Damos hoy publicidad a la última novela mala y a la primera novela buena. ¿Cuál será mejor? Para que el lector no opte por la del género de su predilección desechando a la otra, hemos ordenado que la venta sea indivisible; ya que no hemos podido intituir la lectura obligatoria de ambas, nos queda al menos el consuelo de habérsenos ocurrido la compra irredimible de la que no se quiere comprar pero que no es desligable de la que se quiere: será Novela Obligatoria la Última novela mala o la primera buena, a gusto del Lector. Lo que de ningún modo ha de permitírsele para máximo ridículo nuestro, es tenerlas por igualmente buenas las dos y felicitarnos por tan completa «fortuna». Lo que nace y lo que muere, Museo de la Novela de la Eterna, Macedonio Fernández.
¿Yo leo?
¿Tu lees?
¿Él o ella leen?
¿Nosotros leemos?
¿Vosotros leéis?
¿Ellos leen?
¿Quién puede decir «yo soy el que lee» si el inconsciente es el único lector? ¿Y quién puede afirmar que el Otro lee si su consistencia impide leer? Tal vez sólo se pueda atribuir una práctica de lectura a un “sujeto supuesto a leer” no coincidente con ningún pronombre personal ni extra-personal.
Por reconocer que la lectura es íntima y misteriosa en su operación, Macedonio Fernández escribe invocando al lector dislocado, al lector salteado, al lector que resulta como efecto de que algo es leído más acá y más allá del Yo y sólo cuando se orfrebran intersticios en la compacidad del Otro.
La escritura de Macedonio conmueve, confunde, aporisa y desacomoda. En este sentido, se producen modos de ejercer su lectura que fijan, aclaran, ordenan, razonan, ubican, localizan y acomodan porque, de operar la transmutación que busca, produciría un estado de sensibilidad que algunxs no pueden más que asociar con la inermidad. Quienes sí soportan la incomodidad captan y aprehenden lo que escribe, a través de otra lógica que la fálica. Mientras que la lógica aristótelica, macerada en especularidad imaginaria, teme dejar a un lado la coherencia, la congruencia y la continuidad, y, antes de declararse incompetente, se escandaliza y descalifica.
Para acceder al universo macedoniano no basta con el pasaje del mensaje desde la hoja al entendimiento del «lector», es indispensable tomar un puñado de herramientas puestas a disposición para fabricar e inventar la libertad y la sublevación que implica leer tal y como sólo es posible hacerlo: lo más despojados posible del Yo y del Otro.
La experiencia del análisis es una aventura libidinal que, de manera no lineal, ni continua ni permanente, transforma la modalidad del objeto desde el objeto abyecto o el objeto resto, al objeto del deseo, al objeto en el deseo y al objeto causa del deseo. Y, a partir de una relación que faltaría establecer entre estas variedades del objeto, conduce a la arribancia de tres inexistencias: la inexistencia de la relación sexual, la inexistencia del goce del Otro y, como la escritura macedoniana, a la inexistencia del Otro.
Pero si las personas que cada tanto ocupamos el lugar del analista lo hacemos a los chapuzones y, además y por lo general, no somos escritores, a la hora de transmitir la experiencia a través de la letra, ¿cómo escribir el objeto causa hecho de falta y cómo escribir la falta? Más aún: ¿cómo escribir la existencia de la inexistencia, siendo que no es un dato del que se parte sino una constatación que carece de representación? ¿Cómo producir una escritura que suscite en el lectxr un estado de sensibilidad facilitador de aprehender la orfandad del Otro? ¿Cómo escribir el Otro que no existe?
Precisamente esto último es algo que, entiendo, enseña la escritura macedoniana y cuyo recorrido y modalidad lxs invito a transitar. Propongo leer, entonces, “Adriana Buenos Aires” y “Museo de la Novela de la Eterna”, la última novela mala y la primera novela buena, tal y como fueron escritas, como el autor pidió que se lean y como su lógica lleva a hacerlo: a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, sobre, tras y trans una con otra. Sólo en la liminalidad, umbralidad y procesualidad entre estás mellizas desmellizadas la fuerza de fricción alumbra lo que Macedonio Fernández, lejos de cualquier psicobiografía, nos lega.
Cuestiones a trabajar:
📌 La función del amigx (o el pensamiento/escritura bifronte): Macedonio y Borges.
📌 Macedonio lector de «El chiste y su relación con el inconsciente».
📌 El humor, el chiste, la ironía y la cachada.
📌 El almismo ayoico y la subversión del sujeto del psicoanálisis. Macedonio, Freud y Lacan, miembros de la Internacional Egocida (junto a otrxs escritores y autores).
📌 Una lectura infame de la obra de Macedonio, psicobiográfica y psicopatoligizante del duelo. ¿A cargo de Germán García y otrxs?
📌 Dos vías de la sublimación: de Un Otro al otro o de la idealización a la invención de un sitio.
📌 El duelo es un proyecto a largo plazo, en el horizonte de la inexistencia del Otro.
📌 El lector seguido y el lector salteado: dos modos de subjetivación.
📌 La letra delimitando un agujero fuera de la representación, entre lo real y lo imaginario.
📌 Modos de escritura de la inexistencia del Otro.
Modalidad: virtual. Los quintos martes (opcional) presencial.
Frecuencia: segundos y cuartos martes del mes, de 20 a 21 hs. Comienza el cuarto martes, 22 de mayo.
Informes e inscripción: enelmargenrevista@gmail.com