Ilustración: Fatinha Ramos, @fatinharamos
Cuidado editorial, Marisa Rosso
En el bar una abuela de unos 80 y pico conversa con su nieto de unos 14 años. Hablan de los clubs, de que ella en sus años mozos jugaba al tenis muy bien, de que cuando era soltera iba con sus hermanas a bailar a San Lorenzo y de que para entrar en la pista los varones se cambiaban los zapatos. Él le dice que no sé en qué club hoy tiene una fiesta. Ella le pregunta si bailan. Él se ríe y le dice que no. Ella quiere saber qué pasa si una chica lo saca a bailar. Él le dice que por qué da por supuesto que una chica lo sacaría a bailar, que podría ser un chico o un chique. Ella le responde que entiende que no entiende muchas cosas de esta vida, que la disculpe, pero que ella dice así y que después su intimidad es su intimidad. Él responde que también la entiende pero que no le gusta que hablen como si todo fuera igual, que por favor trate de hacer un esfuerzo, que no es tan difícil, que no es la intimidad de él sino la de todes, que no es difícil, que las personas son personas. Ella le dice: “Bueno, está bien, gracias por enseñarme”. Él le dice que sin embargo es ella que fue por todo el mundo dando conferencias. Ella le retruca que sí que es cierto, pero que de los géneros nunca leyó nada. Él le aclara que no había mucho que leer en esa época y que él no le enseña, sino que le aclara lo que hoy existe también porque ella debe haber hecho algo para que exista, aunque nunca se haya dado cuenta.
A veces no podemos percibir el debilitamiento de las estructuras hasta que colapsan. Cuando las estructuras comienzan a derrumbarse, el impacto de los esfuerzos del pasado se vuelve tangible.
Sara Ahmed[2]
Nacemos y llegamos a un mundo ya empezado, en uso y funcionando desde mucho tiempo antes de que existiéramos. Hay un antes, del que no fuimos parte, pero gracias al cual justamente puede haber un después. Queramos o no, lo pasado existe y con eso debemos vérnoslas, nos guste o no, es parte también nuestra o mejor dicho deberemos hacer el trabajo de que lo sea. Es más, también nosotras seremos parte del pasado de futuras generaciones. Porque, así como somos hijas y nietas de una época, también seremos madres y abuelas de otras.
El feminismo por su parte, tampoco nació de la nada. Hubo movimientos feministas antes y los habrá también después.
¿Qué hacer entonces con eso que nos antecede, con eso que heredamos, o mejor dicho, que debemos hacer el trabajo de heredar?, incluso cuando ni siquiera sepamos con precisión qué es lo que heredamos, tal como tampoco sabremos qué de nosotras llegará a otras y a otros. Cada generación deberá entonces hacerse cargo de esa tarea, de realizar ese pasaje, ese ida y vuelta de la transmisión. Cada generación deberá transmitirse mutua y recíprocamente los aprendizajes y saberes, tal como se puede leer en el relato de Helga, de nieto a abuela y de abuela a nieto. Porque nos ha tocado existir, pero también hacer existir.
En definitiva, no debemos olvidar que de algún lado venimos, aunque no sepamos hacia dónde vamos. De algún lado hemos salido, eso es inevitable, aunque lo queramos desconocer. Conocerlo nos permitirá ser un poquito más libres, si ser libre significa poder elegir.
Tendremos entonces que asumir que somos leídos, hablados, pensados y actuados por todas esas palabras, gestos y discursos que nos anteceden y portamos o reproducimos de manera automática… no podemos renegar de eso, se trata de hacer algo con lo que nos constituye, pues allí residen nuestras herramientas; solo que tenemos que empezar a darlas vuelta, examinarlas, elegirlas, perfeccionarlas y combinarlas según el deseo propio[3].
Se escucha hablar constantemente de deconstrucción, palabra cuyo uso prolifera por todos lados y en distintos ámbitos. Pareciera que hoy en día impera el deber de deconstruirnos, todas debemos hacerlo, en tanto mujeres, madres, hombres, en fin, en tanto seres humanos. Es cierto, necesitamos repensar y reconstruir algunos saberes. Pero también me gusta la idea de pensar en un sujeto en constante construcción, tal como lo plantea Roque Farrán, quien dirá que nunca terminamos de constituirnos plenamente, sino que somos seres inacabados con relación a la verdad y por ende en constitución permanente, lo cual implica un trabajo infinito, inacabable y sin garantías[4].
Lo escrito aquí lo he hecho a partir de la lectura de varios textos, muchos de ellos de Helga Fernández y Roque Farrán, por esos textos, o a partir de ellos, llegué a Vinciane Despret. También me sentí acompañada por palabras de otras colegas, cuyos escritos serán citados más abajo. Palabras todas que me ayudaron a pensar sobre el modo de relación que establecemos con aquello que nos antecede y en cómo hacer lugar a lo que hubo y a lo que vendrá, ya sea que hablemos de psicoanálisis o de feminismos, lo mismo da. Cómo ubicarnos y hacernos un lugar allí, singular, pero a la vez por momentos en común con otres, entre tanto tira y afloje.
Si bien no es nada nuevo lo que digo, no viene mal recodar algunas cosas. Por el contrario, creo que es necesario. Más en estas épocas, donde ciertas disputas imaginarias y simbólicas tiñen la escena, confunden la cosa y hacen perder el hilo, ese que conduce a la verdad de cada quien. Vemos así aflorar peleas de las más diversas, donde se disputan feministas contra no feministas, pero también feministas contra feministas, para ver quién es la más feminista de todas. En todo caso, si decidimos ir por esa vía, será mejor preguntarnos a quién le importa, es decir a quién le conviene que se dé esa pelea, a quién y a quiénes beneficia.
Nadie tiene la verdad del feminismo, sepámoslo, no existe esa verdad. En todo caso, cada una construirá su propio lazo con él y podrá compartir su modo o no con otres, pero sin imponérselo a nadie. Cada ser hablante practicará su propio feminismo, determinado a su vez por lo que impera y rige en el mundo, pero también por lo que imperó y rigió. Nadie resulta ajeno a eso.
Volviendo al problema de lo que nos antecede, años de luchas y conquistas feministas, por ejemplo, diré que heredar no es una tarea fácil y habrá que tener en cuenta que es un proceso a largo plazo, se podría decir incluso que no termina nunca, que no tiene fin, puede llevarnos toda nuestra vida. Sara Amhed habla de la denuncia como una herencia lenta. Y en este punto la palabra problema viene a cuento porque como dice Farrán lo que uno hereda es un problema. Tan cierto es que más de una preferiría no heredar. No es tan sencillo, ni tan fácil el asunto[5].
Hace poco Ginette Barrantes Saenz escribió un texto donde habla de los lacanianos. Podríamos pensar algo similar haciendo un paralelismo con los feminismos o con ciertas posturas feministas. Tomando los aportes de Allouch dirá a Lacan lo suyo y a los lacanianos lo que ellos mismos fabricaron. Ginette propone una operación de lectura y un ejercicio que se despoje del “pensamiento lacaniano”, como si solo hubiera uno, una única manera de pensar. Piensa a los lacanismos como una domesticación del texto de Lacan[6]. Podríamos trasladar esta lectura al feminismo, el cual, también muchas veces termina siendo domesticado, pasando a ser un objeto de consumo más, que cuanto más se vende, más se consume y menos queda de él y de su movimiento transformador. Todo lo contrario a lo que significaría heredar y continuar con el movimiento y en movimiento. No se trata de copiar, ni de imitar, ni tampoco de destruir o de negar lo anterior, sino de heredar y en ese mismo acto, ir haciendo lugar a la diferencia, a lo singular, a la particularidad de cada quien.
Despret en uno de sus libros habla de los muertos. Tomaré algunas notas de allí para pensarlo conjuntamente con la herencia y el pasado. Dirá que el destino de los muertos no es la inexistencia, no es la nada. No se trata de olvidar, ni de nunca más recordar, sino de crear una manera diferente de relacionarse con ellos. Despret habla de darles otra existencia, ya que no será la existencia del vivo que fue, ni la del muerto mudo e inactivo, totalmente ausente. Su modo de existencia será otro, es incluso un modo que hace falta crear. No se trata de que lo que existió, no exista más. Habla de situar el muerto, yo agregaría aquí, situar el pasado, hallarle o crearle un lugar, el lugar que tendrá en nuestra vida y desde donde viviremos nuestro presente y también nuestro futuro. Pero ese lugar hay que crearlo, no viene dado, hay que inventarlo. Créase o no, al pasado también hay que construirlo.
Otro punto que toca Despret y que me resulta interesante para pensar el pasado, es la cuestión del enigma. En este sentido, no solo el futuro puede ser enigmático, sino que lo que nos antecede también puede serlo. Puede que el muerto, como el pasado, se nos aparezca, en algún momento y de alguna manera, puede que se nos haga presente. Despret se pregunta qué hacer con esa aparición, con eso que asoma, que emerge, que nos toca, nos afecta y nos interpela. Retomo entonces aquí la pregunta inicial, ¿qué hacer con lo que nos antecede, con lo que que, sin saberlo, forma parte también de nosotras y nos constituye? Una posible respuesta podría ser convertirlo en enigma. Hacer de eso un enigma, nos pone inevitablemente a trabajar, es decir a hacernos preguntas y también a buscar respuestas.
Esta referencia al enigma me recordó lo que plantea Lacan en el Seminario El reverso del psicoanálisis, donde ubica a la cita y al enigma como condiciones para la interpretación. En dicho seminario Lacan pone el acento en el carácter indecible de la verdad, en la imposibilidad de decirlo todo. Cuestiona la idea de que de alguna forma o en algún momento, el saber pueda constituirse como una totalidad cerrada, por eso dirá que la verdad sólo puede decirse a medias. Y ubica a la cita y al enigma como dos modos del medio decir.
La verdad, les digo, sólo puede enunciarse como un medio decir y les he dado como modelo el enigma. Puesto que así es precisamente como siempre se nos presenta y no por cierto en forma de pregunta. El enigma es algo que nos urge a responder como un peligro mortal[7].
Lacan insiste allí en la diferencia entre la enunciación y el enunciado y dirá que la cita, contracara del enigma, es un enunciado carente de enunciación, mientras que el enigma es una enunciación, que no corresponde a ningún enunciado de saber. Y agrega allí, dejo a su cargo que la conviertan en un enunciado. Apáñenselas como puedan –como hizo Edipo-, sufrirán las consecuencias. En el enigma se trata de eso”[8]. Aprovecho de paso para resaltar el punto o la mención que hace Lacan sobre las consecuencias, a veces olvidadas, o no tenidas en cuenta, en la medida que todo acto las tiene y que, no hacer también es actuar. Heredar o no heredar también las tiene. No temamos las consecuencias, sepamos que siempre las hay, queramos o no.
El enigma entonces apunta a no hacer consistir el saber, sino a abrirlo, a dimensionarlo. Sabemos que eso quiere decir, pero lo que eso quiere decir queda velado. Un enigma es una verdad cuyo saber se encuentra elidido. Al no taponar, ni velar el agujero por donde el sentido se fuga, el enigma sostiene un vacío, una hiancia, entre el significante y el significado, que rompe con los sentidos coagulados, dando lugar al deslizamiento de las significaciones y con ello a la multiplicación de las versiones. En este sentido la historia no se acaba nunca, siempre podrá abrirse a otra cosa. Y en este punto, es cierto que hoy nos ha tocado existir, pero también hacer existir, o sea, abrir la historia a la infinidad de seres que existen y sin los cuales hoy no estaríamos acá.
[1] Fernández, Helga. (17 de diciembre de 2022). Publicado en su muro de Facebook.
[2]Ahmed, Sara. ¡Denuncia! El activismo de la queja frente a la violencia institucional. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Caja Negra, 2022, pág. 518.
[3]Farrán, Roque. (10 de agosto de 2022). Filosofía popular. https://enelmargen.com
[4] Farrán, Roque. La razón de los afectos: populismo, feminismo, psicoanálisis. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Editorial Prometeo Libros, 2021, pág. 169.
[5] Vinciane Despret dirá que heredar no es un verbo pasivo, es una tarea, un acto pragmático. Una herencia se construye, se transforma siempre de manera retroactiva. Nos vuelve capaces, o no, de algo distinto a simplemente continuar; exige que seamos capaces de responder a, y de responder por, aquello que heredamos. Una herencia se realiza, lo cual quiere decir también que uno se realiza en el gesto de heredar[5]. Esto último me parece fundamental, uno se realiza en el gesto de heredar. (¿Qué dirían los animales… si les hiciéramos las preguntas correctas? 1a ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Cactus, 2018, p. 168).
[6] Barrantes Saenz, Ginnette. (14 de diciembre de 2022). La travesía de un enunciado clínico ¿se atraviesa el fantasma? https://enelmargen.com
[7] Lacan hace alusión en el Seminario El reverso del psicoanálisis a la figura del oráculo, a través de la obra Edipo Rey de Sófocles.
[8] Lacan, Jacques. El seminario 17: El reverso del psicoanálisis (1969-1970). 1ª ed. Buenos Aires, Paidós, 2004.
Bibliografía
· Ahmed, Sara. ¡Denuncia! El activismo de la queja frente a la violencia institucional. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Caja Negra, 2022.
· Avolio, Gisela. (25/01/2023). Lo anterior y el entrelazamiento. https://enelmargen.com
· Barrantes Sáenz, Ginnette. (2022). La travesía de un enunciado clínico ¿se atraviesa el fantasma? https://enelmargen.com
· Despret, Vinciane. A la salud de los muertos. Relatos de quienes quedan. 1a ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Editorial Cactus, 2021.
· Farrán, Roque. La razón de los afectos: populismo, feminismo, psicoanálisis. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Editorial Prometeo Libros, 2021
· Farrán, Roque. (10/08/2022). Filosofía popular. https://enelmargen.com
· Farrán, Roque. (23/06/2022). Heredar. https://enelmargen.com
· Farrán, Roque. (09/09/2022). Modos de asumir la herencia: ¿por qué insistir en la trasmisión? https://enelmargen.com
· Fernández, Helga. (23/09/2022). Vinciane Despret y una objeción al psicoanálisis. https://enelmargen.com
· Fernández, Helga. (01/12/2022). Los reptilianos con los esnobistas.
· Lacan, Jacques. El seminario 17: El reverso del psicoanálisis (1969-1970). 1ª ed. Buenos Aires, Paidós, 2004.