El nombre propio fue un elemento clave para el desciframiento de las escrituras antiguas que se fueron descubriendo en el siglo XVIII. Las bases o metodología que lo hizo posible las sentó un personaje injustamente olvidado: el abate Jean Jacques Barthélemy quien en 1754 descifra la escritura alfabética aramea de Palmira y en 1758 al alfabeto fenico. Su método de desciframiento partió del nombre propio siendo la clave que luego será tomada por Champollion para el desciframiento de los jeroglíficos egipcios. Por la misma época el médico Jean Astruc dio un paso fundamental para el desarrollo de la crítica bíblica al distinguir dos fuentes en la composición del texto, según se utilizara el nombre de Dios Yahvé o Elohim. Fue así que en el siglo XIX la crítica bíblica a través de Julius Wellhausen dio forma a lo que se conoce como la hipótesis documentaria. En ella se sostiene que la Biblia hebrea en sus cinco primeros libros, la Torá, está compuesta de cuatro fuentes diferentes que dieron lugar al texto tal como se lo conoce. Las cuatro fuentes son: la Yahvista (J), llamada así porque Dios es nombrado por el tetragrama YHWH; la Elohista (E), porque Dios es llamado Elohim del semítico El (Dios), un sustantivo genérico; la Deuteronomista (D) y la Sacerdotal (P). Las dos últimas son muy posteriores a las dos primeras que surgen en áreas geográficas diferentes, la Yahvista, en principio más antigua corresponde al reino de Judea y la Elohista al reino de Israel. La hipótesis documentaria pudo así explicar el hecho de que algunas de las historias bíblicas, como la de la creación del hombre y la mujer, por ejemplo, aparecieran dos veces con diferencias radicales, al tener presente que se originaron en fuentes diferentes, siendo ambas colocadas por los redactores del texto.
El olvido del nombre Signorelli debe ser con el sueño de la inyección a Irma, la producción más leída, analizada e interpretada sobre Freud. Ambos casos formaron parte del autoanálisis de Freud y tuvieron para este un valor inaugural, aunque como veremos el olvido del nombre Signorelli no fue el primero que analizó Freud de sí mismo. El mismo creador del psicoanálisis le dio un lugar especial al olvido del nombre al hacer del mismo un modelo para la comprensión de los síntomas, incluidos los sueños.
Tenemos en la obra de Freud dos versiones del olvido del nombre Signorelli. La primera de las versiones fue publicada por Freud en diciembre de 1898 con el título de Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria, unos meses después de que le ocurriera el olvido. La segunda versión fue publicada en 1901 como parte del capítulo inicial de Psicopatología de la vida cotidiana (de donde tomo las citas referidas al caso) que se titula El olvido de los nombres propios. Aunque hay diferencias y algunos elementos aparecen en una y no en la otra versión, las diferencias no son sustanciales entre ambas. Además de estas dos publicaciones tenemos una carta que Freud le envió a Fliess el 22 de setiembre de 1898, a pocos días del episodio y cuyo contenido merece a mi entender una vuelta al caso.
Si bien doy por sentado el conocimiento de lo expuesto por Freud recordemos de que trata. En Psicopatología dice: “Viajaba yo en coche con un extraño desde Ragusa, en Dalmacia, hacia una estación de Herzegovina: durante el viaje dimos en platicar sobre Italia, y yo pregunté a mi compañero si ya había estado en Orvieto y contemplado allí los famosos frescos de X.” X está en lugar de Signorelli que es el nombre del pintor olvidado por Freud quien nos relata la serie de temas que antes había tratado con su compañero de viaje. Hablando sobre la costumbre de los turcos de Bosnia–Herzegovinia, Freud le contó a su compañero lo que un colega le dijo sobre la reacción de los turcos cuando el médico ya no puede hacer nada por la vida de un enfermo: “Herr {señor}, no hay nada más que decir. ¡Yo sé que si se pudiera salvar, lo habrías salvado!”
Freud refiere un pensamiento que tuvo a continuación y que por reparo no se lo comunicó a su compañero de viaje vinculado a una anécdota sobre la estimación que tienen los turcos del goce sexual, anécdota que ese mismo colega le contó de un paciente suyo sobre la impotencia: “Sabes tú, Herr cuando eso ya no ande, la vida perderá todo valor.” Además, agrega Freud que él mismo estaba bajo el influjo de una penosa noticia que había recibido hacía unas semanas atrás estando en Trafoi y que consistía en el suicidio de un paciente suyo “a causa de una incurable perturbación sexual.”
En lugar de Signorelli a Freud se le ocurren otros nombres sustitutos: primero Botticelli y luego Boltraffio. El análisis de los fragmentos literales que hace Freud es de admirar. Nos dice que Signorelli se separa en dos fragmentos, en signor y en elli. El primero de ellos, quees el reprimido, lo vincula por traducción al alemán Herr (pues ambos significan señor). Herr está presente en Herzegovina siendo a su vez el termino con que los turcos se dirigen al médico en el relato de su colega. En este último punto Freud nos dice que este proceso de traducción fue facilitado por el hecho de que habló italiano en todo momento, habituado a traducir mentalmente el alemán al italiano. El segundo fragmento, elli, aparece como parte del Botticelli, dice Freud: “Botticelli contiene las mismas sílabas finales que Signorelli: vale decir, habían sido recuperadas las sílabas finales, que no podían anular, con el fragmento inicial Signor…”. Por otro lado, los Bo de Boticelli y Boltraffio están dados por el Bo de Bosnia y el fragmento final trafio del segundo nombre sustituto surge de la ciudad de Trafoi, lugar donde recibió la noticia del paciente que se suicidó.
En otras palabras, el tema de la “sexualidad y la muerte” relacionadas con su práctica médica hace que Freud olvide del nombre del pintor Signorelli al contener en su primera parte el fragmento Signor que queda asociado al termino Herr, con el que todo el tema queda vinculado.
En su Seminario Problemas cruciales para el psicoanálisis, en la clase del 6 de enero de 1965 afirma Lacan que el fragmento sig de Sigmund presente en Signorelli es signo de la identificación de Freud. Lo que estaría presente sería entonces la relación de Freud con su propio nombre en el juego de sus identificaciones, como médico, en este episodio del olvido del nombre. En 1968 Guy Rosolato recuerda que en 1878 a la edad de 22 años Freud quitó de su nombre original Sigismund las dos letras is, letras con las que comienza el nombre Israel que es el nombre que adopta finalmente el patriarca Jacob, nombre este último del padre de Sigmund, en su lucha contra el ángel. Rosolato, a quien no se le escapa la presencia del nombre de Dios en hebreo (Eli) en el fragmento elli, afirma que con este movimiento “dejaba Freud el particularismo de las religiones para afirmarse en la universalidad de su verdad”.
Anzieu en su detallada obra El autoanálisis de Freud no hace más que consignar en este punto lo dicho por Rosolato, en cambio Charles Melman se detiene allí especialmente. No sin alguna justificación, la de encontrar que Freud en la cuarta de las Conferencias de introducción al psicoanálisis, inmediatamente después de retomar el olvido de Signorelli y continuando sobre el tema, se detiene en el nombre Teodoro, nombre teóforo que significa “don de Dios” significado bastante similar al del nombre del pintor olvidado. Allí plantea una lectura en francés del significante Signorelli, como “Sig ignor Elí” leído como “Sig (él, Sigmund) ignora a Elí, el dios de los hebreos”. Podríamos decir que Melman con su lectura lleva a su interpretación más radical posible lo señalado por Rosolato.
Lo visto hasta aquí muestra sin lugar a dudas que lo que está en juego para Freud en el olvido Signorelli, tras esta red de nombres de ciudades y de individuos, es la relación con su propio nombre y sus identificaciones. Teniendo en cuenta la ruta abierta por Lacan y seguida por los otros dos autores es sorprendente que hayan dejado pasar un dato fundamental que Freud aporta en su carta a Fliess y que omite en las dos versiones del olvido que dió a la imprenta y que no es otro que el nombre de su compañero de viaje. Sigamos a Freud en su carta a Fliess del 22 de setiembre de 1898: “Perdí el nombre Signorelli en una breve excursión a Herzegovina, que hice desde Ragusa con un juez de instrucción de Berlín (´Freyhan´), con quien durante el viaje di en hablar sobre pintura”. En un principio el nombre aparecía en las diferentes traducciones como Freyhau por una mala transcripción, sigo la fiel traducción de Amorrortu de las cartas a Fliess gracias a Mario Beira que me puso al tanto del error, tal como lo hace notar en un texto inédito, “Peter Swales, descubrió que el compañero de viaje de Freud era Paul Freyhan, un abogado judío de Berlín”.
Lacan y Anzieu consignan el nombre (mal transcripto) y nada más, Melman ni lo menciona, en cambio Rosolato, llevado por el error, señala la terminación au asociándolo a un olvido anterior de Freud que ya veremos enseguida y más nada. Y sin embargo el apellido Freyhan está ahí a la vista de todos nosotros como la carta de Poe a pesar de la omisión, pienso que deliberada, por parte de Freud. Espero poder mostrar la necesidad de volver al olvido del nombre y hacer a partir de esto una nueva lectura.
De la misma manera que Signorelli es separado en dos fragmentos dando lugar a Signor (Sigmund) y elli (Dios en su versión elohista), al separarse Freyhan en dos fragmentos nos encontramos con Fre (Freud) y yhan (está presente la partícula Yah que se utiliza como una forma abreviada del nombre Yahvé). Yah corresponde en la grafía hebrea (que se lee de derecha a izquierda) a las dos primeras letras del nombre de Dios YHWH y está presente en innumerables nombres teóforos hebreos, entre ellos el de la hija del Faraón que saca a Moisés de las aguas y que en la literatura midráshica lleva el nombre de Batyah que significa “hija de Yahvé”.
Ahora bien, así como Freud nos mostró el entretejido literal entre los nombres de las ciudades y los nombres de los artistas, en el fragmento Frey del apellido Freyhan encontramos además de Freud las letras de la ciudad de Freiberg donde Freud nació. Y aquí nos encontramos con un hecho que seguramente jugó en la novela familiar de Sigmund. Por decisión del emperador José II en 1787, los judíos de Galicia de donde provenía la familia, debían tomar un apellido germanizado para poder ser residentes.
Mientras la terminología Yahvista omitida en las versiones impresas remite a los orígenes y al nombre perdido de los Freud como el de YHWH mismo del que solo quedó la escritura de sus cuatro letras consonantes perdiéndose su pronunciación que solo podía realizarla el Sumo Sacerdote una vez al año, la terminología “Elohista” remite a su nombre de pila corregido cuando adolescente con marca propia. Sus obras llevaban el nombre de autor como Sigm. Freud, cuestión de que quedara claro que se trataba se Sigmund y no Sigismund. Creo que es muy válido pensar que el significante Freyhan, apellido del compañero de viaje de Freud, activó todo el episodio de encadenamientos de temas y nombres que derivaron en el olvido del nombre Signorelli yendo de Freud a Sigmund y de Yahvé a Elli. La carta del 26 de agosto de 1898 que Freud le escribe a Fliess en el que hace referencia a su primer análisis de un olvido del nombre ocurrido un mes anterior al de Signorelli, abona la hipótesis referida y abre a su vez la posibilidad de captar las raíces sobre las que Freud construyó la figura de Moisés.
En la carta referida Freud le cuenta a Fliess el olvido del nombre del escritor Julius Mosen y que en su lugar aparecieron nombres sustitutivos. Sigamos a Freud: “Tiene que ser algo con –au, Lindau, Feldau. Desde luego, el hombre se llama Julius Mosen, el ´Julius´ [así se llamaba su hermanito muerto, tan odiado] no se me había ido de la memoria.” Se puede observar que el nombre sustituto Feldau comienza con F de Freud y que el fragmento Feld tiene 3 de las letras que componen su apellido. ¿Habrá surgido el fragmento Frau (Señora) con Fr de Freud como signo de la castración que mediado por Freyhan dará lugar a toda la serie Herr (Señor) – Signor\elli que remite a la temática de la potencia sexual masculina? Por otro lado, ¡cómo no evocar a Moisés en el nombre reprimido Mosen!, cuyo verdadero apellido era justamente Moisés (¡demasiado judío para las autoridades!) y que por un decreto ministerial de Dresde tuvo que cambiarlo a Mosen en 1844.
Volvamos a la carta, allí Freud agrega que la represión recae sobre Mosen debido a determinados temas, que en la misma actúa material infantil y que los nombres sustitutivos son síntomas de ambos grupos de elementos. Afirma luego que el olvido no es publicable; sobre él no volvió a referirse por lo que no sabemos a dónde llegó Freud en su autoanálisis. Ahora bien, a partir del recorrido que hemos hecho parece válido que nos preguntemos cuánto de la construcción que Freud hizo en su Moisés y la religión monoteísta no tiene aquí la fuente de la misma. En otras palabras, cuánto de la construcción novelada – Ilse Grubrich Simitis lo llama sueño diurno- que hizo sobre Moisés y el pueblo judío en la adquisición del monoteísmo no sea sino la continuidad sintomática de estos olvidos.
El 6 de enero de 1935 le escribe a Lou Andrea Salomé en una de las tantas idas y vueltas marcadas por las dudas en relación a su texto: “Por lo demás, los fundamentos históricos del relato de Moisés no son lo bastante sólidos para servir de pedestal a mi visión inestimable. Por consiguiente, callo. Me basta poder creer yo mismo en la solución del problema. Me ha perseguido durante toda la vida.”
Recordemos los puntos esenciales de la obra: Moisés no es hebreo, es un egipcio que elige a los hebreos para transmitirles el monoteísmo del dios Atón luego de la muerte del faraón Akenatón, con el tiempo los hebreos en el marco de una revuelta asesinan a Moisés. Los descendientes de estos, dos generaciones posteriores, llevando sus tradiciones mosaicas se juntan con tribus semíticas en Qadesh que tienen como Dios al Dios volcánico madianita Yahvé y establecen un compromiso: los venidos de Egipto que Freud llama neo egipcios imponen la circuncisión que fue dada por Moisés y no por Abraham como dice la tradición, mientras que las tribus restantes colocan a Yahvé erigiéndolo como el Dios que los liberó de Egipto en detrimento del Moisés egipcio que fue quien los liberó. Para resarcir la memoria de Moisés se trasladó su nombre hasta Qadesh en reemplazo de los sacerdotes madianitas.
Freud comienza su Moisés al igual que en Psicopatología de la vida cotidiana por el nombre: “Lo primero que de la persona de Moisés nos interesa es el nombre.” Cita a especialistas en egiptología en busca del significado egipcio del nombre, recorre a su vez a un buen número de nombres teóforos como Ah-mose, Thut-mose (Thotmes) y Rah-mose (Ramsés) que se suman a los ya citados de Breasted quien aclara que Moses significa hijo y que formando en un inicio nombres compuestos como los teóforos, pasa a ser sustituto del mismo. Dice Breasted, citado por Freud: “Sin duda, el padre de Moisés dio a su hijo un nombre compuesto con ´Ptah´ o ´Amon´, y el nombre divino se fue perdiendo más y más en la vida cotidiana hasta que al muchacho lo llamaron simplemente Moisés”. En su búsqueda en demostrar que Moisés era un egipcio apela a la novela familiar de los héroes, señalando que siendo en las leyendas la primera familia, la que abandona al niño, la inventada, ello demostraría los orígenes egipcios de Moisés pues en su leyenda la primera familia es la de los hebreos. Una vez que hace de Moisés un egipcio lo que hace es desconectarlo totalmente de Yahvé, el Moisés verdadero es el egipcio y nada tiene que ver con el de Qadesh: “…el Moisés egipcio nunca estuvo en Qadesh ni oyó jamás el nombre de Yahvé”.
En Freud y el silencio del nombre: de Edipo a Moisés me detuve en la omisión del nombre de Karl Abraham, a quien Freud no cita en ningún momento en su Moisés habiendo sido un precursor sobre el tema al publicar un estudio sobre Akenatón y su monoteísmo. Olvido sintomático que está en continuidad con el tratamiento que hace del patriarca Abraham, figura central de la tradición judía, a quien saca literalmente de escena. Comete un verdadero asesinato, lo hace desaparecer como figura clave que le transmite a los hebreos su legado: el de Dios y la circuncisión como signo de su pacto con aquél. En este texto, en cambio, desarrollo la idea de que la trama de sus olvidos parece estar en la construcción de su Moisés. En su identificación con Moisés se saca de encima a Yahvé. Desvinculando a uno del otro el Moisés de Freud nunca oyó el nombre de Yahvé, justamente Moisés quien fue el que interrogó a YHWH para poder transmitir su Nombre, según la leyenda hebrea.
*Quisiera expresar mi agradecimiento a Mario Beira que leyó una primera versión de este texto, ello llevó a un intenso intercambio que enriqueció sin lugar a dudas el texto definitivo.
Bibliografía citada.
Didier Anzieu – El autoanálisis de Freud.
Mario Beira – Carta a Richard Boothby, 17 agosto 1993, (Inédito)
Pablo Cúneo – Freud y el silencio del nombre: de Edipo a Moisés.
Sigmund Freud – Sobre el mecanismo psíquico de la desmentida.
– Psicopatología de la vida cotidiana.
– Moisés y la religión monoteista.
– Correspondencia Freud-Fliess.
– Cartas Freud – Andreas Salomé.
Ilse Grubrich-Simitis – El estudio de Freud sobre Moisés.
Jacques Lacan – Seminario 12. Clase del 6 de enero de 1965.
Charles Melman – Para introducir al psicoanálisis.
Guy Rosolato – Ensayos sobre lo simbólico.
Pablo Cúneo. Psicoanalista. Psicólogo UDELAR (Universidad de la República – Uruguay). Trabajó en el Hospital Psiquiátrico Musto. Dictó cursos de Seminarios en AUDEPP. Miembro del Equipo Salud Mental ASSE del Centro de Salud Dr. Enrique Claveaux.
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Gran detective, Pablo! Como dice Freud en «Moisés…» el asunto no es cometer el asesinato, sino, borrar sus huellas. Vos, como Dupin, las encontraste. Gracias por tu pericia, que enseña.
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Gracias por tu comentario, Carolina y por dejarlo por aquí, junto al texto. Varias veces había leído la carta en la que Freud nombra a Freyahn y nunca había reparado en la presencia del nombre de Dios en Yah, ello ocurrió cuando lo leí mal transcripto como Freyahu a traves de la terminacion Yahu. Tal vez esté aquí la razón del desliz de quien cometió originalmente el error en la transcripción.
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Parece que hay algo que insiste…jaja. Es Freyhan y Freyhau.
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Excelente lectura freudiana Pablo. Cómo le gustaba decir el mismo Freud: arqueológica lectura.
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Gracias por tu comentario, Enrique.
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