Responsable sección, Gisela Avolio
Dirección editorial, Helga Fernández
Traducción: Silvia Wahl
– ¿Cómo y cuándo descubrió usted el psicoanálisis?
-El descubrimiento de la invención freudiana fue para mí una revelación mientras cursaba el cuarto año de la escuela secundaria, en la clase de filosofía. Hasta entonces, yo creía estar destinado (o más bien el deseo de mi padre me destinaba) a la medicina, y lo pensaba desde que era muy joven. Mi encuentro con la dimensión del inconsciente significó un giro radical: de inmediato me dirigí a la facultad de Nanterre, durante el agitado año de mayo del 68, sitio donde enseñaban los más importantes nombres de la psicología, la sociología y la filosofía. ¡La suerte estaba echada! En este período fecundo, en el que el psicoanálisis ejercía su influencia en los principales campos del saber, descubrí los trabajos de Maud Mannoni, Serge Leclaire, François Perrier, Jean Clavreul, el seminario sobre los dibujos de los niños de Françoise Dolto y por supuesto el de Lacan, al que se precipitaban los jóvenes estudiantes fascinados, entre los que me encontraba. En esa época fue cuando comencé mi propio análisis, motivado ante todo por mi deseo de ser analista, para descubrir muy pronto qué me había llevado realmente a acostarme en el diván. Este recorrido me conduciría, muchos años más tarde, a practicar en instituciones y también de modo particular, para finalmente lanzarme a la escritura de mis primeros ensayos, así como de mis novelas, de las cuales la más autobiográfica es “Un secreto”.
-En su opinión, ¿cuál es el aporte que puede hacer el psicoanálisis a nuestra contemporaneidad?
-Paradójicamente, veo sobre todo hasta qué punto falta cruelmente la mirada del psicoanalista en nuestro mundo contemporáneo. Esto se debe esencialmente a la desaparición progresiva, en nuestro país, de la consideración del inconsciente, del borramiento (y a veces incluso la prohibición) del psicoanálisis en las prácticas y en la enseñanza universitaria. Hoy, el psicoanálisis está ausente en la plaza pública, particularmente en esos grandes debates a los que podría aportar luz, en temas cruciales como la bioética, la cuestión tan sensible del género y la transidentidad que agita actualmente a nuestra sociedad, o incluso la realidad del ascenso de los extremos en la política, para no citar más que algunos aspectos. Vivimos en una época que privilegia el rendimiento, la evaluación, la rapidez (¡tantas áreas ajenas a nuestra disciplina!). Y en este período se borra la reflexión psicoanalítica en beneficio del culto de estar mejor, con obras llamadas «feel-good», manuales de desarrollo personal, que tienen un gran éxito editorial, o técnicas conductistas que buscan la erradicación del síntoma. Hoy, la satisfacción inmediata del deseo reina como amo, a expensas de su cuestionamiento, que es sin embargo fundamental, como lo proponía la herramienta analítica durante su edad de oro. Pero el psicoanálisis es irreemplazable: subversivo por naturaleza, su apertura a la dimensión inconsciente de los fenómenos íntimos y sociales sigue siendo indispensable si pretendemos comprender los verdaderos desafíos de nuestra humanidad.
Comment et quand avez-vous découvert la psychanalyse?
La découverte de l’invention freudienne fut une révélation pour moi durant ma dernière année de lycée, en classe de philosophie. Je me destinais jusque là -ou plutôt le désir de mon père me destinait- à la médecine et ceci depuis mes plus jeunes années. Ma rencontre avec la dimension de l’inconscient marqua un tournant radical : elle m’a fait me précipiter vers la faculté de Nanterre durant l’année agitée de mai 68, dans ce lieu où enseignaient les plus grands noms de la psychologie, de la sociologie et de la philosophie. Le sort en était jeté ! En cette période féconde où la psychanalyse exerçait son influence dans les principaux domaines du savoir, je découvris les travaux de Maud Mannoni, Serge Leclaire, François Perrier, Jean Clavreul, le séminaire sur les dessins d’enfants de Françoise Dolto et bien sûr celui de Lacan auquel se précipitaient les jeunes étudiants fascinés dont je faisais partie. C’est à cette époque que j’ai commencé ma propre analyse, motivé tout d’abord par mon désir de devenir analyste pour y découvrir bientôt ce qui m’avait réellement conduit à m’allonger sur le divan. Ce parcours allait m’amener, de longues années plus tard, à pratiquer en institution puis en libéral et enfin à me lancer dans l’écriture de mes premiers essais ainsi que de mes romans, dont le plus autobiographique : « Un secret ».
Que considérez-vous que la psychanalyse peut apporter à notre contemporanéité?
Paradoxalement je vois surtout à quel point le regard de la psychanalyse manque cruellement aujourd’hui à notre contemporanéité ! Cela est essentiellement dû à la disparition progressive, dans notre pays, de la prise en compte de l’inconscient, de l’effacement (parfois même l’interdiction) de la psychanalyse dans les pratiques thérapeutiques et dans les enseignements universitaires. Sur la place publique elle manque aujourd’hui, particulièrement à ces grands débats auxquels elle pourrait apporter ses lumières, autour de sujets aussi cruciaux que la bioéthique, la question si sensible du genre et de la transidentité qui agite actuellement notre société, ou bien encore celle de la montée des extrêmes en politique, pour ne citer que ceux-ci. Nous vivons une époque qui privilégie la performance, l’évaluation, la rapidité (autant de domaines étrangers à notre discipline !) et nous sommes dans une période où s’efface la réflexion psychanalytique au profit du culte du mieux-être, des ouvrages dits « feel-good », des manuels de développement personnel, qui connaissent un grand succès de librairie ou des techniques comportementalistes qui visent à l’éradication du symptôme. La satisfaction immédiate du désir règne aujourd’hui en maître, aux dépens de sa mise en question, pourtant fondamentale, celle que proposait pendant son âge d’or l’outil analytique. Celui-ci reste cependant irremplaçable : subversive par nature, son ouverture sur la dimension inconsciente des phénomènes intimes et sociaux demeure indispensable si l’on veut comprendre les véritables enjeux de notre humanité.
Philippe Grimbert es psicoanalista, ensayista y escritor. Trabajó durante mucho tiempo en una institución con niños autistas y psicóticos, y aún hoy los recibe en forma particular. Es autor de ensayos en su disciplina: Psychanalyse de la chanson, Pas de fumée sans Freud, Évitez le divan (petit guide à l’usage de ceux qui tiennent à leurs symptômes), Chantons sous la psy et Avec Freud au quotidien, ainsi que de plusieurs romans, publiés aux Éditions Grasset : La petite robe de Paul, Un secret (Prix Goncourt des Lycéens et Grand Prix des Lectrices de Elle), adapté au cinéma par Claude Miller, La mauvaise rencontre, adapté par Josée Dayan, Un garçon singulier, Nom de dieu ! et Les morts ne nous aiment plus. Il a également publié chez Plon Rudik, l’autre Noureev, ainsi que Leurs émotions expliquées aux enfants…et à leurs parents, chez Glénat.
Cuidado editorial: Gabriela Odena
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Excelente publicación. Encantado de leer el contenido.
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