intento de elaborar, de alguna manera, eso imposible de representar.

El testimonio, como toda práctica discursiva, tiene que ver con una época, se da en determinado contexto, necesita de ciertas condiciones de posibilidad.

Hoy, en la era digital, con la ayuda de la tecnología y los diferentes medios de comunicación, quien así lo quisiera, puede dar a conocer su vida o parte de ella. Pareciera que el relato se ha democratizado, cada uno puede dar su versión. Sin entrar en detalles sobre hasta qué punto esto es cierto, no podemos pasar por alto la infinidad de historias que nos llegan y las tantas que podríamos contar si quisiéramos.

Además, con los movimientos feministas se fueron dando cambios discursivos, por lo que hay cosas que ya no se pueden decir, pero también, se está empezando a nombrar y a denunciar algunas violencias que antes ni siquiera se podían visibilizar.

En este sentido me resulta interesante el planteo de Enrique Díaz Álvarez, quien ubica al testimonio como acto político. Ya que, si bien el testimonio es territorio de lo propio, de lo singular, produce también efectos en la subjetividad y en la sensibilidad de la época. Para poder transformar o cambiar determinada concepción del mundo es imprescindible contar lo que ese mundo, con sus estructuras de poder, produce. Cada testimonio en su particularidad dará cuenta de ello.  

Pero no todo decir, ni todo hablar es un testimonio, ni todo relato implica un decir que produzca efectos.

Tomaré a Agamben, quien refiere que: “en latín hay dos palabras para decir testigo. La primera, testis, de la que deriva el término testigo, significa etimológicamente el que se pone como tercero en un proceso o en una pelea entre dos contendientes. La segunda, superstes, designa al que ha vivido algo, al que ha atravesado hasta el final un acontecimiento y puede por ello, dar testimonio”(3). En esta segunda acepción, el testigo es ante todo un superviviente, que puede reconstruir un hecho traumático desde su subjetividad. De aquí en adelante me apoyaré en esta última noción.

Me parece importante rescatar varias cuestiones. Por un lado, aquello que Agamben plantea como lo esencial del testimonio, dirá que lo esencial está en los quiebres del discurso, es decir, en el balbuceo, en las dudas, en las lagunas, en los olvidos, en las interrupciones, en las contradicciones, en los silencios; ya que al intentar decir el ser hablante siempre se las ve con lo indecible, con aquello que no se puede decir. El testimonio entonces contiene en su centro mismo lo intestimoniable, por eso la imposibilidad para articular palabra dice más que un discurso domesticado y ordenado. El testimonio vale por lo que falta en él, allí la propia imposibilidad habla. Se atestigua en la misma posibilidad de hablar, de una imposibilidad de palabra. Cada testimonio dará cuenta del encuentro con ese límite.

Pedir o exigir que un testimonio esté libre de todo esto, es imposible. De suceder, eso ya no sería un testimonio, sino que sería otra cosa(4).

Por otro lado, no es algo que se pueda forzar, ni obligar. Muchas veces se le exige a alguien que testimonie, se ejerce presión para que lo haga, sin tomar en cuenta la revictimización que esto produce y la violencia que conlleva. Testimoniar es un acto, que como tal, se produce, no por voluntad, sino por un cálculo inconsciente y por eso que, en tanto causa, hace hablar, hace que algo entre en la significación, lleva a que se diga y se siga diciendo.

Se construye, entre el que habla y el que escucha, en ese entre dos, ya que el testimonio siempre se da a un otro. Pero no se trata del simple recuento de los hechos pasados, ni es un calco de lo ocurrido. No es algo que se trae, que hay que ir a buscar o desenterrar, ni algo que está archivado en otro lugar y que se manifiesta. Sino que se construye allí mismo, en el momento en que alguien toma la palabra. Y es intransmisible, por eso nadie puede testimoniar en lugar de otro. Alguien toma la palabra y pone en la escena pública su verdad, para que su historia cuente y resuene entre otras historias. Y en ese resonar, puede que algo se vaya inscribiendo en el entramado colectivo.

No se puede prever aquello que sucederá cuando alguien decide hablar y dar testimonio. Cualquiera que lo haga se verá, en el momento mismo de hacerlo, afectado por lo que emerge, por eso es imposible un relato puro y limpio. Y de ahí también los efectos no calculables e imprevisibles que pueda llegar a tener en otros seres hablantes, en aquellos que escuchan, dando lugar al testimonio.

A partir de una denuncia pública suelen aparecer distintas opiniones, comentarios, expresiones, están los que critican, los que no quieren escuchar, los que empatizan, etc. También a partir de ella, muchas mujeres se animan a hablar y a contar su historia. De alguna manera la denuncia pública habilita la palabra. Permite que la palabra surja y resuene. Es cierto, que cuando veo el show televisivo y mediático que se arma alrededor de algunas situaciones, me surgen algunas contradicciones, por decir algunas, pero entiendo, sin embargo que algo de eso también posibilita que, a veces, las personas puedan escucharse, que algo agujeree lo obvio y natural y se abran huecos por donde puedan aparecer otros decires.

Enrique Díaz Álvarez, también ubica al testimonio como un acto de resistencia, dirá parafraseando a Foucault, que “ahí donde se ejerce la violencia y el abuso de poder hay siempre un testimonio dispuesto a aparecer y ejercer resistencia”. Habla del testimonio como acto de supervivencia subjetiva, donde, agrego, el sujeto insiste, resiste.

Aquellas que han padecido violencia, saben de su efecto enmudecedor y paralizante. El mismo efecto que produce en la sociedad en su conjunto. El mismo que relaté, en relación a mi experiencia, al inicio del escrito. Por eso, cada cual habla cuando puede y quiere.

Hoy, agradezco las voces de todas las que han podido pronunciarse, pero también el silencio de quienes no han querido hacerlo o no han podido. Agradezco ese silencio, que ha permitido que algo se pueda escuchar, para que no todo sea ruido, bochinche y gritos. Para que no todo suene igual, en un mismo y único tono.

No hablo del silencio encubridor, no se trata de eso, sino del silencio que permite escuchar, que instala un tiempo, una pausa, una discontinuidad, necesaria para relanzar el discurso y encauzar, una vez más, la palabra.


  1. Hannah Arendt, Hombres en tiempos de oscuridad, Gedisa editorial, Primera edición, Barcelona, 1990, pág. 35
  2. Enrique Díaz Álvarez, La palabra que aparece. El testimonio como acto de supervivencia. Editorial Anagrama, Primera edición, Barcelona, 2021.
  3. Giorgio Agamben. Lo que resta de Auschwitz, CABA, Adriana Hidalgo editora,2019, pag.47.
  4. En relación a esto, Derrida dirá que lo que se revela nunca puede ser absolutamente seguro o confirmado del todo. De hacerlo ya se entraría en otro orden de conocimiento. Cuando el testimonio aparece confirmado y se vuelve por tanto una verdad teórica demostrable, el momento de una información o de una constancia, corre el riesgo de perder su valor o su sentido, su estatuto de testimonio. Hablar por el otro, Diario de Poesía, año 10, n°39, septiembre de 1996, traducción de Valeria Joubert, Buenos Aires, pág. 18-20, https://ahira.com.ar/ejemplares/diario-de-poesia-n-39

Leticia Gambina. Psicoanalista. En el año 2004 se recibió de Licenciada en Psicología en la UBA. Del 2005 al 2009 realizó la Residencia de Salud Mental en el Hospital General de Agudos Dr. T. Álvarez. Actualmente trabaja como analista en su consultorio particular y forma parte de un programa de violencia familiar y sexual dentro del Ministerio de Justicia y DDHH desde el año 2009. Participó de grupos de trabajo en la Escuela Freudiana de la Argentina desde el año 2015 al 2021


Esta revista se sustenta gracias a la publicación, la difusión y la edición, sin ánimo de lucro, de cada uno de los miembros que la componen. Agradecemos la colaboración económica que el lector o la lectora quiera y pueda acercar siguiendo los pasos de alguno de estos dos links.

Argentina

https://mpago.la/1zmi98z

https://mpago.la/2KuUGEs

Resto del mundo

https://www.paypal.me/flagelodelverbo

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s