El 10 de marzo tuvo lugar en el Museo del libro y de la Lengua (Ciudad de Bs. As.), la presentación del primer número de En el Margen Fanzine. La misma estuvo a cargo de Helga Fernandez (Directora de En el Margen), de Guadalupe Faraj (Escritora y Fotógrafa. Tiene a su cargo la sección Escribir le ayudará en En el Margen. Revista de Psicoanálisis) y de los integrantes de la Delegación Editorial: Patricia Martinez, Gerónimo Daffonchio, Amanda Nicosia, Marisa Rosso, Agostina Taruschio, Gabriela Odena, Yanina Marcucci y Mariana Castielli.
Los autores que nos acompañan en este número son: Gisela Avolio, Leticia Gambina, Viviana Garaventa, Victoria Larrosa, Patricia Martinez, Gabriela Odena, Ricardo Pereyra, Joan Pijuan, Elizabeth Vita y Marcelo Esses.
“Estos textos primero fueron publicados En el margen digital. Pasado un tiempo elegimos algunas notas, dibujamos, cortamos, pegamos, corregimos, editamos, diseñamos, discutimos, buscamos presupuestos, reímos, desesperamos, recuperamos la esperanza, imprimimos, encuadernamos. Dimos existencia a la presente materialidad artesanal.
El fanzine surgió en las décadas del 50 y del 60, como una publicación alternativa de circuitos oficiales. Lo expulsado e infravalorado halló su forma en este formato híbrido y homólogo.
Nuestro horizonte editorial intenta ubicarse en una posición otra respecto del establishment como el conjunto de personas, instituciones y entidades influyentes en un campo determinado, que pretenden mantener y controlar el orden establecido. Desde aquí tratamos de hacer lugarcito a lo descentrado, sosteniendo en acto que el saber no sabido del inconsciente atraviesa la topología de los intersticios.
Si Freud no hubiera dado valor a esos “fenómenos marginales” (Lacan, 12 de noviembre de 1958) –el sueño, el lapsus, el chiste y el síntoma– el sujeto del inconsciente no tendría lugar. Si la contracultura no hubiera inventado un saber-hacer para eludir la censura de la prensa masiva, el fanzine no tendría lugar.
El fanzine es chiste. Síntoma. Lapsus. El fanzine es sueño.
Con ustedes y para ustedes: En el margen fanzine. Porque el psicoanálisis será divertido o no será.
Helga Fernandez»
Voy a decir la palabra psicoanálisis unas 16 veces, con esta de recién, 17. Traté de buscar sinónimos o formas diferentes de decir lo mismo de otra manera, pero no pude. Me rendí ante la palabra.
Quiero agradecer al colectivo En el Margen por haberme hecho esta invitación. Estoy familiarizada con el fanzine desde el minuto cero. Casi desde el momento en que el colectivo decidió hacer esta publicación, que en sí misma es una apuesta que viene a reconfigurar el modo de alcance que tiene el discurso psicoanalítico. Un discurso que se inventa, como dice uno de los primeros textos, el de Ricardo Pereyra, que “se crea, y tan luego se recrea”. Y yo agrego, un discurso que se imagina: un discurso que debería llevarse muy bien con la imaginación.
Sin embargo, por más familiarizada que esté con la imaginación, con el psicoanálisis, y con el momento en que se pensó esta hermosa idea que hoy es algo bien concreto, mi primera impresión, lo primero que dije al leer el fanzine fue: “No entiendo nada”.
Estaba ante un fanzine, que es una publicación alternativa al resto de las publicaciones. Es alternativa por decisión propia. Pero claro, era un fanzine de psicoanálisis, así que leer palabras como “barradura”, “dilemático”, “efracción”, “mnemónica”, “perimido”, “forclusión”, “tanática”, me llevó a peor de los abismos.
Y, justamente, que fuera un fanzine de psicoanálisis, me sacó del peor de los abismos. “No entiendo nada”, se podía desarticular. Había un “NO” y había un “NADA”; había un “NO NADA”. Dos negaciones que juntas y con toda su potencia podían transformarse en una afirmación, en un SÍ. Pero, tampoco era un “ahora sí entiendo”. Era, más bien, “lo que entiendas de lo que leas está bien, porque en realidad no importa que entiendas”. Algo parecido a la referencia que Leticia Gambina hace en su texto, Retazos, intervenido con finísimas líneas y puntos que parecen dibujos de alguien que ha pasado por ahí, y que ha dejado su marca, su línea sutil, Leticia dice, “Recuerdo la advertencia de Lacan de no comprender demasiado rápido”. De rondar y circundar, digo yo, de pasear por laterales y márgenes, abrir diagonales y caminos alternos que entren y salgan de los textos, como esta publicación lo hace, por el simple hecho de existir como fanzine, con el psicoanálisis.
Así que ahí tuve mi primera tranquilidad, algo que también, y habitualmente, me da el psicoanálisis. Y que me hace sentir lo mismo que siento cuando viajo y descubro algo asombroso, quiero que todos estén ahí, quiero que vean lo que estoy viendo, incluso a sabiendas de que eso que a mí me resulta asombroso puede no serlo para otro. ¿Qué importa? Quiero que todos se encuentren alguna vez con la bendita tozudez del psicoanálisis de hacer mejor el día a día. No de salvar al mundo, por supuesto. “No es nuestro propósito ni el fin de nuestra existencia salvar el mundo”, cita Gisela Avolio a Freud, en su texto El lado de la vida, pero sí hacerlo más libre, más habitable, más bello. Y quiénes son “todos”.
“Todos por el cambio”, le dije hace unos días a Gerónimo, mi compañero y uno de los que integra el grupo editorial de En el margen, Gerónimo Daffonccio, y las voy a nombrar a todas: Helga Fernández, Gabriela Odena, Mariana Castielli, Marisa Rosso, Patricia Martínez, Amanda Nicosia, Agostina Taruschio y Yanina Marcucci. Este grupo de tenaces y persistentes. Este colectivo de creyentes. Yo creo que por encima de cualquier cosa son creyentes.
Entonces le dije a Gerónimo, “Todos por el cambio”, y hubo un silencio. Algo estaba desordenado en la frase. No, dijo él, es el “Frente de todos” y es “Juntos por el cambio”. Acababa de meter en la misma bolsa a los de acá, a los del frente, a los de la vereda, la calle, la cortada, un poco lo que hace y es un fanzine. Una publicación que atraviesa –o intenta atravesar– todas las zonas de un territorio con diferentes lenguajes: la imagen, el diseño, las ilustraciones, la variación en la geometría de las letras y las palabras. “Lo expulsado e infravalorado halló su forma en este formato híbrido y homólogo”, dice Helga Fernández en la editorial que abre la publicación. Yo creo que, sobre todo, es un fanzine que invita a la práctica del psicoanálisis, a hacer lo mismo que hace él por el simple hecho de ser fanzine: descentrarse y llegar a los confines. Que, además de estar en el libro, el psicoanálisis esté en el fanzine, en el renglón y en el margen; en las provincias y capitales, en las ciudades, pueblos, vereda y calle, en el consultorio y en el hospital. Que sea una posibilidad para quien sea (para quien quiera).
Viviana Garaventa en su texto Hospitalidad de la práctica del psicoanálisis, fabricar el tiempo, cuenta el momento en que una psi (así la llama ella) y yo la llamaría una psi poeta, ante la presencia de un niño que llega gritando y desesperado al hospital, sujetado, diagnosticado con “excitación psicomotriz”, hace una toma de arte marcial, es decir, deja, la psi poeta, que su energía creativa se haga un espacio en medio de lo que parecía tan determinante como un diagnóstico. Encuentra la manera de palabramparar –dice Joan Pijuan, en su texto Filiaciones telemaquias desde la catástrofe social– al niño que lo único que quería, probablemente, era un lugar de amparo. La psi-poeta lo recibe con una toma de arte marcial. Una toma de arte. “Un acto de hospitalidad no puede sino ser poético”, es la cita de Derrida, que Viviana elige como epígrafe.
Mi analista, cuando le hablé de esta presentación, recordó una frase de Lacan: “La poesía es violencia contra el uso cristalizado del lenguaje”. Violencia de la buena, pensé. Violencia que des-cristaliza; que rompe el cristal con que se mira. Lo mismo que hace la poesía, lo mismo que hizo la psi-poeta con aquel niño; y lo quiere hacer esta publicación cuando elige el formato fanzine para hablar de psicoanálisis. Cuando pone en la tapa una ilustración de alguien que baila, –que abre los brazos hacia arriba, mueve la cadera, flexiona las piernas, es más, está en un carnaval, o en un ritual donde hay fuego, música y tumulto–. Entonces, está esta tapa y, además, está el texto de Elizabeth Vita y Marcelo Esses cuestionando el lugar de la modernidad, y llegando al final, los que hablan, entre otras cosas, de la guerra y de un Estado como el español que no admite ni la palabra ni el amparo, “…en el Estado español aún hoy hay un total de al menos 143.353 desaparecidos en fosas comunes y cunetas según la reciente investigación de la Audiencia Nacional…”, dice el texto de Joan Pijuan, y sigue con una cita de Jean-Étienne Dominique Esquirol, “…la violencia, ya sea individual o colectiva, se halla en el lado opuesto a las palabras”. Violencia de la mala. La muda, la que no deja hablar, la que niega. Por eso Marisa Rosso menciona algo que muchas veces hemos dicho como analizantes, “No sé, angustia es una palabra tan fuerte que no sé si es eso”. Y Gabriela Odena repone, “Será la letra del analizante el desliz de la aventura”. Eso es lo que yo también quiero decir. Que nos abalancemos, que nos abracemos a la aventura de nuestras palabras. A la ocurrencia del lapsus, del chiste, del síntoma y del sueño. ¿No es eso lo que propone el fanzine? Quiero decir, ya lo propuso hace casi dos siglos el psicoanálisis, pero acá lo que se intenta, pienso yo, es recuperar la transversalidad.
No hubo persona más transversal, más digna y política que Freud. “Políticamente no soy nada”, dijo él, Gisela Avolio lo menciona en su texto. Que es igual a decir, “Políticamente soy”, lo mismo que el “Entiendo” destilado del “No entiendo nada”.
Un fanzine de psicoanálisis es una posición política. Un modo de volver a sentarse al lado de aquel hombre valiente y bueno que podía asumirse avergonzado por algo que hubiera dicho acerca de la guerra; el que no estaba dispuesto a que otro (sea una guerra, un Estado, un ser humano) nombrara enemigo a su propio amigo. ¿Por qué? ¿Detrás de qué cristal? “Se ha decidido por todos no considerarlo un enemigo”, le escribió el austríaco al amigo inglés, cita Patricia Martínez en, Freud en y para tiempos difíciles.
Esto es lo que encuentro en el fanzine. Un “pedacito de cosa que flota”, como dice Victoria Larrosa. Esa libertad por fin viable. Porque quién tendrá la osadía de decir quiénes son nuestros amigos. ¿Hay enemigos cuando hay psicoanálisis? ¿Hay “lo expulsado e infravalorado” cuando hay un lugar real en el psicoanálisis? Por fin comprendí la palabra “barradura”. Lo que significa dar luz a las propias palabras. Después de todo, siempre hubo poesía en los márgenes. Probablemente, el margen sea el lugar donde más poesía hubo. Y más algarabía. “El fanzine es chiste”, dice Helga. “Síntoma. Lapsus. El fanzine es sueño”, y cierra su editorial, “el psicoanálisis será divertido o no será”. A lo que yo agrego –y que cada quien entienda lo que quiera–, el psicoanálisis será para todos o no será.
Para adquirir el fanzine escribir a enelmargenrevista@gmail.com