Imagen: Firma de la poeta americana modernista H.D en 1917. Aquí firmaba con su nombre entrecomillado. Que según Susan Stanford Friedman era un tendencia en esa época. “H,D.» hacía uso de esas citas en torno a su nombre artístico entre 1919 y mediados del 1920. Eliminó las marcas en torno a “H.D.” en sus cartas a mediados de 1920. (Fuente: Friedman, Susan Stanford (1990) «Notes for Frontis, Collages, and Figures» in Penelope’s Web: Gender, Modernity, H.D.’s Fiction, Cambridge University Press ISBN: 0-521-25579-1. ).
Leemos un poema homenaje a Freud, – grano de arena en torno al cual el molusco forma la perla, marca en el cuerpo del poema – En El maestro, poema no publicado por su autora hasta después de la muerte de Freud, la poesía oficia de testimonio.
H.D era escritora, también bisexual y practicaba el poliamor. Se analizó con Freud en 1933, en el tiempo en que él escribía sobre la sexualidad femenina (1). Me fastidié con el Profesor al leer uno de sus libros. Decía (según recuerdo) que las mujeres no llegan a nada o no llegan a mucho, en la actividad creadora a menos que tengan una contraparte masculina o un compañero masculino de quien extraer su inspiración. Tal vez tenga razón, y mi sueño de “salar” la máquina de escribir con el símbolo delator de la transferencia, sea una prueba más de su infalibilidad. Hilda Doolittle gana The Award of merit Medal for poetry en 1960.
Esta poesía acalambra, desobedece, crítica, ama, odia, y a través de su honestidad, nos da a leer destellos de lo real, que dan cuenta de una práctica del psicoanálisis en los momentos de su invención. La ambivalencia que se lee deviene pregunta. Un movimiento transferencial da lugar al amor, a la idealización, pero no a la sumisión ciega, no a una transferencia masiva que impida un pensamiento sobre el acontecer del propio análisis, hace lugar a una distancia que propicia una escritura sobre el tiempo de las sesiones transitando un sendero que asoma los abismos de la caída del “sujeto supuesto saber” encarnado en El maestro.
En inmixión de otredades se extrema un ritmo propio, los determinismos son atravesados, por y a pesar de su época, en su escritura, ¿clave de un pasaje por el análisis, por su construcción?
¿Será que Freud la ayudó en esto que el análisis podría propiciar? Sí y no, según lo que hace pasar su testimonio, que será según el testigo. Lo cual contribuye a no idealizar el análisis sino a pasar por él entre bajamares y pleamares, y a tomar la palabra.
El maestro*
I
Era muy bello
el viejo,
y yo conocí la sabiduría,
hallé la verdad sin medida
en sus palabras,
su autoridad
era decisiva
(cómo era que comprendía?)
cuando viajé a Mileto
a buscar sabiduría
dejé todo atrás,
ayuné,
trabajé hasta tarde,
me levanté temprano;
usara ropas simples
o intrincadas,
nada se perdía,
cada vestido tenía significado,
«cada gesto es sabiduría»,
me enseñaba;
«nada se pierde»,
decía;
me acostara tarde
o temprano,
atrapaba el sueño
y me levantaba soñando,
y forjábamos filosofía con el contenido del sueño
y yo estaba contenida;
nada se perdía
pues Dios es todo
y el sueño es Dios
sólo para nosotros,
para nosotros
es pequeña la sabiduría
pero suficientemente grande
para conocer a Dios en todas partes;
Oh era justo,
aun cuando yo le arrojara sus palabras a la boca
me decía
«pronto estaré muerto,
debo aprender de los jóvenes»;
su tiranía era absoluta,
pues yo tenía que amarlo entonces,
debía reconocer que él estaba más allá de cualquier hombre,
más cerca de Dios
(era tan viejo),
tenía que clamar
su perdón,
que él me concedía
con su vieja cabeza
tan sabia,
tan bello
con su boca tan joven
y sus ojos;
Oh dios,
deja que haya alguna sorpresa en el cielo para él,
pues nadie sino tú podría idear
algo adecuado
para él
tan bello.
II
No sé qué sugerir,
difícilmente puedo sugerirle algo a Dios,
quien con un gesto
dice, «álcese el Olimpo,
húndase el mar,
Oh Pelión,
Ossa,
sean inmóviles»;
no sé qué decirle a Dios,
pues las montañas
responden a su gesto
y el mar,
cuando le dice a su hija,
blanca Madre
de verdes
hojas
y riachuelos verdes
y plata,
que aquiete
la tempestad
o mande paz
y cese el peligro
cuando una montaña escupe fuego;
yo no sabía cómo diferenciar
entre el deseo volcánico,
anémonas como ascuas
y llama púrpura
de violetas
como fuego al rojo,
y la plata
fría
de sus pies:
tenía dos amores separados;
Dios que ama a todas las montañas,
el único que sabía por qué‚
y comprendía,
le dijo al viejo
que explicara
lo imposible,
y él lo hizo.
III
¿Qué puede darle Dios al viejo
que hizo esto posible?
pues una mujer
respira fuego
y está fría,
una mujer vierte nieve de los tobillos
y está tibia;
el blanco calor
se funde en copo de nieve
y las violetas
se vuelven amatistas puras,
claras como el agua:
no,
no vacilé‚
vi todo el milagro,
supe que el viejo lo hacía sostenible,
¿pero cómo podía él haber previsto
lo imposible?
¿cómo podíamos saber
que cada gesto de esta danza
sería hierático?
las palabras estaban inscriptas sobre papiros
las palabras estaban escritas cuidadosamente,
cada palabra estaba sola
aunque cada una llevaba a otra,
y el todo hacía un ritmo
en el aire,
hasta ahora inconcebible,
desconocido.
IV
Estaba furiosa con el viejo,
quería una respuesta,
una respuesta nítida,
cuando discutí y dije, «bien, dímelo,
pronto estarás muerto,
el secreto está en ti»,
me dijo,
«eres poeta»;
no quiero ser tratada como niña, como débil,
así que dije
(estaba furiosa)
«no durarás para siempre,
el fuego de la sabiduría muere contigo,
he venido a Mileto desde lejos,
ya no estarás mucho entre nosotros,
vine a buscar una respuesta»;
estaba furiosa con el viejo,
con su charla sobre la fuerza viril,
estaba furiosa con su misterio, sus misterios,
discutí hasta el amanecer;
Oh era tarde,
y Dios me perdonará, perdonará mi furia,
pero no podía aceptarlo.
No podía aceptar de la sabiduría
lo que enseñaba el amor:
la mujer es perfecta.
V
Ella es mujer,
aunque más allá de mujer,
aunque en mujer,
sus pies son del pulso delicado del capullo del narciso
brotando desde la tierra
(ah, dónde está tu fuerza viril?)
sus brazos son del temblor del macho
joven,
tentativo,
emergiendo
solo en un bosque
aquella noche primera;
ella es mujer,
sus muslos son frágiles aunque fuertes,
salta de roca en roca
(sólo había para su danza un círculo pequeño)
y las colinas danzan,
ella conjura a las colinas;
«despierten,
rododendros»,
despiertan,
hay flor púrpura
en su mármol, sus blancos muslos
de abedul,
o hay una flor roja,
hay una flor rosa
partida en dos
cuando sus piernas se separan en la
danza
extática
Afrodita,
hay una frágil flor lavanda
oculta entre la hierba;
Oh Dios, qué es
esta flor,
que en sí misma tenía poder sobre toda la tierra?
pues no necesita hombre ella misma
es ese dardo y pulso del macho
manos, pies, muslos,
en sí misma perfecta.
VI
Deja al viejo yacer en la tierra
durante bastante tiempo ha inquietado el pensamiento de los hombres)
deja que el viejo muera,
deja que el viejo sea de la tierra
él es tierra,
Padre,
Oh amado
tú eres la tierra,
él es la tierra. Saturno, sabiduría,
roca. (Oh sus huesos son duros, es fuerte ese viejo),
déjalo crear una tierra nueva
y por las rocas de ese renacer
el mundo entero ha de sufrir,
sólo nosotras
que somos libres
podemos predecir,
profetizar,
él
(es el viejo
quien hará nacer un mundo nuevo),
es él,
es él,
quien ya ha formado una tierra nueva.
VII
Por muchos eones todavía
él inquietará el pensamiento de los hombres,
que viajarán mucho y lejos,
discutirán todas sus palabras escritas,
su pluma será sagrada,
ellos construirán un templo
y pondrán a salvo todas sus escrituras sagradas
y vendrán los hombres
y los hombres pelearán
pero él estará a salvo;
ellos fundaran templos en su nombre,
su fama será tan grande
que cualquiera que lo haya conocido
será visto también como maestro,
vidente,
intérprete;
sólo yo,
yo escaparé.
VIII
Y fue él, él mismo quien me libró
a la profecía,
no me dijo
«sé
mi discípula»,
no me dijo
«escribe,
cada palabra que digo es sagrada»,
no me dijo «enseña»,
no me dijo
«cura
o sella documentos en mi nombre»,
no,
era bastante informal,
«no discutiremos eso»
(dijo)
«eres poeta».
IX
Así que seguí adelante
un poco cegada por esa clase de lágrimas terribles
que no quieren brotar;
le dije adiós
y vi su vieja cabeza
mientras él giraba,
mientras salía del cuarto
dejándome sola
con todos sus viejos trofeos,
los mármoles, los vasos, la Esfinge de piedra,
las viejas jarras de Egipto;
me dejó sola con esas cosas
y su vieja espalda se encorvaba;
Oh Dios,
esas lágrimas no querían brotar,
¿cómo podrían?
me fui,
dije
«no soportaré esta tiranía
de un viejo,
es demasiado viejo,
moriré si lo amo;
no puedo amarlo,
está demasiado cerca,
es demasiado precioso para Dios».
X
Pero no se olvida a aquél
que hace todas las cosas factibles,
no se perdona a aquél
que hace a Dios – en – todo
posible,
pues eso es insoportable.
XI
Ahora puedo soportar incluso a Dios,
pues la risa de una mujer
profetiza
felicidad;
(no el hombre, no los hombres,
sólo uno, el viejo,
sagrado para Dios);
ningún hombre estará presente en esos misterios,
aunque todos los hombres se arrodillarán,
ningún hombre será potente,
importante,
aunque todos los hombres sentirán
qué es ser una mujer,
añorarán,
arderán,
cambiarán el placer fácil
por el esfuerzo
del espíritu,
los hombres verán por cuanto tiempo han
sido ciegos,
pobres hombres
pobres hombres de la humanidad
cuánto tiempo
cuánto tiempo
esta idea del pulso del varón los ha engañado,
los ha debilitado,
verán a la mujer,
perfecta.
XII
Y lo hicieron;
yo no fui la única que grité
locamente,
locamente,
estábamos juntos,
éramos uno,
estábamos juntos,
éramos uno;
adoradores del sol,
lanzamos
como una sola voz
nuestro grito
Rhodocleia;
Rhodocleia,
cerca del sol,
no dijimos
«apiádate de nosotros»,
no dijimos «míranos»,
gritamos,
«Oh corazón del sol,
rodoendro
Rhodocleia,
somos indignos de tu belleza,
tu belleza es la del sol,
tú eres el Señor vuelto mujer».
Hilda Doolittle
(1) Freud, S, Sobre la sexualidad femenina (1931), Nuevas Conferencias Introductorias al Psicoanálisis, Conferencia 33 La feminidad (1932-33)
*Traducción de Diana Bellessi y Mirta Rosenberg, publicado en:
Gabriela Odena. Psicoanalista.
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