Foto de portada: Aun, de Marcia Madrigal Guardia.
Cuidado editorial: Delegación.
Este escrito fue inicialmente presentado como ponencia en el Coloquio «Retomar no es repetir. ¿La alteridad Psi o la alteridad literal?»1 del cual surgió a su vez un dispositivo de lectura en torno al posfacio (“La alteridad literal”) del libro de Jean Allouch, Letra por Letra, dispositivo que fue denominado “Pentimentos”. Un pentimento se entiende como la revelación de una pintura o parte de una pintura que ha sido cubierta por una pintura posterior. A diferencia del palimpsesto, que supone un manuscrito en el que hay un borramiento, que se hace usualmente mediante una técnica de raspado en la que se borra el texto primitivo para volver a escribir un nuevo texto, con el pentimento se trata de una alteración de la pintura que manifiesta el cambio en relación a la idea del artista acerca de aquello que estaba pintando. Se trata por lo tanto de una alteración que no anula el trazo precedente, pero que lo modifica, que desarrolla nuevos trazos.
Es importante anotar que dicho texto en francés es efectivamente un posfacio, mientras que en español no lo es realmente, pues el texto fue editado como un pequeño libro aparte del texto principal. Podría parecer un detalle menor, pero bien se podría decir que en su versión en español el posfacio no está encarpado en el texto, no ocupa, en sentido estricto, un espacio de Letra de por Letra, a pesar de que es en torno a dicho texto sobre lo cual se discurre. Siendo la noción de encarpación el tema que nos ocupa aquí, este primer señalamiento sobre lo que podría denominarse la orografía del texto, no es quizá un detalle baladí.
Hay un señalamiento que hace Allouch al inicio de dicho posfacio, que de alguna forma permite por sí mismo (re)situar (o “retomar” que es el verbo con el cual se tituló el Coloquio antes referido) un aspecto que resulta central en Letra por letra y que sirve a su vez para demarcar las breves líneas que serán trazadas en este escrito. Dicho señalamiento refiere que “En Lacan, la clínica analítica es una clínica del escrito”. El planteamiento del posfacio vendrá al mismo tiempo a precisar y a complejizar el lugar de aquello que se escribe en la clínica. Es en este sentido, como indica Allouch, que la cifra se ajusta de manera más clara a la estructura S1 → S2, en el sentido de que la cifra no está por ella misma dirigida a su sentido o significación, ni tampoco a su supuesto referente, de forma tal y aunque parezca una verdad de perogrullo, habría que decir que el cifrado puede bien ser ilegible, más ello no lo hace in-escribible, es decir, inexorablemente en la clínica analítica algo se escribe.
Previo al descubrimiento de la piedra de Rosetta, las escrituras en ella contenida no dejaban de ser escritura por la imposibilidad de ser leídas. Un escrito es algo que puede ser leído, más no la condición sine qua non para conformarse en tanto escrito. Eso que es leído, para ser leído, requiere de algún sustrato enunciativo (llámese sonido, palabra, gesto, risa, cuerpo, danza, movimiento). Y a su vez, sea cual sea su sustrato, para que pueda ser leído ha de estar localizado en algún lugar.
De esta forma, la pregunta por el qué y el dónde nos reenvía de inmediato a un cómo. Transcribir, traducir, transliterar, será así el ternario propuesto por Allouch para dirimir esa pregunta respecto al “cómo leer” en una clínica que sea factible llamar lacaniana. Estas operaciones que están ampliamente desarrolladas en Letra por letra, adquieren así otro cariz si son leídas a luz de lo que podría llamarse el emplazamiento del escrito. “Emplazar” implica citar a una persona en un lugar y momento determinado, por lo general con la expectativa de que pueda contar o justificar algo. En este sentido, Letra por letra, sería un emplazamiento textual, en el que se convoca al escrito para que dé cuenta de su propia textualidad.
Derivas discursivas
Antes de poder nombrarme analista, en el sentido de psicoanalista, solía, si no nombrarme, al menos pensarme como analista, en el sentido de analista del discurso. Realicé dos tesis universitarias y publiqué un importante número de artículos cuya base metodológica es precisamente el análisis de discurso. Incluso aquellas publicaciones que he hecho y que se podrían apellidar de psicoanalíticas, en alguna parte llevan adherida, si no la palabra, al menos sí la noción de discurso.
En este sentido, un importante foco de interés y pongo el acento en la palabra “foco”, ha sido el análisis del discurso de los medios de comunicación masiva (los mass media). En particular lo que atañe a la difusión de esa información de la cual se dice que es “objetiva”, es decir, las noticias. Creo que, si Freud hiciera hoy el posfacio de Psicología de las masas y análisis del yo, de seguro que en la descripción del alma de las masas de Le Bon, Twitter, Instagram y Tiktok serían el epicentro de la vida anímica colectiva.
Gran parte de la discusión sobre el análisis discursivo, parte de la compleja relación entre lo que se conoce como la semiosis social (es decir, la dimensión significante de los fenómenos sociales) y la intersemiosis (a saber, la combinación de recursos semióticos específicos que conllevan la producción de sentido). Para estudiar la relación entre ambas nociones, se suele recurrir a una suerte de artefacto conceptual que se refiere a la categoría del marco de la noticia.
A partir de dicho dispositivo se concretiza la relación entre los distintos recursos semióticos que presentan las noticias y los posibles efectos de expansión semiótica asociados a los mismos. En relación con el campo de la imagen, el concepto de marco conlleva una forma de circunscripción de la realidad que configura la imagen. Aumont (2007), quien ha trabajado en torno a la semiosis de la imagen, señala cuán difícil resulta separar el papel de la imagen de sus posibles espectadores, así como del dispositivo que le da lugar. De este modo, plantea que, “si la imagen figurativa nos ofrece a la vista un campo visual, es que somos capaces de referir este a un desglose del espacio por una mirada móvil, en los términos del encuadre prospectivo” (p. 233).
Se trata por lo tanto de una instanciación que acontece no solo en un espacio específico sino también en un tiempo determinado. En este sentido, cabe preguntarse, ¿qué pasa en términos de la temporalidad al encontrarnos frente a una imagen? Al respecto, Didi-Huberman (2013) señala que:
Nos encontramos ante la imagen como ante un tiempo complejo, el tiempo provisionalmente configurado, dinámico, de esos movimientos mismos. La consecuencia -o las implicaciones- de una «ampliación metódica de las fronteras» no es otra que una desterritorialización de la imagen y del tiempo que expresa su historicidad. Ello significa, por decirlo con claridad, que el tiempo de la imagen no es el tiempo de la historia en general (p. 35).
En términos del análisis discursivo, esta compleja relación entre el espacio y tiempo de la imagen se resuelve si se quiere recurriendo a la idea del marco de la noticia. En otros términos, el marco se concibe como el bosquejo bajo el cual se escribe o se dice la noticia, bosquejo que tiene unas características sobresalientes que producen unos mensajes explícitos o implícitos para que el público interprete, evalúe y, eventualmente, piense en el tratamiento que se debe dar al asunto problemático sobre el que da cuenta la noticia. De lo que se trata por lo tanto es de un recorte que conlleva múltiples efectos de sentido.
Esta deriva discursiva me interesa en dos direcciones. Por un lado, se trata como ya dije de un emplazamiento respecto a la forma en que puede ser leído un escrito, que tiene lugar en un espacio y tiempo particular. Con ello no me refiero a la idea algo gastada del famoso setting analítico, pero sí al acto que puede ser escenificado en un espacio que, ¿cabría llamar analítico? Y, por otro lado, esta referencia me interesa también porque se trata de las noticias en sí, y en este sentido encuentro aquí un punto de convergencia con el análisis, entendido como ese espacio en el que un “alguien” tendría la posibilidad de anoticiar(se) sobre sí mismo.
De la encarpación y del escrito
En El grado cero de la escritura, en el apartado en el que Roland Barthes aborda la pregunta sobre qué es la escritura, señala que:
Cualquier rastro escrito se precipita como un elemento químico, al principio transparente, inocente y neutro, en el que la simple duración hace aparecer poco a poco todo un pasado en suspensión, toda una criptografía cada vez más densa (Barthes, 1972, p. 16) 2.
Un pasado en suspensión me recuerda a aquello de Recordar, repetir y reelaborar… Mientras que, la criptografía por otro lado remite a la cifra. Como en el caso de los hackers, que hackean sistemas informáticos a través de mensajes cifrados. La cifra a la que hace referencia Allouch, no está orientada en sí misma a su sentido o significado, ni a su supuesto referente 3. Que el rastro escrito haga aparecer el pasado en suspensión bajo un cifrado de difícil acceso tiene no pocas consecuencias para la práctica de la escritura y por supuesto no menos para la práctica analítica.
Hace algunos meses, recibí en mi consultorio a una persona que estaba en búsqueda de supervisión, debido a que se encontraba en lo que podría llamarse un impasse en relación a un caso que se encontraba tratando. La nominación de “caso” no me corresponde a mí, sino que es del propio cuño de quien consulta. Esta persona llegó a mí por recomendación de un amigo4 quien, a raíz de la descripción general del mentado caso, consideró que algo de mí recorrido e intereses en lo que se refiere a ámbito queer y trans podría resultar allí de utilidad. Entiendo la supervisión como una forma de asir el lazo transferencial a partir del cual son urdidas las intervenciones y elaboraciones que se hacen en torno a, en este caso, el “paciente”, algo que podría referirse a eso que Lacan denominó la función secretario o ese otro hacer que Racière enmarca bajo la lógica del maestro ignorante. Posterior a la descripción detallada de la epicrisis vino la pregunta. Frase textual: “Ahora sí, dígame: ¿cuál es la dirección de la cura?”.
Lápiz, papel y regla en mano podríamos dibujar el grafo y decidir concienzudamente la dirección de la cura. Algo que por cierto sé que se hace con no poca frecuencia. Y entonces como si se tratara de Waze o de Google Maps, bastará con trazar una línea punteada entre S1 → S2 para encontrar la dirección correcta en el tiempo más efectivo. Esto no sería poca cosa, puede incluso que encontremos algún atajo con el que podamos decir, ahora sí, ya le ganamos la carrera a las neurociencias, encontramos la vía regia al objeto a.
En el posfacio, Allouch plantea que no deja de ser deseable cuestionar el papel atribuido a la noción de «objeto» en el psicoanálisis. Recurriendo a Kandisky, Allouch señala que el artista, desdeñando lo figurativo, escribió que “el objeto daña mis cuadros”. A tal propósito señala que:
Kandinsky experimentó primero ese daño en presencia de un cuadro de Claude Monet donde hacía notar que si el catálogo de la exposición no le hubiera indicado que se trata de un pajar, no habría sabido discernirlo. Ese Monet vibra con un destello luminoso. Él extrajo una lección de ese cuadro: el objeto “como elemento indispensable del cuadro quedó desacreditado por él. Ocurre lo mismo cuando se trata del objeto en psicoanálisis. (Allouch, 2021, p. 71).
Dando un paso más adelante, señala que:
Que el objeto ya no sea considerado en el acto mismo de pintar, que ya no sea una indispensable figura (…), sino un impedimento para este acto, deja sitio, le hace sitio a la ausencia de la relación sexual, a la segunda analítica del sexo, la que hace al sujeto soltero. Su descubrimiento del objeto a, su insistencia sobre ese objeto reconocido como “causa del deseo”, no le permitieron a Jacques Lacan que tomara nota de este trastorno de la pintura moderna. Al contrario, se lo impidieron. Y nos sorprende aún más porque él había sabido hacer notar que la invención de la escritura misma provenía de un mismo gesto donde la imagen del objeto era descartada” (Allouch, 2021, p. 72).
A propósito de las heterotopías, Foucault hacía el señalamiento de que la visibilidad es una trampa (la visibilité est un piège). Pareciera como si la visualización de esa línea punteada que nos lleva al objeto a es también un tipo de trampa, o, mejor dicho, un espejismo, pues conlleva la idea de que es posible establecer una línea recta o curvilínea (eso poco importa) entre un punto y otro, asumiendo claro está que los puntos se mantienen fijos. La noción de encarpación, ya había sido abordada por Allouch (2017) en No hay relación heterosexual, donde se indica que:
“(…) la localización del objeto en cierto lugar ofrece su condición de posibilidad al concepto de encarpación. Condensado la ocupación y la encarnación, la encarpación interroga de un modo nuevo esa posibilidad que Lacan ha señalado en su doctrina del fin de análisis, ese punto de vaivén que hace que luego de que el objeto ocupó su lugar, ese lugar es el que reabsorbe el objeto” (Allouch, 2017, p. 246).
Stricto sensu, con la encarpación se trata de las relaciones del objeto con su sitio y del sitio con el objeto. De ello, puntúa Allouch, deriva en primera instancia que lugar y objeto son mutuamente dependientes. Se trata por supuesto de la distinción entre topos y chôra. Así, una tesis absolutamente radical que formula Allouch de la mano del análisis pictórico, es que, si el objeto se constituye en un impedimento para el acto mismo de pintar, de manera homóloga la insistencia en el objeto a vendría a ser un impedimento para el acto analítico en sí mismo.
El acto analítico acontece en un espacio. Pero, justamente, la determinación de lo que ese espacio es, conlleva una impronta en lo que se supone que ese acto ha de ser, de lo que se supone que acontece en ese encuentro entre analista y analizante. Como señala José Assandri, en la medida en que se intenta prefigurar lo que debería suceder, el espacio analítico termina siendo un espacio cerrado, saturado a priori y que termina siendo inhabitable.
Pero si el consultorio es el lugar por excelencia para que transcurran las sesiones, esto no resulta sólo del espacio que ofrece un analista, sino también, de aquello que el analizante coloca en ese espacio. Es por eso que toda la cuestión de la chôra tiene su importancia. No se trata sólo del lugar donde ocurre una sesión, sino que esa cuestión que abre la chôra, la pregunta de por qué es necesario un dónde, tiene que ver con el objeto en juego en la sesión, o en distintos tramos del análisis, o en su extensión en el tiempo al fin. La relación entre un espacio ofrecido por un analista, y ese objeto que surgiría en el espacio común entre analista y analizante sería lo que determina que el dónde sea con tal o cual analista. (Assandri, s.f., p. 22).
El GPS del analista, precisamente no puede ser un Global Positioning System (Dispositivo de Posicionamiento Global). Ya no se trata solo del caso por caso, eso diríamos, vendría a ser lo mínimo para una práctica que apueste radicalmente por la alteridad. En este sentido, se podría tratar quizá de un CES, Chorographic Encarpationing System (Sistema Chorográfico de Encarpación). En el análisis el objeto no está dado, sino que, en ese espacio que cabría nominar analítico, ese objeto se pone en juego, pero no en cualquier juego, sino en un juego de escritura. Por cierto que, el chiste a partir de las siglas sólo se entiende cuando las mismas se leen Letra por letra.
Notas
- https://ecole-lacanienne.net/es/event/coloquio-retomar-no-es-repetir-la-alteridad-psi-o-la-alteridad-literal/
- Traducción propia. Texto original: « Toute trace écrite se précipite comme un élément chimique d’abord transparent, innocent et neutre, dans lequel la simple durée fait peu à peu apparaître tout un passé en suspension, tout une cryptographie de plus en plus dense ». (Barthes, 1972, p. 16).
- “Una cifra no está por ella misma dirigida hacia su sentido o su significación, ni tampoco hacia su supuesto referente” (Allouch, 2021, p. 14).
- Inicialmente había colocado aquí el término “colega”, pero este término además de la lógica profesionalizante en la que inscribe al análisis, conlleva la idea de que tanto él como yo nos ocupamos de lo mismo. Amigo es entonces un término mucho más justo para todas las partes.
Referencias
Allouch, J. (2021). Alteridad literal. Posfacio 2021 Letra por letra. Ciudad de México: EPEELE.
Allouch, J. (2017). No hay relación heterosexual. México: EPEELE.
Assandri, J. (s.f.). ¿Qué especie de espacio sería el analítico. En: https://e-diccionesjustine-elp.net/wp-content/uploads/2021/05/Que%CC%81-especie-de-espacio.pdf
Aumont, J. (2007). La imagen. Barcelona: Paidós.
Barthes, R. (1972). Le degré zéro de l’écriture. Paris: Éditions du Seuil.
Didi-Huberman, G. (2013). La imagen superviviente. Historia del arte y tiempo de los fantasmas según Aby Warburg. Madrid: Abada Editores.
Daniel Fernández Fernández, miembro de la École Lacanienne de Psychanalyse.