Componer el silencio. Por Marisa Rosso

Nick Cave & Warren Ellis, Australian Carnage. Perth


…hay ruidos de pasos por la piel

la melodía se duerme… días  de silencio. L.A.S (1)

Se habla con el silencio sin saberlo. ¿Pero cuál sería, si la hubiera, la diferencia entre la voz y el silencio? ¿Es la voz o el silencio el sustento, el apoyo que nos permite hablar? Sin la voz no hay silencio pero ¿sin silencio habría voz?

La voz no es la sonoridad. Los sonidos nos preceden, oímos antes de poder respirar, antes de poder ver, antes de poder gritar y de poder tener una voz.  La sonoridad sin sentido de la lengua materna salpica el cuerpo, a través del volumen, el timbre, la cadencia, la vibración  y el ritmo de la voz. Nos gestamos y nacemos en el barullo de lalangue, ese canturreo primero, no significante,  al que la música nos remite. 

El canto de las sirenas es el canto originario, la lengua antes del lenguaje. Voz ¨acrítica¨, es decir, no separada, indistinta, continua. Apolonio añade el adjetivo “aguda”(2).  Según Kafka en su versión del mito, las sirenas tienen un arma aún más irresistible que su canto: su silencio ¿Es el silencio entonces el secreto de la irresistible voz de las sirenas?(3). 

… .eres una canción fantasma en el canto de las sirenas…. canta Nick Cave

Si la voz es un descubrimiento y una construcción, resonando  en el vacío del Otro, el silencio es una composición, que, como dice Pedro Aznar, implica un acto deliberado en la creación. ¿Pero cómo podría la música componer el silencio si es, precisamente, el arte de ligar lo sonoro?¿Es gracias a esa ligazón que los sonidos nos hacen escuchar el silencio de lo inaudito?

La “pieza insonora” 4¨33” de John Cage, invita a un silencio vivido, habitado.  El silencio, entonces,  es la introducción de tiempo(4), pone en relación el instante que precede y el tiempo que sigue, transmite tensión cuando prolonga lo que acaba de sonar, el silencio que viene después de la música la contiene todavía, como un eco.   O enfatiza lo que le precede,”el breve silencio que sucede al cese de un concierto de Mozart, es entonces «Mozart» que se escuchaba”(5).

La escucha de este silencio dirige la atención hacia la música que suena ininterrumpidamente, en todas partes y hacia la intención del que escucha para llevarlo hacia las resonancias, los relieves, las variaciones del mundo “silencioso”.  Busca transformar la audición. La música, puesta del lado del que oye intenta que sea, no una producción de quien compone, sino una escucha, al mejor estilo: hay un solo sujeto en la situación analìtica y es el analizante. “La sonoridad del silencio es el ruido de mi cuerpo que late en mi oído interno”, dijo Cage.  En estudios de grabación o en cámaras anecoicas hay un silencio apabullante, pero aun así, no existe el silencio absoluto, ya que ahí se escuchan los latidos del corazón, el crujir de los huesos o la circulación de la sangre.

El silencio, siempre anuncia algo por venir, por eso inquieta, y por eso puede resultar apabullante y lindero con el horror. Anuncia el sonido que se aproxima, ya que eso, por principio,  palpita en silencio; solo hay que saber esperar.  Saber esperar que en un análisis es un saber hacer del analista, que no es de espera contemplativa, sino al modo en que Guillermo Saccomano plantea que el surfista sabe esperar una ola. “La ola adecuada para subirse y hacer equilibrio en la  cresta de espuma”. Pero para que eso  ocurra es necesario estar en el agua, siempre, esperando. Hay que acercarse a la rompiente, para captar el momento de su formación en el instante previo a su disolución. Ese misterio y esa revelación que está y no está en la ola,  se explica en la espera. Y la revelación, en la fugacidad de ese deslizamiento en el que la existencia, de golpe, es viento”(6). 

El silencio del analista se recorta desde la demanda de ser escuchados, “cállese y déjeme hablar”,  de lo contrario, el silencio es, no silencio de espera, sino silencio de muerte, que al no alojar aplasta, encierra,  dejando que la  voz rebote insistentemente y permanezca incorpórea. El silencio consiste entonces en hacer lugar, hacerse hacer semblante  de una voz que coincida con el silencio pulsional, para que el  analizante pueda escucharse, que lo que diga resuene  sobre el fondo de ese silencio, y reciba  su  mensaje como una voz, voz como objeto pulsional, sin materialidad sonora pero que resuena en el cuerpo. Esa voz que constituye ese núcleo real del superyó concerniendo y afectando el cuerpo. La música al igual que el análisis también es un lugar de pacificación de la voz del Otro. Es decir, es un intento de amainar, domesticar, de hacer soportable la voz intrusiva y el silencio que a veces, se vuelve siniestro. 

Quignard va a decir que el  silencio es un canto por carencia. Es decir, siempre se trata de canto, en el principio era el canto. Zumba, vibra, pero si lo que se escuchan son pausas, cortes, escansiones, entonces se escucha el ritmo, que no se oye, sino que vibra en el cuerpo.

Habría entonces un silencio que hace a la ausencia, a la falta que posibilita los intervalos, los silencios entre palabras. Debussy decía que la música era el silencio entre las notas, y otro que tendría el estatuto de presencia real, silencio de lo imposible de decir por la incompletud misma de lo simbólico. 

Todo lo que hace el músico australiano Nick Cave viene del silencio, de la concatenación  del silencio de lo imposible de nombrar, del silencio de la impotencia, pero también, de lo inefable y de lo inaudito. En el documental de la grabación de su disco Skeleton Tree, One more time with feeling dirigido por Andrew Dominik, luego de la muerte de su hijo de 15 años, se puede escuchar a un Cave lejos de las palabras: atrás quedó el joven verborrágico que gritaba y escupía en The Birthday Party, ahora habita un magnético silencio. Se escucha y se le escucha el esfuerzo por componer lo que no se compone, y en esa insistencia compone el silencio, con una música que se desarticula de la voz y re-siente esa musicalidad anterior al lenguaje.  Incluso en las canciones de amor como “I Need You”  aunque la fusión es perfecta y  al mismo tiempo desconcertante, la melodía de la voz y la música parecen peleadas, se escuchan desarticuladas. “Esto es jodidamente difícil, superponer voz a posteriori es una especie de tormento, y es algo que realmente trato de evitar. Hago todo lo posible para que la voz salga al tiempo que grabamos la música, hacerlo todo a la vez porque el hecho de que no venga todo de una lo hace más misterioso para el fondo que viene”. La música como otro modo de resonancia que vibra en los agujeros del cuerpo evoca  la voz como objeto, que se separa de las palabras y abre a la hiancia que no se puede cubrir, imponiendo un límite a la articulación significante.

¿Por qué la música es capaz de ir al fondo del dolor? Porque es allí donde ella mora.

El canto de antes de la lengua articulada se zambulle —simplemente se zambulle, se zambulle como Butes se zambulle— en el duelo de la Pérdida.

¿Quién tiene el valor de llegar hasta el final del mun­do de la tristeza? La música(7).

Nick Cave con su música responderìa en este caso.

 “Te llamé, te llamé/ A través del mar/ Pero el eco vuelve vacío/ Y nada es gratis”. Nos confiesa Cave que este disco  “es un intento de sacarle belleza a la melancolía”, o de arrancarle a la angustia una certeza, tambièn.  Al menos la certeza de su saber hacer, este disco es una obra maestra de duelo y belleza . 

Se trata de componer el silencio para escuchar el sonido del dolor y la angustia. Cave canta: “con mi voz te llamo” y piensa “ debería haber fortalecido mi voz. Me parece que estoy perdiendo mi voz”. La voz que guarda el silencio como diría Derrida(8), voz que calla pero que a la vez  alberga el silencio. Voz que está hecha de silencio. 

“Otra cosa que sumar a lo que he perdido. ¿Y no son las cosas invisibles, las cosas perdidas, las que tienen tanta masa y peso?” 

El significante proviene de nuestro adentro o de afuera de la naturaleza donde de pronto escuchamos el silencio. Seríamos, nosotros seres parlantes,  ruidos de la naturaleza. Habría un estadio del eco, según lo plantea Porge(9),  que constituirá el borde turbulento del silencio del sujeto. Pero para decir el silencio usamos palabras, por lo que no habría modo de decir el silencio sin perderlo. 

Cave da cuenta de la condición extranjera de la voz, hay una aprehensión de la voz como áfona, apuntando a un vacío: ese silencio siempre inefable, intrínseco a lo que el lenguaje no puede alcanzar, y que solo puede bordearse. No puede haber nada más traumático que la muerte de un hijo, para lo cual no es que no se encuentran las palabras, es que no las hay, ese silencio corresponde también a lo invivible. Da cuenta de su irreversibilidad y de la imposibilidad de que pueda ser un duelo acabado. Nos dice: “ Este hecho traumático es un punto fijo. Uno puede alejarse, como si clavara en un mojón una banda elástica. Y la estira y estira, y ese elástico es la vida. Pero, de pronto, no se puede estirar más y bruscamente, de un tirón, se vuelve al mojón traumático. Así es vivir después. “La idea de que vivimos la vida en una línea recta, como en una historia, me parece cada vez más absurda y, sobre todo, una conveniencia intelectual. Creo que los eventos en nuestras vidas son como una serie de campanadas cuyas vibraciones se dispersan afectando a todos y todo, nuestro presente y nuestros futuros pero también el pasado. Todo cambia y vibra y fluye. Intento aplicar eso a la composición de canciones”. En una canción como ¨I Need You¨de Skeleton Tree, tiempo y espacio parecen acelerarse y chocar en una especie de big bang de desesperación. “Hay un corazón puro pero todo alrededor es caos». La voz en off de Cave nos señala un punto irreductible, la voz se sostiene como imposible de absorber en el campo de la significación. es una voz que ya ni siquiera es escuchada, que puede perfectamente coexistir con el silencio. 

“Las palabras son las que mueven el mundo, pero a veces les temo. Si careciéramos de formas de articular las cosas seríamos incapaces hasta de recordarlas. Debido a la fuerza de las palabras las he contenido,  no paso por alto ni un verso, del que no esté totalmente satisfecho. Y en este álbum tengo que prescindir de eso porque los versos valen por otro motivo”. Hay en esos versos una musicalidad latente que penetra el alma más allá de la significación, un bramido, una suerte de  aullido áfono. 

El tiempo de la música, de esa música que es, como una ola en el mar, ¿no se descubriría entonces  como se descubre el futuro anterior,  es decir, como un habrá sido?

Hay sonidos y ritmos que están ligados al corazón antes incluso de que podamos respirar, y si seguimos a esos sonidos la afectación se re-siente. “Hay una pulsación temporal propia al inconsciente que está en el límite del movimiento del mar,  en el momento en el que súbitamente se rompe el avance de su ola”(10).

Cave tiene una sensibilidad distintiva, con coraje, no sin dudas, aceptó la propuesta de su amigo y director del documental Andrew Dominik, para hacer algo con lo traumático de la tragedia. Y tal como Butes, se arroja desnudo, cabeza por delante, desprovisto, en carne viva, y se  acerca al sitio de donde proviene el llamado musical.  Su música no re-presenta nada, sino que re-siente el canto acrítico que emerge de nuevo del fondo del cuerpo, “One more time with feeling”, el título nos dice que se trata de una repetición, de una otra vez pero esta vez con sentimiento.

 “Mi música dice que no me muera/que alguien debe cantarle a las estrellas/alguien debe cantarle a la sangre/alguien debe cantarle al dolor”, nos canta Cave.


  1. Spinetta, Luis Alberto, Dias de silencio, Mondo di cromo de 1983.
  2. Quignard, Pascal. Butes. Editorial Sexto Piso. España. 2011.
  3. Kafka, Franz. El silencio de las sirenas, Ed. DeBolsillo, Buenos Aires, 2008
  4. Cage: Defense of Satie, en Richard Kostelanetz (ed.): John Cage. Nueva York: Praeger, 1970.
  5. Weill Alain Didier,  La «Nota azul”. intervención en el seminario de Jacques Lacan L´ insu qui sait de L´une – bévue s´ aile a mourre,  Diciembre de 1976.
  6. Saccomanno, Guillermo. Esperar una ola. Ed planeta.Bs As 2022.
  7. Quignard, Pascal. Butes. OP.Cit.
  8. Derrida, Jacques, La voz y el fenómeno. Editorial Pre-Textos. Valencia.1995.
  9. Porge, Erik, La voz del eco. Ed. Letra Viva. 2007.
  10. Quignard, Pascal. Butes. Op. Cit.


Marisa Rosso. Psicoanalista. Ejerce  la práctica del psicoanálisis en el ámbito privado con niños, adolescentes y adultos. Supervisa y dicta grupos de estudio. Fue miembro de la Escuela Freudiana de la Argentina desde el año 2004 hasta fines del 2021. Coordinó diversos grupos de trabajo y de investigación. “La función del amor”, “Posición femenina, posición del analista. Consentimiento y semblant”, “Subjetividad y lazo social:incidencia del discurso capitalista en las nuevas manifestaciones del malestar en la cultura”,”Del arte al psicoanálisis. Avatares del sujeto: goce, creación, Sublimación”, entre otros.

Supervisora y enseñante en el Hospital Interzonal General de Agudos “Luisa C. de Gandulfo” durante los años 2017/2019.

Forma parte de la delegación editorial de En el margen. Revista de psicoanálisis. Está cargo, en la misma revista, de una Sección cuyos textos se escriben en correlación al trabajo de lectura  e investigación relativo a la articulación entre el sínthome, la música y la voz: La clave musical.


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