LA ESCRITURA EN EL DESASTRE*. POR MAJO BOZZONE.

Imagen: Silvana Barletta. «Después». Nueva obra, acrílico sobre tela y collage, 1,46 x 1, 87 mtrs. instagram: @silvanabarlettapaz


Recibimos este texto sin titular (aunque en un segundo tiempo sí nos llegó el título), quizás porque todo en él resiste al encierro y a la captura identificatoria. Texto que da lugar a la dimensión ética y por tanto a la política del decir, desliga las palabras –hacedoras de la historia encarnada en la la dignidad de los cuerpos– del sentido hegemónico que nos arrima a «un acto de lectura» sin anestesias. Patricia Martinez y Gabriela Odena.


En el año 1999, se publica el poemario “Tangos del orfelinato /Tangos del asesinato” de la poeta argentina Leonor García Hernando (1955-2001). Tomo ese poemario por el trabajo realizado con la lengua para producir nuevos giros (puntuación, otra sintaxis, etc).

El libro se publicó durante la transición del menemismo a la alianza, muy poco antes de la muerte de la poeta. La autora, activa militante de izquierda, declaró: “me interesa mucho alcanzar una síntesis entre lo que es la crítica política más vasta y una visión crítica del mundo familiar vinculado a las criminalidades políticas. Este país es como un país muy saturnino, es decir, de hombres que fagocitan a sus hijos como Saturno”. (1)

Donde cabalgamos sobre el desastre, el sistema insta a una anestesia mental adaptativa. En contrapartida, el trabajo subversivo de la poeta posibilita un porvenir. Escribe en detrimento del lenguaje nacionalista que propicia el exterminio. En el efecto que produce la repetición de ciertos términos a lo largo de dicha obra, la poeta hace un forzaje en la lengua donde el lenguaje no es apto para inscribir y decir, tampoco para trazar otro horizonte. Con alteraciones gramaticales, versificación recortada, vocabulario incisivo, repeticiones que marcan un trayecto, realiza un testimonio que no sólo toca a la palabra, sino que hiere al logos para que una voz aparezca entre aullido y susurro.

“Tangos del orfelinato / Tangos del asesinato” se escribe y se lee desde el desastre. Su voz femenina no hace al género sino a la generación en el amplio sentido. No sólo desde darle cuerpo a la generación perdida por la tortura y exterminio de los hijxs, sino también desde las cenizas y restos vigentes que LO fascista del sistema no pudo eliminar.

Leonor escribe, da letra y voz, entonces genera cuerpo. Nos dice “si el desastre fuese pudoroso conmigo / yo sería pudorosa con él, supongo”.

Leer su poemario asfixia, la respiración se corta como los versos y a la vez alivia, el cuerpo eliminado toma letra.

Los tangos, ¿cuáles? ¿Los ejecutados en los campos de concentración nazi? ¿Los que como música popular exaltan el erotismo de los cuerpos? ¿El del poema de Celán “Fuga de la muerte” como estallidos de voces testimoniando el exterminio?

Atravesando la perversión, la voz de Leonor se alza: “Yo no soy nada de esa corteza amarga/ yo no soy tu destino/ soy la que lleva la vela en la mano e ilumina el descampado”.

Cinco giros se repiten: “Me quieres”; “Ella dice”; “Quiero”; “Dame”, y, “Escribe”. La potencia que adquieren estos términos en su reiteración nos muestra el trabajo de una escritura que “tiene como consecuencia el pensar”, el volver a armar una trama donde los hilos se habían roto de tal manera que sólo quedaba resistir. ¿No es acaso lo que Lacan enuncia como escritura nodal en un análisis?

En la repetición aliterada la poeta sitúa la ruptura del destino:

Me quieres con el foco en la frente como una muñeca de loza en el teatro cerrado/ Me querías delatora / Me querías pecadora / Me querías de uñas esmaltadas de estúpida de tacos dejados en la escalera / Me querías estimulante en una sábana cruda poseída y sin nadie

Y desde ese “me querías” el poemario se desliza entre: “y ella dijo” “quiero”, “dame” y “escribe”. La poeta enuncia “y ella dijo” casi al modo de “eso dice” “eso piensa” y en el poema cesa de no escribirse.

Y ella dijo –  Atardece con hojas de una pobre suavidad. No es poco ser olvidado

Y ella dijo – Mira el desorden en el espejo. Es mi rostro ese paisaje de arcillas húmedas, esa confusión de ramajes en la niebla // no la dejes arrimarse a las palabras como un terreno anegado.

El poemario recorre en esta reiteración el encierro de lo femenino en los destinos de los géneros, el ahogo de las voces del pueblo e irrumpe en un:

Y ella dijo – no hay nada bueno que empiece por ser una herida

Leonor logra dar testimonio presentificando lo intruso, lo anómalo y tal como dice Susana Toté “lo femenino del campo de la escritura” que hace surgir la dimensión de la letra. Tachando lo universal, desde la singularidad, constituye lo colectivo.

Desde la repetición del “y ella dijo” advenimos a la repetición enlazada de tres verbos “quiero” “dame” “escribe”. Quiero y dame ese horror para escribir, eso que el lenguaje no alcanza a nombrar:

Dame hambre y bestias corrales de piedras encajadas”

“Dame esa sangre de los atravesados por un familiar cuchillo de cocina porque no callaron cuando debieron”

“Escribe hazme este reino amargo: un fruto de carozo verde / intenta separarte de tu piel como un reptil en la época de las mutaciones”. 

“Escribe relata la humedad de los bordes abismos donde la selva se arrastra como un animal”

“dame palabras necias  escribe” 

“Quiero las moradas hojas del cerezo como un fuego en la roja intemperie. Dame ese rubor. Dame esa vergüenza en la blusa arañada de los cuerpos No Amados”

“Mira mi corazón como un puño cerrado que quiere golpear

Nada de novios  de muchachos que te corran la silla. Nada de sutiles diferencias.”

“Pídeme la vida que es tan poca cosa en este país, en esta Pampa de sótanos donde ningún señor pregunta a Caín dónde está tu hermano”

“Nadie quiere ser consolado (perturbar las sienes de los que solo quieren reposar)”

En ese no consuelo, el dolor realiza un nosotros, una corporeidad que testimonia.

Dice la poeta:

«cuerpo desmayado de Leonor hecho de criaturas perplejas de vacilaciones, la boca turbia de la tierra.«

Se desmaya el cuerpo hegemónico para arribar a una corporeidad, múltiple y sin jerarquía.

Tratar lo que está fuera de las coordenadas de la representación es una tarea política, es el pasaje a algo otro sustraído de la identificación y el cálculo.

Poesía y psicoanálisis desligados del signo, de lo obligado, de la captura fantasmática y del encierro yoico, hacen a la dimensión ética y política que tiene como efecto una historia encarnada, dicha por la dignidad de los cuerpos.

*El título hace alusión al texto de Maurice Blanchot «Escritura del desastre».

(1)  Entrevista a Leonor García Hernando; [Perro Negro Nº 2, agosto/septiembre 2000.] Versión digital del sitio http://www.elortiba.org

El presente artículo surgió en el marco del taller que realizó con el poeta recientemente fallecido Javier Galarza desde el año 2019 a la actualidad. Esta publicación es también un humilde homenaje a su maestro.


Majo Bozzone

Nació en 1966 en la ciudad de Buenos Aires. Licenciada en Psicología (UBA). Practicante del psicoanálisis con un interés singular en la vecindad del psicoanálisis y la poesía. Lectora y amante de los libros, desde el año 2001 organiza diversas actividades literarias abiertas a la comunidad.

Ha compilado junto a Natalia Neo Poblet el libro “Oscilaciones del sentido – Poesía <> Psicoanálisis” efecto de haber organizado jornadas bajo ese eje en el Museo de la lengua.

Publicó tres poemarios “Ecos del silencio” (2013), “Irrupciones” (2020) y “El mito de mi habla” (2021).

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