DESACATOS PSICOANALÍTICOS EN AMÉRICA DEL SUR. POR CAROLINA BESOAIN.*

Imagen de portada: Carolina Besoain


“Desde que un discurso, cualquiera sea, incluido el psicoanálisis, no hace lugar en su cuerpo simbólico a lo diverso, lo diferente ylo desigual, propicia una hegemonía. También habría que decir que, por el hecho de hablar y más allá de nuestras intenciones, cierto «todo» se gesta solo. ¿Cómo propiciar lo heterogéneo sin desdeñar la necesidad de hablar y, entonces, de incurrir forzosamente, aunque más no sea, en mínimas generalidades? ¿Cómo, incluso, distinguir cierta noción de «todo» de lo hegemónico y totalizante?

¿De qué hablamos, a qué nos referimos, cuando decimos “psicoanálisis”? Al designar este discurso y práctica con el artículo «él», contribuimos a hacer del psicoanálisis un discurso hegemónico y hegemonizante? Si el Otro del Otro no existe, pero también es necesario, tanto como su objeción, ¿cómo designar y entender «el psicoanálisis», dando lugar a lo indispensable para que no se pierda su singularidad y, a la vez, que la singularidad del fundamento no se erija en condición ideológica impidiendo la singularidad, no ya de una práctica, sino de cada quien en su modo de ejercerla? ¿Cómo se interceptan, impiden y  multiplican ambas formas de la singularidad? Más aún: si la lengua es lo que le hace cosas al lenguaje, lo amplía, lo recrea, lo varía, lo expande, lo progresa: ¿cómo no reconocer que así como toda palabra primero fue un neologismo, una cadena de articulaciones anudadas, hoy, ahora, aún, podrían no considerarse psicoanálisis, y luego de que un otro reconozca que ahí hay algo, que ahí algo pasó la barrera del sentido, SÍ?

¿Los psicoanálisis, así dicho, así escrito, supone un modo de escribir la objeción al todo o dispersa e impide la construcción que esta lógica supone? ¿Ambas cuestiones, en dimensiones distintas, serían igualmente ciertas?

Carolina Besoain interroga ciertos postulados, lee el sentido de ciertas articulaciones de Freud y Lacan como obstaculizantes de lo diverso, para, desde allí,  buscar acciones, intervenciones y otros discursos nacidos de estas mismas prácticas, que objeten cualquier pretensión de universalidad. De algún modo, procura que el psicoanálisis, tal y como ella lo entiende, acoja la emancipación, la sublevación y la sedición del Otro, siguiendo movimientos sociales y/o intelectuales que precisamente hayan intervenido en lo totalizante de algún modo. 

Abrimos esta sección dando lugar a investigaciones que trabajan «para hacer psicoanálisis en las zonas de impasse«.

Desnudar nuestra posición de enunciación, inmersa en una arqueología histórica, es abismarse a un reconocimiento de nuestras propias estructuras. Quizas un modo de  contribuir a que el psicoanálisis siga existiendo extramuros, lejos de la endogamia y su jerga.

Delegación Editorial


Hacerse de un lugar para existir con dignidad y desplegar el potencial propio para vivir creativamente no está garantizado para nadie, pero no todos debemos atravesar los mismos riesgos. Los estudios feministas y queer han demostrado cómo las interpretaciones de características sexuales anatómicas se han vuelto categorías con fuerza de norma que han organizado la distribución del poder en la cultura. En particular, han explicitado los modos en los que estas han sido utilizadas para justificar la normalización del ejercicio sistemático de violencias y abusos sobre un conjunto de personas, sus existenciarios y formas de vida. 

Tal como han demostrado las investigaciones de la antropóloga Rita Segato, el orden político patriarcal una y otra vez ha hecho del cuerpo de las mujeres un lugar de apropiación violenta. La naturalización de la crueldad que resulta de esa violencia repetida en el tiempo ha amparado y encubierto otras formas de dominación y abuso. Las interpretaciones culturales de las diferencias anatómicas de los cuerpos no solamente han organizado un sistema de diferencias y jerarquías en la cultura, sino que además han naturalizado una subalternización de los cuerpos femeninos y feminizados que es “cimiento y pedagogía elemental de todas las otras formas de poder y subordinación: la racial, la imperial, la colonial, la de las relaciones centro-periferia, la del eurocentrismo con otras civilizaciones, la de las relaciones de clase” (Segato, 2016). 

Analizar y desmontar esta estructura y sus consecuencias es condición de posibilidad de cualquier proceso de emancipación progresista. Pienso que contribuir a desestabilizar la naturalización de aquellas pedagogías de la crueldad es también una tarea ética para el psicoanálisis. 

Un camino para ese desmontaje puede ser seguirle la pista a lo que Butler (2018) ha llamado la “gama de las desobediencias”. Esto es, toda una serie de consecuencias que exceden a las fuerzas normativas y crean más de lo que la ley estaba destinada a crear.  Las mismas categorías que engendran regímenes opresores de poder pueden ser utilizadas para invertir y desplazar sus propósitos originarios. Entre el mandato discursivo y el efecto apropiado existe un campo, un espacio de ambivalencias. En estos espacios las normas pueden parodiarse, reelaborarse, resignificarse. Cuando alguien que no tiene derecho a actuar actúa, junto con asimilar la norma existente puede, eventualmente, alterar su vocabulario. La fuerza de la repetición es también una oportunidad de elaboración de la marca con fuerza de ley que otro, de carne y hueso o simbólico, imprimió sobre un cuerpo. En la clínica psicoanalítica lo verificamos a diario. Y tal como señala Butler, la fuerza de la repetición puede ser la condición paradójica por la cual se produzca cierta capacidad de acción frente a la imposibilidad de elección. La falla, el fracaso de la repetición, puede ser también su subversión.

Hace algunos meses inicié, acompañada por la psicoanalista brasilera Tania Rivera, una investigación en el campo de lo que podemos pensar como los “desacatos psicoanalíticos” en Sudamérica. Nuestro punto de partida es que, si bien no puede culparse al psicoanálisis por sus implicaciones en la cultura, revisar y trabajar sobre los efectos de dichas implicaciones en las teorías y prácticas psicoanalíticas es importante si no queremos hacer complicidad con sistemas culturales y normas que naturalizan violencias y vejaciones sistemáticas de algunos cuerpos y formas de vida por sobre otros.

Implicaciones psicoanalíticas

Junto con descubrir el campo de lo inconsciente, Freud realizó un ejercicio de desmontaje del dispositivo de la sexualidad victoriana.  Su revolucionaria investigación sobre la sexualidad infantil (Freud, 1905) y la metapsicología freudiana sobre la pulsión (Freud, 1915) descubre a la sexualidad humana en su desarreglo estructural con la anatomía y la biología. Además, reveló que uno de los principales organizadores de la producción de la subjetividad de la modernidad burguesa europea era, justamente, la diferencia anatómica de los sexos. A lo largo de su obra Freud develó que el dispositivo de la sexualidad victoriana se sostenía en una particular interpretación de diferencias anatómicas (tiene/no tiene pene) y en la administración del desconocimiento de la sexualidad, sobre todo para las mujeres. En efecto, lo que el dispositivo freudiano teorizó fueron las operaciones de la gramática fálica y sus consecuencias en la constitución subjetiva y en diversas formas de sufrimiento psíquico. En otras palabras, puso en evidencia ese conjunto de operaciones inconscientes a través de los cuales la cultura burguesa europea, utilizando diferencias anatómicas, conseguía reproducir un sistema binario de diferencias jerarquizadas que ubican a una buena parte de los cuerpos en posición de subalternidad. 

Ahora bien, en la teoría freudiana ese desmontaje no estuvo desprovisto de ambivalencias y tensiones. Si bien,  en muchos momentos de la obra de Freud podemos encontrar sus esfuerzos explícitos por desmarcarse de la patologización de las sexualidades fuera de la norma heterosexual (Freud, 1920), en otros momentos, la diferencia anatómica de los sexos sí fue pensada como destino. En 1925, a propósito de su investigación sobre la resolución del Edipo, Freud concluye que los deseos edípicos son resignados debido a la amenaza de castración. Esta propuesta implica un punto de inflexión que no permitirá a Freud seguir pensando el Edipo femenino como un espejo invertido del masculino. Para Freud la anatomía del cuerpo femenino instala a la niña en una posición diametralmente distinta en su entrada al complejo de Edipo: no hay amenaza real de castración. Entonces, ¿bajo qué explicación se produce el sepultamiento del complejo de Edipo en la mujer? 

Freud intentará una salida a este atolladero a través de dos nuevos conceptos: la envidia del pene y el deseo de hijo. Inicialmente, tanto para el niño como para la niña, la madre es el primer objeto de amor y no resulta asombroso que el varón la retenga para el complejo de Edipo. Pero “¿cómo llega la niña a resignarlo y tomar a cambio al padre como objeto?” (Freud, 1925, p. 270). Freud concluye que en la niña el Edipo es una formación secundaria. En la fase fálica, al notar la diferencia anatómica con su hermanito, cae víctima de la envidia del pene: sabe que no lo tiene y quiere tenerlo. La niña al tomar noticia de su cuerpo “sin pene” culpará a la madre de su falta, debilitando su ligazón. Así la niña, para acceder a la feminidad, deberá superar su complejo de masculinidad, resignar su deseo de tener un pene, admitir su herida narcisista, para luego desarrollar un sentimiento de inferioridad y compartir con el varón el menosprecio por su cuerpo mutilado. Junto a esto, deberá resignar la sexualidad clitoriana (que era un modelo propiamente masculino, en la ecuación clítoris = pene). Al realizar esta renuncia, la libido de la niña se deslizará a una nueva posición a lo largo de la ecuación simbólica prefigurada pene = hijo. Y es acá donde se produce su entrada al complejo de Edipo: cuando reemplaza el deseo del pene por el deseo de hijo puede tomar al padre como un objeto de amor. Para Freud es en ese momento cuando, a partir de los celos de la niña a su madre, esta deviene mujer. 

Esta salida conceptual al problema del Edipo en la mujer tiene una serie de consecuencias. La subjetivación femenina quedará inscrita del lado de la culpa y el castigo, puesto que si ella no tiene lo que el varón sí, será por alguna razón, tal vez no conocida pero verificada en su anatomía. Así, en la lectura freudiana de los efectos psíquicos de la diferencia anatómica de los sexos, la anatomía femenina adquiere una interpretación punitiva retrospectiva y la sexualidad no reproductiva deviene un patrimonio propiamente masculino, en tanto la sexualidad propiamente femenina (esto es, vaginal), estaría siempre signada por la posibilidad del embarazo.  Lo anterior, no está demasiado lejos de los mitos de origen que Segato (2022) descubre como característicos de diversas religiones y mitologías patriarcales. En ellos, el castigo a la mujer por alguna falta originaria es un momento inaugural de la historia que funciona como fundamento de la construcción del binario femenino y masculino.

Con todo y a pesar de sus diversos esfuerzos, tal como demuestran sus escrituras y rectificaciones incesantes sobre el edipo femenino, Freud reconoció hasta el final de sus días sus dificultades para conceptualizar la sexualidad femenina. En su conferencia “La Feminidad” (1933), realizó un movimiento que instaló la sexualidad femenina en la zona del enigma y a una relación con la palabra provisoria e inestable. Ese enigma fue retomado por Lacan (1972-1973) cuando reconoce que la mujer no estaría totalmente tomada por la lógica fálica debido a las características de su goce sexual. Situarse del lado mujer señalaría un agujero en lo simbólico respecto de lo real. Se trataría de un goce de lado del no-todo, sin localización específica, suplementario. Un más allá del goce fálico, que sí puede nombrarse porque es un goce sancionado por ley y dotado de significante. El goce femenino escapa al significante. Siguiendo a Brousse (2021), lo femenino deviene un modo de gozar.

No obstante, la crítica feminista y queer continuó problematizando los efectos de ubicar el falo como operador principal del ordenamiento simbólico (véase Benjamin, 2013; Irigaray, 2007; Butler, 2006; Braidotti, 2004). La solución lacaniana reinstala en fórmulas lógicas un binarismo estructural que no está exento de riesgos. Si bien en la teoría lacaniana el falo es separado de su asociación directa al pene y es reinstalado como función significante de la castración simbólica, esta da continuidad a lo que siguiendo a Irigaray (2007) podemos llamar la invisibilidad de la positividad de la diferencia. Esto es una teorización en la que la diferencia es pensada como una reserva de negatividad que es soporte para una única lógica, en la que sólo es inteligible el lado de lo mismo y el lado de la diferencia de lo mismo. Es más, la salida lacaniana por la vía del goce femenino tiene consecuencias paradojales puesto que al mismo tiempo que desestabiliza la primacía de la lógica fálica también la reintroduce, ya que aquello que Lacan reconoce como un más allá del falo es un goce que en el mejor de los casos se siente, pero del que nada se sabe y casi nada se puede decir.  

Como nos recuerda Rivera (2020) delante del enigma de lo sexual somos tomados por la tarea de inventar teorías sexuales, para “hacer del cuerpo, pensamiento”. La teoría de la castración es en primer término una teoría sexual infantil emergente de la clínica freudiana, con la que el mismo Freud sostuvo una relación provisional (1914-1918). Utilizarla como un universal para teorizar el ordenamiento simbólico y la constitución del psiquismo, implica acotar el enigma a solo un punto de vista.  Lo anterior implica el riesgo de reproducir una operación cultural de subalternización en el que las mujeres, y otros existenciarios en los que lo fálico no es el organizador principal, no consiguen inteligibilidad y tienden a ser silenciados en la teoría. Son conocidos los impasses que estas teorizaciones han implicado para la conceptualización y el tratamiento tanto de mujeres, como de sexualidades no heterosexuales y de identidades transgénero y/o no binarias (vease Preciado, 2020; Reitter, 2018; Meler, 2017; Hansbury, 2017). Estos impasses están siendo ocasión de interpelaciones teóricas y prácticas que se han sumado a las que otros marcadores de diferencia, en particular de clase y de raza, están realizando sobre la teoría psicoanalítica (ver Gonzalez, 2022; Guerra, 2022; Belkin, 2021). 

Trabajar en las desestabilizaciones

Lxs psicoanalistas trabajamos en el lugar donde la palabra revela su ambivalencia y su desestabilización. Esto también vale para nuestras teorías e instituciones. En la investigación que estamos desarrollando analizaremos las estrategias que se están implementando para trabajar psicoanalíticamente en este campo de ambivalencias. En particular, queremos seguir la pista a la potencia desestabilizadora de la palabra de mujeres, y de otros cuerpos subalternizados, analizando sus desacatos, estrategias de apropiación, procesos de escritura y reescritura del psicoanálisis, en Chile, Brasil y Argentina. Pensamos que es en la práctica psicoanalítica misma donde la potencia revolucionaria del psicoanálisis puede ir trascendiendo y desmontando sus aspectos ideológicos (Parker y Pavón-Cuéllar, 2021).

En el ciclo de politización reciente de la región, marcado por el Ni una menos, Ele Nao y La primavera feminista ‘chilena’ los mecanismos hegemónicos de producción de conocimiento, su legitimidad y sus medios de circulación se han visto impactados por las demandas de democratización feministas (Zerán, 2018). 

Nuestra hipótesis de trabajo es que en el actual ciclo de movilizaciones feministas, y sumado a las variaciones que provocó en los encuadres y dispositivos clínico-analíticos la pandemia por COVID, han estado surgiendo nuevos espacios de transmisión y ejercicio del psicoanálisis. Las disidencias feministas, gay, lésbicas, trans, no binarias, anti-racistas, anti-coloniales no solo han interpelado las políticas sexuales, de género, raciales, de clase de los sistemas teóricos, sino que se encuentran en un proceso de invención de enunciaciones y producciones que reclaman su derecho a existir y a inventar sus propias formas de asociatividad, formación y divulgación. 

Pienso que el psicoanálisis no es sólo un sistema teórico sino también un movimiento deseante que hace de la desestabilización su mayor fuerza de trabajo. En palabras de Nelson (2016), delante de los callejones sin salida de la gramática binaria, hemos elegido relajarnos y hacer un viaje por una “orgia de especificidades”.  No todo puede ser dicho, es cierto. Pero los términos que regulan los límites de lo simbólico y su relación con las normas socioculturales pueden ser analizados y disputados (Butler, 2001). Y son muchxs quienes se están arriesgando a la palabra. Sin embargo, no basta con que algo sea dicho, también debe haber alguien dispuesto a escuchar. 

Durante un año, Tania Rivera y yo estaremos entrevistando y visitando el trabajo de colectivos, colectivas, agrupaciones, asociaciones, grupos de trabajo y redes clínicas de psicoanalistas en Brasil, Chile y Argentina que, en algún espacio liminal a las instituciones psicoanalíticas, las instituciones de salud y las universidades, están trabajando en alguno de estos puntos de desestabilización. Nuestro objetivo es conocer sus producciones y construir una cartografía crítica de las estrategias, giros, torsiones, salidas, arreglos y desarreglos, que lxs psicoanalistas están realizando para hacer psicoanálisis en las zonas del impasse. Deseamos contribuir a abrir la circulación de prácticas, ideas y afectos: hacer recorridos que creen espacio. Para crear hay que estar dispuesto a partirse en dos, a hacerse un poco pedazos. Lo que es bueno está siempre siendo destruido y los objetos son destruidos para que consigamos la capacidad de usarlos, nos enseña Winnicott (1968). Daniela Catrileo lo escribe así: 

en el espacio del viaje

la semilla a veces se pierde

cuando se siembra

La creación de lo nuevo es de una dulzura furiosa. Si sobrevivimos, lo podremos usar. 

*Si tienes interés en participar en esta investigación puedes contactarnos al email carolina.besoain.psicologa@gmail.com


Referencias bibliográficas

Belkin, M. (2021). Toward an intersectional psychoanalysis of race, gender and sexuality. Contemporary Psychoanalysis 57 (2), 206-227. doi: 10.1080/00107530.2021.1935033

Benjamin, J. (2013). La sombra del otro. Intersubjetividad y género en psicoanálisis. Madrid: Editorial Psimática.

Braidotti, R. (2004). Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade, Barcelona: Gedisa.

Brousse, M. H. (2021). Modo de gozar en femenino. Buenos Aires: Grama Ediciones.

Butler, J. (2001). El grito de Antígona. Barcelona: El Roure Editorial. 

Butler, (2006). Deshacer el género. Barcelona: Paidós.

Butler, J. (2018). Cuerpos que importan. Buenos Aires: Paidós.

Catrileo, D. (2022). El territorio del viaje. Chile: Editorial Edicola.

Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. En S. Freud Obras Completas. Tomo VII (p. 109-224). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1915) Pulsiones y destinos de pulsión. En S. Freud Obras Completas. Tomo XIV (p. 105-134). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1914-1918) De la historia de una neurosis infantil. En S. Freud Obras Completas. Tomo XVII (p. 1-124). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1920). Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina. En S. Freud Obras Completas. Tomo XXIII (p. 137-164). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1925). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos. En S. Freud Obras Completas. Tomo XIX (p. 259-276). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1933). 33ª conferencia. La feminidad. En S. Freud Obras Completas. Tomo XXII (p. 104-125). Buenos Aires: Amorrortu.

Gonzalez, L. y Hasenbalg, C. (2022). Lugar de negro. RJ: Zahar.

Guerra, A. (2022) Sujeito suposto suspeito. Brazil: EdLab Press Editora Eirele

Hansbury, G. (2017). Unthinkable anxieties: reading transphobic countertransferences in a century of psychoanalytic writing. Transgender Studies Quarterly, Volume 4, Issue 3-4

Irigaray, L. (2007). Espéculo de la otra mujer. Madrid: Akal.

Lacan, J. (1972-1973). Seminario 20: Aún. Edición de 1998. Buenos Aires: Paidós Argentina.

Nelson, M. (2016). Los argonautas. Madrid: Tres Puntos Ediciones.

Parker, I. y Pavón-Cuéllar, D. (2021). Psicoanálisis y revolución: psicología crítica para movimientos de liberación. Santiago: Pólvora Editorial.

Preciado, P. B. (2020). Yo soy el monstruo que os habla. Informe para una academia de psicoanalistas. Barcelona: Anagrama.

Reitter, J. (2018) Edipo gay. Heteronormatividad y psicoanálisis. Buenos Aires: Letra Viva Editorial. 

Rivera, T. (2020). Psicanálise Antropofágica. Identidade, género, arte. Rio de Janeiro: Artes & Ecos.

Meler, I. (Comp) (2017). Psicoanálisis y género. Escritos sobre el amor, la sexualidad y la violencia. Buenos Aires: Paidós.

Segato, R. (2016). La guerra contra las mujeres. Traficantes de Sueños.

Segato, R. (2022). Cenas de um pensamento incomodo. Genero, cárcere e cultura em uma visada decolonial. Rio de Janeiro: Bazar Do Tempo.

Winnicott, D. (1968/2009). Sobre “El uso de un objeto”. Exploraciones psicoanalíticas I. Buenos Aires: Paidós.

Zerán, F. (2018). Mayo feminista: la rebelión contra el patriarcado. Santiago: LOM


Carolina Besoain es Doctora en Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Practica el psicoanálisis de manera privada, es docente, supervisora e investigadora. En el año 2018 fundó junto a otras psicoanalistas chilenas el Colectivo Trenza (www.trenzacolectivo.cl) en el que desarrollan un trabajo en las intersecciones entre la clínica psicoanalítica, el feminismo, los estudios cuir y las humanidades. Ha dirigido diversos proyectos de investigación con financiamiento de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) y actualmente está realizando una investigación postdoctoral en el Programa de Posgraduación en Teoría Psicoanalítica de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).


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